
Las primeras generales en Irlanda tras el fin del rescate han dejado un parlamento abiertamente fragmentado en el que el juego de estrategias será clave para constituir el gobierno que deberá apuntalar la recuperación. Las dos formaciones que habían constituido la coalición responsable de pilotar el desarrollo y posterior salida de la intervención financiera sufrieron el descontento de los votantes con la dura medicina presupuestaria y no podrán reeditar el bipartito.
A falta de los resultados definitivos, el candidato a la reelección a primer ministro reconocía el innegable peso de la aritmética parlamentaria, pese a que Fine Gael continuará como la formación mayoritaria en la Dáil, la cámara irlandesa. Más severo fue el golpe a su socios minoritarios, los laboristas, quienes recibieron un fuerte correctivo por parte de un sector del electorado que no ha perdonado la austeridad admitida por una formación de izquierdas.
Los resultados fueron más benignos para Fianna Fáil, la formación que, hasta hace cinco años, había copado el ejecutivo durante un cuarto de siglo. Un notable sector de los votantes que les había dado la espalda en 2011, tan sólo tres meses después de consumarse el rescate, ha considerado su travesía en la oposición la penitencia. Su saldo tras los comicios del viernes, mejor de lo esperado por el propio partido, les da opciones para intentar formar una alianza con otras fuerzas.
Negativa a una gran coalición
De momento, la única que ya han descartado es la unión con Fine Gael, su eterno rival desde que ambas fuerzas surgieron como los dos polos fundamentales de la política irlandesa una vez el país logró poner fin a una cruenta guerra civil. Aunque sus postulados ideológicos no se encuentran especialmente alejados, puesto que ambos presentan, con matices, una agenda de centro-derecha, su enemistad histórica y la polarización que ambos encarnan en el panorama partidario complica la posibilidad de una gran coalición.
Con todo, el primer ministro en funciones no ha descartado ninguna posibilidad. Enda Kenny ha tenido que reconocer la decepción por unos resultados que no esperaba y, en los próximos días, Fine Gael deberá analizar el catalizador del terremoto político: si fue un fallo en su estrategia, o la simple continuidad de una tendencia extendida en Europa, como evidencia el caso de España.
En el de Irlanda, ni el cierre del rescate, ni el fin de la austeridad como ingrediente principal de la receta presupuestaria, ni siquiera su destacada posición como la economía que más crece en la Eurozona por segundo año consecutivo han bastado para garantizar la reedición de un gobierno presentado por Kenny había como la "opción de la estabilidad".
Voto protesta
Si durante la campaña había sido acusado de promover la "estrategia del miedo", los votantes no parecen haber comprado el mensaje de que el cambio pondría en riesgo la recuperación. Pese a que, a diferencia de otras plazas golpeadas en la UE, en Irlanda no surgieron formaciones capaces de canalizar el descontento con la austeridad, el voto protesta fue una realidad en estas generales, en las que candidatos independientes y el Sinn Féin registraron un destacado impulso.
A la espera del escrutinio definitivo, el partido de Gerry Adams se encamina a convertirse en tercera fuerza con cerca de un 14% de los votos, una posición destacada que le permite reclamar un espacio que las dos formaciones tradicionales son reacias a otorgarle: tanto Fine Gael, como Fianna Fáil, han descartado contar con ellos para la negociación de alianzas.
Su negativa, no obstante, será puesta a prueba en los próximos días, en los que los grupos políticos se enfrentan a un período de inciertas negociaciones.
El peso de los independientes en estas conversaciones también constituye una incógnita. Aunque las especulaciones acerca de su potencial influencia habían constituido uno de las tónicas dominantes de la campaña, la diseminación de fuerzas y las diferentes causas políticas que defienden dificultan la formación de un bloque homogéneo con una voz cohesionada.
Los pasos, en cualquier caso, deberán ser certeros, puesto que lo que el nuevo gobierno se juega es la consolidación de una recuperación que, aunque en curso, está de todo menos consolidada, especialmente más allá de Dublín.