Economía

Macron y Merkel preparan la integración de la eurozona

  • Juncker marca el fin de su mandato en 2019 como límite para redefinir la gobernanza de los Diecinueve
Macron

Con el verano ya en el retrovisor, Bruselas regresó esta semana a la actividad bajo su habitual manto de nubes y un mensaje también conocido en la burbuja comunitaria. Existe una oportunidad casi única para sacar adelante las largamente pospuestas reformas para completar la eurozona. Es el momento de inyectar nueva vida al corazón del experimento político más ambicioso de la historia reciente: la UE. O al menos eso es lo que cree el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, como se espera que señale el 13 de septiembre en su discurso sobre el estado de la UE. Su todopoderoso jefe de Gabinete, Martin Selmayr, ya advirtió el pasado martes en un encuentro con banqueros alemanes que esta ventana se puede cerrar antes de que su mandato concluya, en otoño de 2019.

Juncker se reunió ayer con sus 27 comisarios para recoger sus impresiones sobre el estado de la UE y sus ideas para 2018. El próximo año estará marcado por las negociaciones del Brexit, un proceso que también protagonizó esta primera semana de trabajo. Mientras el jueves concluyó apenas sin resultados la tercera ronda de negociaciones entre la UE y el Reino Unido para cuajar su salida del bloque, la canciller Angela Merkel expresó esta semana su respaldo a las principales reformas ya aireadas por la Comisión y abanderadas por el presidente francés, Emmanuel Macron, para profundizar la unión económica y monetaria. Fue precisamente el varapalo del Brexit el que convenció a Merkel de la necesidad de reforzar lazos entre los miembros, sobre todo avanzando en la integración económica y fiscal.

Pero para que las palabras se conviertan en un verdadero apoyo a las duras y a las maduras, Berlín exige a París que pase por su momento Hartz. Así, 15 años después de que Alemania adoptara su ambicioso programa para reformar el mercado laboral, Macron presentó este jueves su largamente prologada reforma laboral para introducir más flexibilidad en las contrataciones por parte de las empresas, sobre todo las pymes, y reducir algo los costes de los despidos. Si la reforma sobrevive la presión de la calle, tal y como se espera, la única a la vista dada la amplia mayoría con la que cuenta Macron en la Asamblea Nacional, el éxito irá más allá de convertir a su país en un robusto segundo motor económico para Europa. La reforma se convertiría en la plataforma hacia el gran pacto que la UE lleva tiempo esperando entre los guardianes de la disciplina fiscal del Norte y los campeones de una Europa que protege (en palabras de Macron). Ésta es la ventana de oportunidad en la mente de Juncker y su equipo. Sin embargo, no hace falta ser demasiado cínico para pensar que este momentum puede chocar contra las rocas, como tantas veces ha sucedido en el pasado en las intentonas por tejer unión fiscal y, en definitiva, una unión política. Según fuentes comunitarias, Merkel no puede malgastar el pase de gol ofrecido por un decidido Macron, con un Parlamento a su favor y el mayor sindicato no lo suficiente en contra como para lanzarse a la calle. Incluso si tras su esperada victoria en las elecciones del 24 de septiembre le obligan a terminar con los liberales en la coalición, alérgicos a cualquier paso que derive en más transferencias hacia el sur.

Presupuesto y 'superministro'

En el mejor de los casos, Juncker, Macron y Merkel aún deben alinear su discurso sobre qué quieren decir cuando defienden un Presupuesto para la eurozona, la creación del cargo de superministro de Finanzas, o un Fondo Monetario Europeo, como anotan varios altos cargos europeos a este diario. El reforzamiento del Mecanismo Europeo de Estabilidad hasta crear este Fondo Monetario Europeo, y el superministro aparecen como opciones probables. Aunque como advirtió Merkel y señalan algunas voces en Bruselas, sin esconder su escepticismo, todo dependerá de los poderes que se den a los nuevos protagonistas. Además, el consenso se puede convertir en una batalla campal si las nuevas instituciones se convierten en un instrumento para controlar más de cerca las cuentas nacionales en lugar de pilotar una zona fiscal común, como quiere Berlín. Es sobre todo en el Presupuesto para la zona euro donde las hasta ahora escasas pinceladas dadas por Bruselas, Berlín o París dejan matices más diferentes.

Macron ha sido el más entusiasta en defender una capacidad fiscal para la eurozona, que sobre todo pueda apoyar la inversión o respaldar los seguros de desempleo nacionales. Esta ambición contrasta con el "pequeño" presupuesto para la moneda común al que hizo referencia Merkel el pasado martes, y que sugirió que se dedicara a respaldar a los países que introducen reformas. Por su parte Juncker, a pesar de su entusiasmo por reforzar el euro, no considera prioritario crear este Presupuesto para los 19 socios, dado que el 85 por ciento del PIB europeo cae dentro de la región. En vez de crear barreras "artificiales", la prioridad debería ser sobre todo trabajar para que se adhieran los ocho Estados miembros de la UE que todavía no comparten la moneda común.

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