
El Banco Central Europeo (BCE) debe afilar el ingenio si pretende garantizar que la inflación en la eurozona alcanza el objetivo del 2% este año. Tras la decepción del mercado ante el alcance de los estímulos anunciado por Mario Draghi el mes pasado, los datos publicados ayer por Eurostat demuestran que Fráncfort tendrá que apretar el acelerador para culminar unas cada vez más complicadas expectativas en materia de precios.
A la espera de las cifras por países, el IPC de la eurozona fue de un 0,2% en diciembre, el mismo porcentaje del mes anterior, un estancamiento que quedó incluso por debajo de las expectativas más modestas de los analistas (habían previsto al menos una subida de tres décimas).
La primera conclusión es que, en su conjunto, la economía de los países que comparten moneda continúa extremadamente vulnerable a la volatilidad de la economía global. Sin embargo, para el BCE la deducción más preocupante es que las acciones extraordinarias adoptadas desde marzo de 2015, llamadas a proporcionar el bazuka necesario para hacer despegar la recuperación de la eurozona, continúan sin generar una inflexión capaz de clausurar la crisis.
¿Acciones más agresivas?
La falta de repunte de la energía, gran esperanza blanca de Fráncfort, que confiaba en la mejoría del precio de los hidrocarburos, junto al descenso de los de alimentos, alcohol y tabaco, elevan notablemente la presión sobre el banco central. Como consecuencia, el BCE está obligado a adoptar acciones más agresivas que convenzan de la seriedad de su compromiso como defensor del crecimiento en Europa y como responsable de estimular la inflación.
No en vano, tras los datos de ayer, economistas como los de Barclays muestran un profundo escepticismo ante la posibilidad de que la meta del 2% llegue siquiera a tiempo para 2017. En su opinión, la media del IPC de este año será del medio punto por ciento y la del próximo, en torno al 1,3%, si bien son pocos los analistas que se atreven a aventurar cambios inmediatos en los estímulos previstos por parte del BCE. El reto, de hecho, no le pertenece en exclusiva: batallas como la del todavía elevado paro de la eurozona, del 11%, impiden una subida de precios generalizada.
Motores de la divisa común como Alemania, la mayor economía del área, presenta la inflación más baja desde el lanzamiento del euro.
80.000 millones de euros
Una de las especulaciones que comienza a ganar peso entre los analistas es que el banco central podría elevar el volumen de compra de activos de los 60.000 millones actuales a los 80.000. Además, tampoco se descarta una reducción de intereses aún mayor en un intento de estimular la inflación y acercarla al reto del 2%.