
"¿La advertencia de la Unión Europea? Si Europa quiere reducir los gastos de Italia en inmigración, basta con que los acojan ellos. Que no se limiten a abrir la boca, sino que abran las puertas". Matteo Renzi tensa aún más su relación con Bruselas en torno a dos temas clave en el debate político italiano y europeo: el respeto a los compromisos presupuestarios y la acogida de refugiados procedentes de África y Oriente Medio.
Cuando falta tan sólo un mes para el referéndum constitucional, de cuyo éxito dependen el futuro del Gobierno y la estabilidad política del país, el pulso con la UE es la única posibilidad que le queda al primer ministro italiano para salir de un atolladero creado por el bajo crecimiento económico y la caída del consenso.
El no a la reforma estrella del Ejecutivo -que promete reducir los gastos del Parlamento y agilizar los trámites de aprobación de las leyes- sigue encabezando las encuestas, con una ventaja de hasta ocho puntos, según varios sondeos realizados por medios de comunicación italianos. El problema es que, como explican los analistas transalpinos, a la hora de votar, los italianos emitirán un juicio sobre el Gobierno más que sobre la compleja ley de reforma de las instituciones.
Por ello, con el objetivo de recuperar consenso, Renzi está jugando a dos bandas: por un lado, se vende al exterior como garante de la estabilidad en Europa, una estrategia que le ha proporcionado el apoyo de Washington, necesitado de un aliado fiel en la UE tras el Brexit, y la indulgencia de Bruselas, que, de momento, ha limitado sus críticas a la controvertida ley presupuestaria presentada por Roma, fijando el juicio del Eurogrupo para el 5 de diciembre, el día de después del de la consulta transalpina.
Ganarse al electorado
Por otro lado, el primer ministro italiano intenta ganarse al electorado con tonos populistas y anti-europeos, compitiendo con el Movimiento antipartidos 5 Estrellas. Su objetivo es echar a Europa la culpa del fracaso de las reformas económicas y, al mismo tiempo, chantajear a la Unión sobre la acogida de refugiados: "Los países que no se hacen cargo de los demandantes de asilo no dispondrán de los recursos europeos del Presupuesto común cuando, en 2017, llegue el momento de examinarlo", dijo el mandatario transalpino, mostrándose dispuesto a vetar el Presupuesto europeo de 2017 en protesta contra los países que no aceptan las cuotas de inmigrantes asignadas por Bruselas.
El primer ministro italiano sabe que, en su pulso con el Ejecutivo comunitario, tiene una ventaja: Bruselas, en cualquier caso, tiene algo que perder. Si impone el respeto a los vínculos presupuestarios, se enemistará con el país que más esfuerzos esta haciendo en la acogida de refugiados; pero, si concede más flexibilidad presupuestaria a Roma, tras los 19.000 millones de flexibilización ya otorgados en los últimos dos años, pierde su credibilidad frente al resto de socios europeos.
Por esto Renzi se está tirando un farol. El primer ministro italiano se queja de que si Italia no respeta los límites del déficit es porque gasta mucho dinero en acoger a los refugiados que los otros países no quieren. En realidad, los Presupuestos para 2017 prevén entre 3.000 y 4.000 millones de euros (poco más del 0,2% del PIB transalpino) para la acogida de inmigrantes. Las demás medidas pensadas para estimular la economía y el consumo, entre nuevos recortes fiscales a las empresas y un aumento de las pensiones más bajas, equivalen a casi 20.000 millones.
Solamente el aumento del déficit con respecto a los compromisos del pasado mayo -cuando, tras la enésima flexibilización, Italia se había comprometido a respetar un techo del 1,8% en 2017, mientras ahora la ley presupuestaria indica como objetivo el 2,3%- vale casi 10.000 millones de euros. Resumiendo: si Italia incumple los compromisos europeos no es por culpa de la acogida a los refugiados, sino por una ley presupuestaria pensada para ganar consenso de cara al referéndum constitucional a costa de los objetivos de déficit del país.