
Antonio Argandoña, profesor de Economía del IESE Business School, cree que los salarios deben moverse en función de la productividad de los sectores y de la cualificación del factor trabajo. Subir los salarios en sectores de poca cualificación podría ser desastroso para los trabajadores: "Podría suponer que no lleguen a encontrar nuevos empleos".
Argandoña explica en el blog del IESE que "mantener ahora los salarios estables, con precios decrecientes, es aumentar los salarios reales y los ingresos de las familias y, por tanto, el consumo", de modo que aunque los salarios nominales no suban las familias si pueden comprar más bienes y servicios gracias al proceso deflacionario que vive la Eurozona.
Y es que "los salarios deben subir cuando aumenta la demanda de los productos o servicios fabricados, cuando aumenta su precio, o cuando aumenta la productividad de los empleados... Por eso a día de hoy no hay inconveniente en aumentar los salarios nominales un 10% para aquellas categorías, empresas o sectores en que esto fuese conveniente", explica el profesor.
Moderación salarial ¿para quién?
Aunque en algunos sectores se pueda y se deba aumentar salarios, "la moderación salarial sigue siendo necesaria cuando se trata de trabajadores poco cualificados, cuya productividad es muy baja; subir los salarios alegremente puede significar mandarlos al paro de nuevo, o que no lleguen a encontrar nuevos empleos". Esto también se puede extrapolar a los trabajadores jóvenes, "cuya productividad puede ser alta, pero no se conoce, y necesitan aprender".
Estos trabajadores que sufren una elevada rigidez salarial por su escasa cualificación deben percibir unos salarios que "se complementen con formación, experiencia, reducción de otros costes para las empresas y mejora de los ingresos mediante el Estado de Bienestar". En cuanto a los jóvenes, hay que intentar que sus salarios suban igual de rápido que su aprendizaje y según se vaya conociendo la productividad del empleado, explica Argandoña.
Para culminar, Argandoña explica que al comienzo de la crisis, el mercado laboral en España se caracterizó por ajustarse vía cantidades, es decir, despidiendo a empleados. Lo más justo y eficaz hubiera sido un ajuste vía precios (moderación salarial del conjunto de los trabajadores) para evitar una destrucción de empleo como la que se produjo al comienzo de la crisis.
"Sólo después, cuando la crisis se acentuó, empezó la moderación salarial, una de cuyas consecuencias ha sido la recuperación del empleo que ahora estamos viendo. Los alemanes bajaron los salarios y mantuvieron el empleo; nosotros no bajamos salarios y destruimos empleo".