
El acuerdo con los acreedores es necesario para que Grecia pueda apuntalar la vía de la ayuda rusa. En caso contrario, puede malograr ese frente de auxilio.
Desde que formó su Gobierno, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha visitado Rusia dos veces. En ambas ocasiones, se reunió con el presidente ruso Vladimir Putin, al que muchos griegos ven como el único lider extranjero con un sincero deseo de echar una mano a Grecia. No obstante, la convicción de que Putin está dispuesto a movilizar fondos hacia Grecia con un simple guiño es más bien equivocada. Cualquier ayuda rusa a Grecia tendrá que venir o bien del Presupuesto del Estado ruso o del Fondo Nacional de Asistencia de Rusia, o como resultado de un acuerdo comercial. El Presupuesto de 2015 ya ha sido aprobado por la Duma sin provisión alguna para Grecia, mientras que el Fondo de Asistencia sólo puede invertir (según la legislación rusa) en bonos de países con calificación crediticia de triple A. De modo que la única opción para una ayuda rusa es vía acuerdo comercial, justo lo que ha propuesto Moscú.
La ofreta rusa fue la construcción de un gasoducto que pasaría por territorio griego, transportando gas natural por la estación de Edirne, en Turquía. La construcción iría acompañada de un depósito de varios miles de millones de dólares de las reservas de Gazprom. Al mismo tiempo, Rusia propuso a Grecia unirse al banco de los países BRICS, con el cual podría negociar un préstamo con otras condiciones.
Pero el plan tiene dos escollos: Moscú debe asegurarse de que Atenas construirá el gasoducto a pesar de las presiones en contra de la UE, y Atenas espera que la participación rusa obligará a los europeos a consentir en la reestructuración de la deuda griega. La construcción del gasoducto está firmada, pero Tsipras aún no ha decidido si ejecuta el plan. En este momento, el escenario más probable prevé que Tsipras lo hará sólo en el caso de un Grexit. Sin embargo, en tal eventualidad no se sabe si todavía seguirá siendo válida la oferta rusa, dado que la vuelta a la moneda nacional debilitaría el poder de negociación de la parte griega.