
La historia de la banca europea escribe este martes un capítulo disruptivo. Arranca el bautizado como Mecanismo Único de Supervisión (MUS), donde se cederá soberanía nacional en la vigilancia de entidades en favor de un sistema continental que persigue evitar una repetición de los sustos de la crisis, sumamente onerosos para el contribuyente, y que estuvieron a punto de fracturar el mismo proyecto del euro.
Es el primer pilar de la Unión Bancaria, que progresivamente se surtirá de un instrumento para resolver problemas de entidades y de un esquema para garantizar el ahorro de clientes. El BCE se ha reforzado para la tarea.
Estaba en agenda como desarrollo del mercado del euro pero no tan rápido. Que los precipitados rescates de entidades amenazasen con convulsionar sus países, obligando a las autoridades a improvisar soluciones con muy distinta suerte, detonaron el proceso.
El 4 de noviembre queda así en los anales como el día que Fráncfort asumió de forma directa la vigilancia de 130 entidades, la más grandes. Sin embargo, la cesión no será tan radical sino progresiva y primará la coordinación en la labor inspectora. No en vano, la mayoría de las decisiones que adopte el MUS sobre nuestras entidades habrán sido valoradas o, incluso, propuestas desde el Banco de España. Y el 80 por ciento de los inspectores serán nacionales, aún cuando la función de control sea ejercida por el BCE.
Con 30.000 millones, al BCE
El MUS es un sistema integrado en el Banco Central Europeo (BCE), pero con órganos de gobierno autónomos e independiente para evitar interferencias o influencias en la política monetaria y a la inversa. Vigilará de forma directa las denominadas como 'entidades significativas', aquellas cuya zozobra puede arrastrar al país.
Los criterios para clasificarlas así, son tener un volumen de activos superior a 30.000 millones de euros, o que, sin alcanzar dicho umbral, el tamaño exceda el 20 por ciento del PIB de su país, figuren entre sus tres mayores bancos o dependa de ayudas europeas. ¿Y si no cumple? A priori la vigilancia del resto de firmas descansará, como hasta ahora, en el supervisor nacional, salvo que el MUS la reclame, algo que puede hacer en cualquier momento.
¿Qué le queda al supervisor nacional?
Sobre el papel pierde capacidad decisiva en los grandes bancos y en materia de solvencia, pero su tarea se multiplica y amplía otras responsabilidades. El Banco de España mantendrá plenas competencias en las entidades pequeñas, entidades de pago, sociedades de garantía recíproca, establecimientos financieros de crédito, tasadoras, fundaciones bancarias -las antiguas cajas- y la Sareb o banco malo.
En cuanto a las materias, se ocupará de la protección al consumidor, tendrá potestad para desarrollar la regulación bancaria y sancionadora, salvo en infracciones sobre normativa europea o cuando impliquen la imposición de multas.
El organismo dirigido por Luis María Linde evaluará la pertinencia de aprobar el inicio de actividad de una entidad, revocar autorizaciones o si un banco o inversor quiere adquirir otra entidad o una participación significativa. El procedimiento le obliga a elevar al MUS su propuesta, si bien es esperable que se haga valer su influencia.
Normas de juego iguales
El MUS persigue mejorar la supervisión y acabar con la fragmentación que liga a un banco a la solvencia de su país cebando un círculo pernicioso que durante la crisis ha provocado, por ejemplo, que una pyme pague aquí más del doble que otra en Alemania por el mismo crédito.
Disponer de un marco común implicará el mismo campo de juego, con reglas idénticas. Por eso, las medidas relativas a la solvencia serán competencia exclusiva el esquema europeo. Trabajará, en coordinación con los 30 supervisores nacionales, para homogeneizar políticas y procedimientos de inspección. En el nuevo escenario se espera instrucciones similiares, por ejemplo, en materia de dividendos y tratar de unificar criterios como la ponderación de los activos ponderados por riesgo (APR's) a la hora de cocinar los ratios de recursos propios.
La homologación absoluta es imposible, al menos, en el arranque por la coexistencia de normas locales. Un caso claro son los activos fiscales diferidos, que en España o Italia se encuentran avalados, pero no ocurre así en todos los países.
El poder del país se diluye
El MUS nace con un sistema de gobernanza específico que debería evitar influencias interesadas de los países. Las decisiones las adopta un Consejo de Supervisión, integrado por seis miembros del BCE (presidenta, vicepresidente y cuatro vocales), y 19 representantes de los Estados -uno por cada país, en el caso de España, el subgobernador del Banco de España-. Cuando emite una decisión la eleva al Consejo de Gobierno del BCE, que podrá aceptarlo o rechazarlo, sin capacidad de enmendar las resoluciones.
En todo caso existe un panel de mediación para solventar discrepancias y una comisión donde pueden apelar las personas o entidades afectadas. Participar en estos procesos ha obligado al Banco de España a reforzar departamentos para profundizar en el conocimiento de los sistemas de otros países, sobre los que también decidirá.
La inspección en los grandes
Las entidades significativas serán controladas por equipos mixtos de inspectores, con entre cinco y una cuarentena de efectivos. La mayoría serán profesionales nacionales, junto a los designados por al BCE -uno por cada tres o cuatro españoles- y otro por cada supervisor donde fije filiales. El coordinador será del BCE, pero la capacidad de influencia del supervisor nacional es alta. En caso de discrepancia, el Banco de España podrá elevar su opinión y que el MUS decida.