
La saga griega abre nuevo capítulo con la solicitud de la extensión del "acuerdo de préstamo", probablemente para seis meses, que se espera que realice este jueves Atenas. Grecia ofrece estabilidad y algunos ajustes para ampliar el rescate. De esta manera, el Gobierno de Syriza y los socios de la eurozona ganan oxígeno para seguir negociando.
La eurozona evita que la conclusión este 28 de febrero de su rescate de más de 190.000 millones deje a Grecia incapaz de cubrir los 17.000 millones que tiene en vencimientos durante el próximo semestre y sus bancos, afectados por la fuga de depósitos, pierdan la liquidez del BCE. Grecia pide más fondos a su manera.
Tras una intensa ronda de llamadas entre el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, su homólogo en el Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, y el primer ministro griego, Alexis Tsipras, el Ejecutivo de extrema izquierda terminó por aceptar una "extensión del acuerdo puente", aunque no del "programa". La guerra de palabras continúa, con el Ejecutivo comunitario dando alas a la ingeniería verbal para intentar encajar los intereses helenos en la base legal del programa.
El anuncio de extensión fue recibido con escepticismo. Alemania, principal prestamista y guardián del cumplimiento íntegro de los compromisos adquiridos por Grecia, no aceptará artificios verbales. El ministro de Finanzas, Wolfgang Schaüble, insistió en que "no hay un acuerdo de préstamo, sino un programa de asistencia". "En este detalle aparentemente sin importancia está la clave: Grecia quiere recibir un crédito, pero no cumplir las condiciones que permitirían al país recuperarse", añadió.
Grecia sí está dispuesta a cumplir unas condiciones a cambio de la ayuda temporal: las suyas. Según un documento filtrado este miércoles, las promesas que hizo el ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, en el Eurogrupo del pasado lunes fueron respetar "el compromiso con los términos del préstamo", evitar acciones que "amenacen con descarrilar el marco presupuestario actual o tengan implicaciones con la estabilidad financiera" y no imponer ninguna quita. Estos compromisos saben a poco entre los europeos, como reiteró la Comisión este miércoles.
IVA y pensiones, el hueso
El vicepresidente de la institución, Valdis Dombrovskis, dijo que si Grecia quiere beneficiarse de los fondos del programa actual "debe completar exitosamente la revisión". Esto implica concluir las reformas en el apartado fiscal, el mercado laboral o las pensiones, en las que ya insistía el borrador del Eurogrupo que Atenas tachó de "absurdo".
Tsipras parece dispuesto a algunas reformas con impacto fiscal. Pero las líneas rojas para Atenas continúan siendo una subida del IVA, muy sensible para sus regiones turísticas antes de la temporada, y la reforma de las pensiones.
Dombrovskis subrayó este miércoles que la "manera más realista de progresar es una extensión del programa, que respete los compromisos y permita algo de flexibilidad", cambiando algunas medidas por otras con un impacto fiscal similar. Descartada esta opción por el Gobierno heleno una y otra vez, la clave estará en la "flexibilidad" que los europeos están dispuestos a ofrecer al revisar la extensión. Están a la espera de la solicitud griega y de saber lo que entiende Atenas por "acuerdo de préstamo". Sin embargo, los avisos lanzados por Bruselas y Berlín indican que el margen de maniobra será limitado.
Negociación del nuevo plan
Como primer filtro, el llamado grupo de trabajo del Eurogrupo decidirá este jueves si la petición griega reúne los requisitos para la extensión del programa. Si es así, el Eurogrupo se reunirá seguramente mañana, presencialmente o por teleconferencia, para debatir. Pero incluso si la eurozona consigue salvar la bola de partido de la extensión temporal, el choque de trenes que se avecina es aún mayor con la negociación del nuevo programa.
Dijsselbloem ya avisó que "no sería muy diferente" al actual, al requerir una "condicionalidad estricta". Sin embargo, lo que Varoufakis ofreció es una lista corta de reformas, con escaso efecto fiscal inmediato, como el desmantelamiento de los cárteles o la reforma judicial.
Si ambas posiciones se enrocan, Tsipras se podría ver obligado a convocar elecciones anticipadas para consultar a los griegos si quieren su programa o el de los europeos, lo que de facto supondría un referéndum sobre la permanencia en el euro. Desde J. P. Morgan su economista David Hensley advirtió que de no haber acuerdo en las próximas horas, la presión crecería y el Gobierno griego podría verse abocado a firmar un acuerdo relativamente rápido u organizar un referéndum. La vía de escape sería una rebaja significativa del objetivo de superávit primario para relajar el ritmo del ajuste, que Atenas quiere recortar hasta el 1,5% del PIB durante los dos próximos años.
Algunos ministros admiten, fuera de micrófonos, que sería posible. Dombrovskis también dejó la puerta abierta a un reajuste ante las "tendencias preocupantes" sobre la situación fiscal helena, siempre que no perjudique la sostenibilidad de la deuda griega. Pero esto será el capítulo siguiente de la saga.