
Como decíamos ayer, hay días en que la racionalidad brilla por su ausencia. Cuando el miércoles llegaba a la Comisión de Presupuestos sabía que no tenía una sesión tranquila. Por una parte, como comentamos antes, no comparecía para informar la Secretaria de Estado de Presupuestos. Por una parte, el Gobierno y los Altos Cargos que ha nombrado no quieren someterse a control. Pero quizás lo más grave de un Gobierno descontrolado es que no se sabe qué está ocurriendo.
El día anterior había comparecido el Ministro De Guindos, habiendo enviado una sola hoja una hora antes de la comparecencia. Lo peor es que De Guindos comparecía para explicar el plan de convergencia. Y en ese plan de convergencia había que convencer a Bruselas de los ajustes presupuestarios que se iban a realizar. Ese plan va a ir si el informe, legalmente obligatorio, de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), porque no se le han enviado los datos fiscales.
Si tenemos en cuenta que la Comisión Europea ha iniciado un procedimiento por incumplimiento del déficit a España, que encima puede acabar con una multa de más de 2.000 millones de euros, resulta complicado imaginar cómo lo podría hacer peor el Gobierno del PP. Eso pensaba yo, que ya no había margen para empeorar. Por supuesto, me equivocaba.
Esa tarde, presentaba en nombre de mi grupo una Proposición de renegociación de la senda de consolidación fiscal. Como la Comisión Europea había enviado al Secretario General Adjunto al Congreso, para entre otras cuestiones, sondear la opinión de los grupos políticos españoles, pensábamos que era conveniente y necesario dar una imagen de unidad.
Por una parte, España tenía que dar un mensaje de ser un país serio y que cumplía sus compromisos. Si sistemáticamente se incumplen los objetivos de déficit, la deuda pública no para de crecer. Si los objetivos se incumplen por mucho, incluso cuando hay vientos de cola favorables, cualquiera pensará que las cuentas nunca se pondrán en orden. Si nadie explica la ejecución presupuestaria y ni siquiera se dan los datos fiscales a la Airef, nadie en su sano juicio pensará que eso se debe a que los datos ocultados son buenos.
Renegociar el déficit
Bien, con este panorama, y bajo amenaza de multa, resulta que encima hay que pedir flexibilidad. Si España ejecuta en los ocho meses que quedan de 2016 un ajuste de 23.000 millones de euros que nos pide Europa, la economía española puede acabar en recesión. Por eso, la Proposición No de Ley que presentábamos instaba a renegociar los objetivos de déficit, y eso sí, esta vez cumplir.
Parecía una postura de mínimos en la que la mayoría de los españoles estaría de acuerdo. Pues, los grupos políticos que les representan, no. Por una parte, Podemos estaba en contra de comprometerse con la estabilidad presupuestaria y querían que el objetivo de este año se alcanzase en 2019. Esto, al igual que el incremento de gasto de 96.000 millones de euros que Podemos propone me parece una locura, pero su postura es coherente. Eso sí, como en el caso de Tsipras en Grecia, estoy convencido que esas políticas nos llevarían al rescate total y la intervención.
El Partido Socialista presentó una enmienda de sustitución. El texto era similar, aunque más detallado y se ajustaba a las 200 reformas que formaban nuestro acuerdo de Gobierno.
Esencialmente, lo que proponíamos en el acuerdo, era detallar cómo íbamos a cumplir: sin subir los impuestos a la clase media trabajadora, y sin recortes sociales. ¿Cómo íbamos a hacerlo? Pues eliminando agujeros en el sistema fiscal, luchando contra el fraude y eliminando gasto superfluo. Lógicamente, acepté su enmienda, pensando que esto sería aún más aceptable para el Partido Popular.
Sigo pensando que lo sería para sus votantes. Y que además, era apoyar lo que Guindos estaba negociando en Bruselas. Y no era que, como hemos visto, el Gobierno estuviese haciendo precisamente muchos esfuerzos buscando el apoyo y el consenso, pero para algunos, los intereses de España están por encima de todo.
Como se habrán imaginado, la propuesta no salió porque el PP votó en contra, sumándose a Podemos. El argumento era que el texto formaba parte del acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos, pero que estaban a favor de nuestra propuesta original. Vamos, que para el PP el acuerdo entre el PP y Ciudadanos, como podía haber llevado a alguien que no fuese Rajoy a la Moncloa debe considerarse como un libro maldito, como el libro de los muertos, el Necronomicón.
Traduciendo, vota en contra, aunque esté de acuerdo, porque el PSOE vota a favor. Parece que la actitud es rechazar los apoyos a lo que se está haciendo, porque no olvidemos que Guindos intenta renegociar el objetivo de déficit en esas mismas condiciones, e incluso hacer más probable una multa de 2.000 millones a España, sólo porque el PSOE también está a favor. Si no podemos ponernos de acuerdo ni en lo que estamos de acuerdo, ¿cómo vamos a resolver en lo que discrepamos?
Terminé el día escuchando al profesor Marina y su propuesta de pacto educativo. Los demás ponentes, Marta Rivera, Luis Garicano, Toni Roldán y Albert Rivera, coincidieron en muchas cosas con él, que no es de Ciudadanos y ha presentado su propuesta de Pacto Nacional por la Educación a todos los partidos. Incluso Albert Rivera deseó que tuviésemos una Ley Marina. Claro que era un acto de Ciudadanos, no de las cúpulas de PP, PSOE o Podemos. Pero era un rayo de esperanza de que podamos negociar, acordar y resolver problemas en lugar de crearlos.
Para concluir, mi intervención en defensa de la renegociación del objetivo de déficit.