Economía

Cameron acelera su apuesta por la UE de dos velocidades

Encarga negociar con los Estados miembros al secretario del Tesoro, George Osborne, que ya se ha ganado a Merkel.

David Cameron remite esta semana a Bruselas la carta que no sólo determinará su lugar en la historia británica, sino el futuro de Reino Unido. Tras meses de encuentros para intentar consensuar un mínimo común con el resto del continente, el primer ministro recogerá al fin sus propuestas para reformar el estatus de Londres en la Unión Europea en una misiva que aspira, por fin, a acabar con la denostada inconcreción británica.

El destinatario oficial es el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, pero los verdaderos receptores se reparten entre las autoridades comunitarias y los veintisiete gobiernos con los que comparte bloque, cuya paciencia se ha debilitado ante la deriva de un debate paulatinamente enquistado en las soflamas retóricas para la audiencia doméstica. Si Cameron venía presumiendo de que Reino Unido ?no está interesado en una unión más integrada?, el resto de líderes tampoco están dispuestos a entregar un cheque en blanco a la segunda economía de la UE.

Pese a sus reiterados intentos de defender la ?coherencia? de sus demandas, la realidad es que ni en casa, ni en Bruselas, conocen el alcance específico de sus expectativas. No en vano, más que un acto voluntario para activar al fin el proceso, la carta que esta semana envía a Tusk constituye una concesión para tratar de aplacar a compañeros de mesa que consideran el referéndum británico una distracción de los serios problemas que afectan al continente, como la crisis, el drama de los refugiados o la exacerbación de las tensiones geopolíticas.

El premier sabe que ninguna propuesta bastará para la alianza de corrientes eurófobas que pueblan Reino Unido: cualquier reivindicación que se caiga de la lista será una oportunidad para la crítica, como prueba que, hasta ahora, quienes abogan por la salida de Europa han logrado más ruido mediático.

Antes incluso de que arranquen las negociaciones oficiales en la cumbre comunitaria del próximo mes, la última del año, Cameron tendrá que afrontar acusaciones que repudiarán su debilidad, su falta de ambición política y el escarnio de haberse plegado a Bruselas. Su disimulada ambigüedad es producto del mismo cálculo de riesgos que, finalmente, lo llevará a abandonar el número 10 antes de las generales de 2020, consciente de que los efectos secundarios de la división que provocará el plebiscito sobre la permanencia supondrán una carga pesada como candidato.

Apoyo de Merkel

Aún y así, la consulta que había prometido para sofocar el euroescepticismo en unas filas conservadoras en las que la dolencia se ha hecho crónica no tiene vuelta atrás, por lo que está obligado a mantener el pulso tanto ante Bruselas como en casa. Su determinación quedó de manifiesto cuando, en lugar de al ministro de Exteriores, encomendó el proceso a su mano derecha y actual favorito para sucederle, el titular del Tesoro, un perfil de marcado pragmatismo político y, según sus aliados, notables habilidades persuasorias.

De momento George Osborne se ha apuntado un decisivo tanto al haber atraído a Alemania a su terreno. La semana pasada se reunió con su homólogo Wolfang Schäueble para negociar la posibilidad de erigir un modelo de dos velocidades y, menos de doce horas después, Angela Merkel declaraba ante la patronal alemana que ?la de hoy ya no es una UE de una velocidad?. Aunque la canciller admite no coincidir con Londres ?en todo?, por ahora ha otorgado una autorización al cambio de táctica de Osborne, quien apuesta por una reestructuración que garantice una simbiosis económica para el conjunto del bloque.

Su plan es simple: mientras los intereses de los países que no comparten divisa queden protegidos, la Eurozona es libre de promover la mayor integración a la que aspira para mejorar su funcionamiento. Al haber dos niveles en la UE, quienes lo deseen pueden continuar disfrutando de las ventajas del mercado único sin verse obligados a plegarse ante las imposiciones del euro. Aunque continuarían sujetos al aparato legislativo europeo, su nexo principal sería el mercado común.

Para evitar confusiones, Osborne quiere otorgar a este modelo palabra de ley mediante la estipulación del principio de una unión multi-monetaria en el Tratado de la UE. Su objetivo pasa por asegurar que la eurozona no pueda manipular en su interés el mercado único, en otras palabras, que éste es compatible con una mayor integración del euro. Como garantía, Londres está dispuesto a plantear un ?freno de emergencia? para aquellos que no comparten divisa, si consideran que peligra la integridad del elemento fundamental que los une. En consecuencia, el proyecto de Osborne considera que el reto de la renegociación es, sobre todo, una tarea para salvaguardar su músculo privado Y erigir un muro de contención para mantener a la City como plaza financiera de referencia.

Un hipotético beneficio mutuo

La táctica de Osborne presenta la continuidad británica como una ventaja para la eurozona. Su oferta plantea colaborar para un mejor funcionamiento de la moneda única y del engranaje de los socios del euro, siempre que Londres renueve estatus. El beneficio sería mutuo, puesto que el Gobierno sabe que aprovechar el mercado común no es gratis fuera de la Unión Europea. Noruega, país que conserva su propia moneda, abona más por cabeza que Reino Unido, y su contribución es la décima mayor del presupuesto comunitario, muy por encima de la de algunos socios del club de los Veintiocho.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky