
Tras años de altibajos en la relación, el pasado 16 de junio los británicos pidieron el divorcio de la Unión Europea. Pero la victoria del Brexit en el referéndum no es vinculante ni tiene de momento ningún valor legal. Como en cualquier matrimonio, para que se materialice el adiós, Reino Unido debe notificar oficialmente al resto de países miembros su deseo de marcharse.
Este proceso se prevé largo y complejo. Y más teniendo en cuenta que en esta pelea entre un matrimonio de 43 años nadie había previsto el Brexit. Ni los gobiernos, ni las instituciones europeas, ni los mercados. Y ahora tanto Reino Unido como Bruselas, sin una hoja de ruta, intentan sortear el caos conscientes de que ninguna de las alternativas será inocua.
En Bruselas quieren un proceso rápido que minimice la incertidumbre. En Londres piden calma antes de decidir cómo y cuándo activan el divorcio, eso suponiendo que no den marcha atrás. Algo no descartable del todo, ya que nada impide que un nuevo Gobierno repita la consulta, o que el Parlamento vote en contra de la ruptura.
Si esto no ocurre, y el proceso, como advierte Europa, es irreversible, la cuenta atrás sólo se activará una vez que Reino Unido invoque el artículo 50 y notifique formalmente al Consejo Europeo su deseo de abandonar la UE. A partir de ese momento, el Consejo tendrá un periodo de dos años para adoptar un acuerdo de salida, aunque el plazo se puede alargar. Durante ese tiempo, Reino Unido y la UE deberán establecer los términos de la salida y, sobre todo, cómo serán las nuevas relaciones comerciales entre ambos. Londres quiere seguir en el mercado único como si nada hubiera pasado, pero sin asumir la libre circulación de personas y sin contribuir al presupuesto comunitario. La canciller Angela Merkel ya ha dicho que no será posible. O eres parte del club, o estás fuera. Y la Unión no quieren excepciones que den alas a los euroescépticos.
¿Cómo será entonces la nueva relación entre Reino Unido y la UE? Sin precedentes, la referencia es los modelos ya existentes. Hay varias alternativas, el ejemplo de Noruega, el de Suiza o el d de la Organización Mundial del Comercio. Como la prioridad para Reino Unido es impedir la libre circulación de trabajadores, muchos expertos creen que la alternativa más probable es que firme con la UE un acuerdo de libre comercio, como el que se acaba de negociar con Canadá. Otros analistas en cambio creen que el modelo noruego sería la solución menos mala para todos. En lo que sí coinciden en que tendremos Brexit para rato: Reino Unido podría tardar entre 15 y 20 años en estabilizar sus relaciones con el mundo.
Modelo noruego
Espacio económico europeo para seguir en el mercado interior
La mayoría de economistas coinciden en que el noruego sería el modelo menos perjudicial. Pero acogerse a esta alternativa supondría aceptar la libre circulación de personas, algo que rechazan los británicos. Este estatus, que tienen actualmente Noruega, Islandia y Liechtenstein, supone formar parte del Espacio Económico Europeo (EEE) y , por tanto, continuar dentro del mercado único. A cambio, Reino Unido debería aceptar todas las normas de la UE, pero no tendría voz ni voto en la toma de decisiones. Las ventajas de esta opción es que se quedaría dentro del mercado interior sin tener que estar en otras políticas comunitarias -como la agrícola, justicia, interior o exterior-. Reino Unido podría además establecer sus propias tarifas y acuerdos con terceros países no europeos. A cambio tendría que respetar las cuatro grandes libertades del mercado europeo: personas, bienes, servicios y capitales, y estaría obligado a una contribución al Presupuesto comunitario comparable a la de un Estado miembro sin poder decidir en qué se gasta, ya que no estará en los consejos de ministros de la UE o en la Eurocámara.
Ventajas: Reino Unido seguiría formando parte del mercado único europeo. Salvaría la City como centro financiero.
Inconvenientes: Aceptar las normas de la UE sin tener voz en la toma de deci-siones. Ha de contri-buir al Presupuesto de la UE y aceptar la libre circulación de trabajadores.
Modelo suizo
Tratados bilaterales 'a la carta' como escenario intermedio
Adoptar el modelo suizo supondría participar en la libre circulación de bienes, pero no en la de servicios. Los expertos advierten que este modelo sería económicamente devastador para Reino Unido, ya que dinamitaría el papel de Londres como centro financiero. La City se quedaría sin pasaporte europeo para vender los servicios financieros. Se trata, además, de un modelo complejo. Hay que tener en cuenta que en estos momentos Suiza tiene alrededor de 120 acuerdos bilaterales con la UE, negociados sector a sector. Los suizos están obligados a aplicar las normas comunitarias en materia de mercado interior, a aceptar la libre circulación de trabajadores y a contribuir al presupuesto de la UE, aunque su aportación es alrededor de la mitad de la británica.
Otro hándicap de esta alternativa es que no gusta en Bruselas, porque cada vez que se actualizan las reglas comunitarias debe negociar de nuevo con Suiza. Por eso hace años que intenta que Ginebra avance hacia un modelo más parecido al noruego, aunque ambas partes no consiguen alcanzar un acuerdo en una relación que está en crisis desde 2014, cuando los suizos aprobaron en referéndum imponer cuotas a los inmigrantes europeos, algo que podría costarle el acceso al mercado interior.
Ventajas: Libre movimiento de bienes. Permite negociar 'a la carta?' y sector a sector las cuestiones que más interesen a los británicos.
Inconvenientes: Londres no participaría en la toma de decisiones de la UE y perdería su pasaporte europeo para vender sus servicios financieros
Modelo de Canadá
Un acuerdo de libre comercio con un pacto 'a la canadiense'
Para muchos expertos el modelo de Canadá, sin ser el idóneo, sí es el más viable para Reino Unido, y ha sido elogiado hasta por el más famoso defensor del Brexit, Boris Johnson. Se trata de un pacto tan reciente que aún no está ratificado, y cuya negociación ha durado siete años. El resultado es el acuerdo de libre comercio más ambicioso firmado hasta ahora por la UE, pero aún así la liberalización no es total. No obligaría a Londres a respetar la libre circulación de trabajadores ni a contribuir al Presupuesto de la UE, pero su acceso al mercado comunitario sería parcial. En concreto, excluye los servicios financieros (los bancos británicos necesitarían filiales en la Unión para operar allí), limita el acceso a los contratos públicos europeos y no suprime todas las barreras no arancelarias. Además, mantiene obstáculos arancelarios. En el caso de Canadá los fabricantes de automóviles del país norteamericano precisan la aprobación de la UE antes de exportar a Europa. Es previsible que si los británicos quisieran ir más allá, sus exsocios les exigirán que acepten la libre circulación de trabajadores.
Ventajas: No obliga a aportar al presupuesto comunitario y promueve la libre circulación de productos agrarios e industriales.
Inconvenientes: Mantiene barreras no arancelarias, y limita la libre circulación de capi-tales, básica para el sector financiero británico.
Ruptura con Europa
El cuarto escenario sería una ruptura absoluta con Europa y adoptar las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), un club de 162 países del que también forman parte todos los Estados miembros de la Unión Europea. La OMC no prevé la libre circulación de personas entre los miembros, lo que permitiría a Reino Unido imponer una política de inmigración restrictiva, algo que reclaman muchos partidarios del Brexit. Facultaría a Reino Unido para prescindir de más normas de la UE que las anteriores opciones, y sería tratado como cualquier otro tercer país. Pero no todo son ventajas. Así, Londres tendría que proponer niveles arancelarios para cada artículo cubierto por las normas de la OMC. Los expertos calculan que la política a seguir podría ser la de reducir el impuesto por importación para aumentar así su competitividad. Sin embargo, los precios actuales por la importación de bienes europeos se sitúan en un 1 por ciento, y rebajar esa cifra se antoja complicado. Los británicos negociarían y tratarían con Europa con las mismas condiciones que China o Rusia. Por ejemplo, los aranceles comunitarios para los automóviles son del 10 por ciento, lo que afectaría a las cadenas de suministro de Reino Unido que envían este tipo de piezas al continente.
Ventajas: No tiene que acatar las políticas ni las normas de la UE. Podría potenciar sus relaciones con países no europeos
Inconvenientes: Las exportaciones de bienes y servicios británicos a la UE han de cumplir unos aranceles mínimos comunes, del 10 por ciento en el caso del sector del motor.