
Las negociaciones de la salida de Reino Unido de la Unión Europea no progresan al ritmo esperado. Y mientras Europa se impacienta, Londres tensa la cuerda al provocar un retraso de una semana de la próxima ronda, programada para arrancar este lunes. La versión oficial mantiene que la dilación es para dar a las partes "más tiempo para consultas" y, según el Gobierno británico, para "facilitar flexibilidad para lograr progresos", pero el motivo verdadero sería la intervención de alto nivel que la primera ministra británica prevé en materia de Brexit, a priori, el día 21.
Tras meses de escapismo retórico y ambigüedad calculada, Theresa May estaría preparada para concretar cuestiones de calado, como qué factura estaría dispuesta a asumir por el divorcio, o el alcance de las concesiones que consideraría para permitir un acercamiento.
Tras el reciente aviso del negociador jefe de la UE, Michel Barnier, los últimos en expresar su malestar han sido los pesos pesados del Parlamento Europeo. El responsable de la Eurocámara para el Brexit, el liberal Guy Verhofstadt, indicó ayer que, "no hay suficiente progreso de momento" para pasar a la siguiente fase de la negociación, la de la nueva relación, que verdaderamente le interesa a Londres.
Ambigüedad británica
Aunque Bruselas había fijado desde el principio como condición que sería necesario garantizar avances en la triada de liquidación de las cuentas pendientes, frontera con Irlanda y derechos de los ciudadanos, el Gobierno británico mantiene una ambigüedad interesada, derivada de la tormenta que provocará en casa cualquier posicionamiento, ya sea entre los partidarios de un Brexit duro o de mantener los vínculos lo más estrecho posibles.
En este frente se sitúa el ministro del Tesoro británico, quien ayer se arriesgó a envalentonar al bastión eurófobo al expresar su confianza de que el período de transición apenas altere los arreglos actuales. Tras la filtración de la semana pasada en materia de movimiento de personas, que apuntaba a un cierre de fronteras inmediato, Philip Hammond apuesta por una solución que minimice los daños económicos. El acuerdo final, sin embargo, deberá ser aceptado por un cada vez más dividido Partido Conservador británico, cada uno de los socios, el Consejo Europeo y, en última instancia, la Eurocámara.
Esta, de hecho, votará el próximo mes una resolución no vinculante para determinar si se ha avanzado lo suficiente, pero las señales percibidas por sus máximos dirigentes son poco alentadoras. Verhofstadt se ha mostrado ya molesto con la negativa de Theresa May a intervenir ante el plenario del Parlamento Europeo para exponer su plan para el Brexit y la ha urgido a que repiense su decisión.
Así, la primera ministra prevé reunirse a puerta cerrada con los líderes de los diferentes grupos del Parlamento británico, una apuesta que algunos han considerado astuta, dado que tiene más que perder en casa, donde una decepcionante intervención en Estrasburgo menoscabaría aún más su ya delicada autoridad.