Economía

España, Portugal y Grecia, en el foco de la UE por su inestabilidad política

  • El desafío independentista y la caída del Gobierno luso, nuevas turbulencias

La UE atraviesa un déjà vu que cuestiona el grado de superación de una crisis que amenaza con derivar en bucle. Plazas responsables en los últimos años de terremotos con epicentro en Bruselas y ondas sísmicas capaces de llegar a Washington han revivido esta semana episodios que obligan a preguntarse si estamos ante un mero período de turbulencias, o la preparación de un nuevo trance con efecto dominó sobre los países periféricos.

Aunque todavía no se han dejado notar en toda su extensión sobre los mercados, los últimos acontecimientos revelan las secuelas de un lustro de inestabilidad política, austeridad importada y crecimiento anémico, con Grecia como protagonista inevitable. En paralelo al eterno tira y afloja entre el Gobierno y sus acreedores, ahora centrado en los 2.000 millones que Atenas tendría que haber recibido en octubre, los sindicatos helenos organizaban el jueves la primera huelga general desde que Alexis Tsipras se hiciese con el poder con su promesa de poner fin a los recortes.

Diez meses, un referéndum, nuevas generales y una tercera intervención después, las calles reeditaban escenas que, hasta el pasado año, habían sido una constante en el país mediterráneo, donde los paros se sucedían a una media de cinco anuales. Tras la aprobación hace ocho días en el Parlamento de una nueva oleada medidas para lograr la liberación del siguiente tramo y mientras el Ejecutivo batalla con UE y FMI, para quienes las reformas aún no son suficientes, las protestas del jueves no ayudan.

Grecia continúa como cobaya de los efectos de la austeridad sobre el crecimiento. Pero la tendencia no se limita al experimento heleno y las demás economías intervenidas durante la crisis contribuyen a confirmar la tesis. Incluso el alumno más aventajado, Irlanda, ha comprobado que el ejercicio de la soberanía nacional pertenece todavía a los tiempos previos al rescate: pese a haberlo dado por cerrado en diciembre de 2013, esta semana fue testigo de cómo los hombres de negro siguen pidiendo los deberes al Gobierno. La enésima misión de la troika se desarrolló con normalidad, pero su mera presencia en Dublín representa un recordatorio de un capítulo aún no zanjado, sobre todo después de que las autoridades internacionales criticasen la generosidad del Presupuesto presentado en octubre, último antes de las generales previstas para el primer trimestre de 2016.

Los procesos electorales están revelándose como la gran fuente de inestabilidad. Portugal es el ejemplo más reciente, si bien la odisea lusa responde más a una cuestión de continuidad que de estallido repentino. El lunes los partidos de la izquierda parlamentaria derrocaban al Gabinete en minoría formado por el conservador Pedro Passos Coelho tras falta de hegemonías en los comicios del mes pasado.

Lisboa tiene todavía por completar el proceso de reformas que le exigen los acreedores ante los que tuvo que claudicar en marzo de 2010 pero, frente a las reticencias generadas inicialmente, la coalición llamada a gobernar bajo el liderazgo del Partido Socialista ha aclarado ya que respetará la senda de la consolidación fiscal.

Su objetivo, según explicaba quien se encargará de gestionar las finanzas, no es ?cambiar la dirección, sino la velocidad?. Así, Mário Centeno ha descartado ya la reestructuración de deuda que reclaman sus socios del BE y del Partido Comunista y se ha comprometido a ?continuar reduciendo el déficit y la deuda, aunque a un ritmo menos acelerado?, con el reto de crear ?espacio económico para aliviar las serias constricciones financieras que afrontan hogares y empresas?.

El mismo día que caía el Ejecutivo de Passos Coelho, el Parlamento catalán aprobaba la moción para iniciar el proceso de independencia, un desenlace previsto tras los resultados del 27 de septiembre, pero de inciertas consecuencias, sobre todo, ante la fallida investidura de Artur Mas y la determinación del Gobierno de Mariano Rajoy de poner freno a las ambiciones secesionistas de Junts Pel Sí y la CUP. Con todo, más que como un riesgo geopolítico con impacto fuera de nuestras fronteras, la situación en Cataluña se ve en el exterior como un trance para el PP, sobre todo ante la inminencia de las eleccioens generales, una cita que despierta notablemente más suspicacias entre los inversores que el debate soberanista catalán, dada la tendencia revelada por las encuestas de un escenario plural de difícil gobierno.

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