
En un momento en que los niveles de popularidad del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tocan nuevos mínimos, alrededor de 230 millones de estadounidenses acudirán a las urnas para decidir la composición del Capitolio. Con la Cámara de Representantes ya garantizada, los republicanos podrían arrebatar el Senado a los demócratas, un hecho que pondría una mayor presión sobre la Casa Blanca a la hora de aprobar cualquier tipo de inciativa que requiera el apoyo de ambas Cámaras. Asuntos como la reforma del código tributario, el salario mínino o la reforma migratoria serán presa de un contexto político con las miras puestas ya en las presidenciales de 2016.
Las urnas, que según los últimos sondeos favorecen a los republicanos en la Cámara Alta, dictarán el futuro de 36 escaños en el Senado. El partido de la oposición necesita hacerse con seis puestos más de los 45 que ya regentan para aniquilar a los demócratas en el Capitolio. En estos momentos, los republicanos se harían con Dakota del Sur, West Virginia, Montana y llevan una ventaja en Arkansas, Alaska, Colorado, Iowa, Lousiana, New Hampshire y Carolina del Norte. Aún así necesitarían un comodín en el caso de que el independiente Greg Orman se haga con la victoria en Kansas y la demócrata Michelle Nunn gane en Georgia.
Los 435 escaños de la Cámara de Representantes así como 36 gobernadores también serán elegidos durante la jornada de hoy, un día que mucho definen como un referéndum para la política del presidente Obama. El inquilino de la Casa Blanca ha visto como muchos candidatos al Senado de su partido, como la propia Nunn, le han dado la espalda en un momento en que según la última encuesta de ABC News/Washington Post, sólo el 44 por ciento de los ciudadanos cuentan con una opinión favorable sobre el mandatario.
Según distintas fuentes citadas por diversos medios estadounidenses, el presidente demócrata ya podría estar tramando como entablar negociaciones con los republicanos para alcanzar acuerdos que garanticen una reforma del código fiscal, la renovación de las ayudas a los desempleados o el incremento del salario mínimo en EEUU.
Dicho esto, la realidad podría ser distinta e invitar a dos años de pasividad legislativa. "Los republicanos podrían interpretar sus victorias como una señal de que no se requieren tomar medidas en ninguno de estos frentes", señala Richard V. Reeves, director de política económica del Centro para la Familia y la Infancia además de experto de la Brookings Institution. Sin embargo, para Reeves, un Capitolio en poder de los republicanos pondrá mayor presión para que el partido apruebe algunas reformas "en respuesta a la creciente ansiedad sobre la salud económica de la clase media estadounidense".