
En el seno de la Reserva Federal cada vez se percibe una mayor división. La economía de Estados Unidos creció en el segundo trimestre un 3% mientras que en el trimestre en curso lo hace a un ritmo del 2,9, según la última actualización del indicador GDPNow que elabora la Fed de Atlanta. Un sólido avance que probablemente sufrirá un traspiés por los efectos colaterales del huracán Harvey en Texas y Luisiana o las posibles represalias de Irma en Florida. Aún así, los funcionarios del banco central estadounidense se muestran contrariados por la desconexión que existe entre la actividad económica y los precios.
A la espera de conocer la próxima lectura sobre inflación el 14 de septiembre, los economistas aventuran una modesta subida del 0,3%. Si dejamos de lado la volatilidad de la energía y los alimentos se espera que los precios subyacentes se acomoden en un 1,6% en su lectura interanual, lejos del objetivo del 2% que coteja la Reserva Federal. Esta dinámica ya ha supuesto que quienes apoyan una política monetaria laxa avisen sobre los peligros de continuar la normalización monetaria si los precios suben.
"Deberíamos ser cautos sobre ajustar más la política (y esperar) hasta que estemos seguros de que la inflación se encamina a lograr nuestra meta", manifestó en Nueva York, Lael Brainard, miembro del Consejo de Gobierno de la Fed. Al mismo tiempo, Neel Kashkari, presidente de la Fed de Cleveland, avisó que las subidas ya acometidas por el banco central, dos en lo que va de año, "en realidad le estarían haciendo un daño concreto a la economía".
Mientras otros homólogos, como Robert Kaplan, de la Fed de Dallas, afirman que a día de hoy se pueden "permitir el lujo de ser pacientes", otros miembros, como Loretta Mester, presidenta de la Fed de Cleveland, o Esther George, de la Fed de Kansas City, reafirmaron que es necesario continuar con las subidas graduales de la tasa de los fondos federales para eliminar el carácter acomodaticio de la política monetaria estadounidense.
Este pulso muestra cómo las expectativas registradas a comienzos de año sobre una posible reforma tributaria y un plan de inversión en infraestructura se han desinflado. Los pilares de la agenda económica del presidente Donald Trump siguen sin demostrar avances significativos, aunque la última entente cordial entre el mandatario y la oposición demócrata podría virar esta situación. Dicho esto, la caída experimentada por el dólar así como por la rentabilidad del bono del Tesoro estadounidense a 10 años ponen de manifiesto cómo el mercado retrasa cada vez más una próxima subida de tipos.
De hecho, sólo el 36,2% de los operadores considera que habrá una tercera subida de 25 puntos básicos este año mientras que dicho incremento no está digerido claramente por el mercado hasta mediados del próximo año, según el indicador FedWatch de la Bolsa Mercantil de Chicago (CME, por sus siglas en inglés). Una situación que obligaría a la presidenta de la Fed, Janet Yellen, y el resto de funcionarios a replantearse un nuevo incremento en el precio del dinero sobre todo si continúan adelante con su intención de oficializar el arranque en la reducción de su balance de 4,5 billones de dólares, al término de su reunión del próximo 19 y 20 de septiembre.