Economía

May sufre su falta de liderazgo en el congreso 'tory' que plantea su sucesión

  • Su discurso económico queda eclipsado por las diferencias sobre el Brexit
Theresa May, durante la celebración del congreso 'tory' de este fin de semana. Imagen de EFE

Theresa May afronta la batalla por su supervivencia con el viento en contra. El congreso anual de los conservadores británicos arrancó ayer en un ambiente de guerra civil en el que el enemigo fundamental es la propia primera ministra. La falta de autoridad desde unas elecciones que no tenía que haber adelantado y que evidenciaron sus carencias se ha convertido en el caldo de cultivo para la preparación del magnicidio, meramente contenido ante la imprevisibilidad que cualquier movimiento podría generar.

En este escenario, May comparece ante el público más hostil. Su objetivo de partida aspiraba a mover el foco de las maquinaciones en curso a la agenda doméstica que pretende promover, pero tiene difícil que un partido que considera su caída cuestión de tiempo escuche. La premier quiere hablar de economía, pero la división en torno al Brexit y a su propia continuidad imposibilita un debate de ideas que permita a la derecha británica reposicionarse en un mapa político en el que ha perdido su espacio.

May está al frente del Gobierno, pero no gobierna, víctima como es de la fractura interna que su error de cálculo electoral ha agravado y de la polarización provocada por la apuesta de su sucesor, David Cameron, por un referéndum con el que aspiraba a que los conservadores dejasen de "dar la lata con Europa". La votación, paradójicamente, ha abierto la caja de Pandora y ni siquiera el triunfo de la salida ha sofocado la animadversión que Bruselas sigue provocando en el sector más anti-UE.

Falta de avances sobre el Brexit

La falta de avances significativos en los seis meses transcurridos desde que se activase el Brexit tampoco ayuda a mejorar las perspectivas para May ante su segundo congreso como líder. Sin embargo, resulta injusto responsabilizarla exclusivamente de la parálisis, cuando su propio Ejecutivo se ha mostrado incapaz de consensuar una mínima posición de unidad. Si la comitiva comunitaria denuncia las inconcreciones de la contraparte británica es porque esta apenas puede admitir compromiso alguno.

Las disparidades son de raíz, puesto que afectan no solo al crucial modelo de futuro, sino a la mera fórmula de transición de los años inmediatamente posteriores a la ruptura, prevista, teóricamente, para marzo de 2019. La facción favorable a mantener los vínculos lo más próximos posibles, liderada por el ministro del Tesoro, rechaza condicionar el debate imponiendo un plazo artificial, pero el núcleo duro eurófobo, representado públicamente por el titular de Exteriores, advertía este fin de semana de que la interinidad no debería durar "ni un segundo más" de los dos años a priori estipulados para la transición.

Así, Boris Johnson se ha convertido en el azote de la primera ministra. Dos semanas después de desestabilizar al Gobierno con su propia visión para el Brexit, difundida seis días antes del clave discurso de May en la materia, Johnson ha atacado de nuevo expresando sus condiciones unilaterales para el divorcio, a sabiendas de que su insurrección no acarrearía el divorcio.

Su intervención no coincide por casualidad con el inicio del congreso conservador, pero ha sido suficiente para eclipsar las propuestas de Theresa May para reavivar su posición. La congelación de las polémicas tasas universitarias y las actuaciones en materia de compra de vivienda, anunciadas este fin de semana, aspiraban a recuperar el voto joven, pero la división de una formación que ha dejado de creer en ella vacía de contenido la estrategia de rehabilitación de una mandataria con los días contados.

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