Economía

El regreso de Angela Merkel a Europa

La gran pregunta que se hace Europa es dónde invertirá Merkel su enorme potencial político.

No está del todo claro quién -si Franklin Delano Roosevelt o Peter Parker (Spiderman)- fue el primero en decir que "un gran poder va acompañado de una gran responsabilidad", pero es una máxima perfectamente aplicable a la canciller alemana Angela Merkel. La resonante victoria de Merkel en las recientes elecciones generales de Alemania le concede un mandato del que pocos de sus colegas dirigentes mundiales disfrutan hoy en día. En un país obsesionado por los costos que la crisis del euro puede infligir a sus ahorradores, el partido anti-euro Alternativa para Alemania recibió menos del cinco por ciento del voto popular, lo que atribuye a Merkel una fuerza política excepcional. Incluso el hecho de que su Unión Demócrata Cristiana, de centro derecha, no llegara a conseguir la mayoría parlamentaria absoluta es, pese a las apariencias, una bendición.

La gran coalición con el Partido Socialdemócrata, de centro izquierda, que probablemente forme contará con una abrumadora mayoría de 503 de los 630 escaños del Bundestag. El resto de Europa llevaba varios meses (al menos) esperando el resultado de esas elecciones. Ahora la gran pregunta es dónde invertirá Merkel su enorme capital político. Su opción muy bien podría dar forma al futuro del continente. Europa está en mejores condiciones que hace un año, pero aún afronta un futuro incierto. La recuperación económica es innegable, los desequilibrios exteriores se han reducido y las disparidades en los tipos de cambio reales han disminuido, pero el PIB agregado por habitante sigue siendo inferior a los niveles de 2007.

En Grecia, la renta por habitante sigue estando en torno a su nivel de 2000; en Italia, sigue en torno a su nivel de 1997. Además, la Europa meridional está plagada de desempleo en gran escala y los niveles de deuda siguen siendo peligrosamente elevados. Sobre ese fondo, una estrategia consiste en confiar en que la curación seguirá avanzando, pero sigue habiendo riesgos importantes. Algunos de ellos son financieros: el camino por el que avanzar será accidentado para los mercados y un regreso de la aversión al riesgo podría afectar pronto a los países más frágiles de la UE. Otros son económicos: salvo que haya una aceleración del crecimiento duradero (que sigue mostrándose esquiva), los objetivos de aumento de la competitividad y del logro de la sostenibilidad de la deuda siguen sin armonizar. Y otros son políticos: aunque los ciudadanos han demostrado su compromiso con el euro, en varios países las coaliciones que gobiernan son precarias y el populismo va en aumento.

Hasta que se proyecte claramente una vía de vuelta a la prosperidad, seguirán existiendo esos riesgos. Así, pues, la pregunta para Merkel es la de qué estrategia debe elegir para reducir al mínimo los riesgos. Comencemos por lo básico. Merkel podría ayudar primero a restablecer la confianza en los fundamentos económicos de Europa. Piénsese en el mercado único de bienes, servicios y capitales: la famosa columna vertebral de la integración económica. Actualmente no está en buena forma. El mercado único de le energía, por ejemplo, es disfuncional; de lo contrario, Alemania no construiría centrales solares, que, en cambio, se construirían en la Europa meridional. El mercado digital no está unificado y los mercados de capitales se han fragmentado. Hasta que se haya hecho una seria labor de reparación, no puede haber confianza en Europa.

En segundo lugar, Merkel podría contribuir a restablecer la confianza en las instituciones políticas. La crisis de la zona del euro ha debilitado el sistema de gobernación de Europa. El BCE ha resultado ser una institución fuerte, pero la CE y el Eurogrupo no han demostrado estar a igual altura ante unas condiciones difíciles. En esas circunstancias, Alemania y otros países podrían enviar una señal potente nombrando a personas excepcionales para la próxima CE. Una Comisión fuerte no es la solución, pero es una condición previa para resolver problemas.

En tercer lugar, Merkel debe contribuir a restablecer la esperanza en la Europa meridional. Al contrario de los prejuicios existentes, los europeos meridionales han desempeñado en gran medida su papel. Han logrado una consolidación fiscal y muchos han aplicado importantes reformas estructurales. Ahora necesitan capital e inversión para fortalecer sus sectores de bienes comerciables y también que la demanda exterior fomente el aumento de las exportaciones. En Alemania hay mentes lúcidas que reconocen que el ajuste es un proceso de dos direcciones. Es urgente aplicar mecanismos que fomenten el regreso de los capitales privados a la Europa meridional y sostengan la demanda de Alemania y de la Europa septentrional.

En cuarto lugar, la reforma del sistema del euro no ha concluido. Continúan los debates sobre la unión bancaria y Alemania se muestra reacia a mutualizar el riesgo, pero la separación del riesgo bancario del riesgo soberano entraña la necesidad de que el respaldo sea común a todos.

Además de una unión bancaria, una unión monetaria eficaz puede requerir un mecanismo de resolución de la deuda soberana o un presupuesto común. Son cuestiones para el debate, pero una cosa debe quedar clara: la zona del euro no debe ir encaminada a lograr lo mínimo necesario en condiciones favorables, lo que expondría a sus dirigentes a las acusaciones de una deficiente planificación en caso de nuevas crisis. Al contrario, debería lograr el mínimo necesario para mantener la capacidad de resistencia.

Por último, ya es hora de que Alemania, el país que inventó el concepto de unión política europea, le dé forma. La idea de que la unión monetaria daría a luz a una unión política resultó ser falsa, pero la idea de que la unión monetaria requiere un grado de solidaridad que sólo se puede sustentar con alguna forma de unión política ha quedado justificada. El de plasmar ese concepto abstracto en la realidad es el más difícil de todos los imperativos que ha impuesto la crisis. En ese aspecto es en el que el capital político de Merkel tendrá la mayor importancia.

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