Después de que España pidiese formalmente el rescate al sector bancario, muchas voces apuntan a que estas ayudas no serán suficientes y que, tarde o temprano, el Gobierno de Mariano Rajoy se verá obligado a solicitar el una intervención global. Mientras, los Estados que sí han sido rescatados, avanzan entre los recortes y la recesión.
Más de dos años después del primer rescate, Grecia sigue en el largo túnel de la recesión, sin que los sacrificios ciudadanos tengan resultados visibles. Lo mismo se puede aplicar a Irlanda, el segundo país en probar la medicina de la intervención, donde la inquietud por el futuro dio paso a la resignación en la calle y obligó a la clase política a hincar la rodilla ante Bruselas.
En cuanto a Portugal, tercer auxiliado, los ajustes de la troika han provocado que el paro se desboque, los sueldos bajen, los servicios empeoren y el IVA del agua y del gas suba al 23%.
A cambio, los tres países avanzan en la reducción del déficit público y en la contención de los precios al consumo, además de haber flexibilizado el mercado laboral y el sector público. Eso sí, rebajar la deuda es una asignatura pendiente.
Emigración griega
Los griegos comparan la presencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) en su país con la ocupación alemana que sufrieron en la II Guerra Mundial. Llevan ya más de dos años bajo la lupa de la troika y no ven luz alguna en el horizonte. Y, aunque Grecia recibirá 240.000 millones de euros en total, el nivel de vida y el poder adquisitivo del ciudadano sufren un batacazo sin precedentes.
Lo que más llama la atención es el índice de paro. La tasa de los desempleados en Grecia no superaba el 10-11 por ciento desde los años de la transición. Sin embargo, hoy el paro bate récord tras récord al alza, haciendo realidad las pesadillas de los más pesimistas, superando el 22 por ciento. Los más afectados son los jóvenes y los recién llegados al mercado laboral, que ven cómo el salario mínimo se rebaja hasta en un 32 por ciento.
Las empresas del sector privado que contratan a jóvenes y que cumplen con sus obligaciones de seguro y de abono puntual de los salarios se cuentan con los dedos de la mano. La regla es que trabajen más horas y cobren menos, muchos de ellos, sin Seguridad Social y sin ninguna protección jurídica contra la voluntad de la empresa, que tiene "permiso para despedir" sin más explicaciones. De hecho, la cantidad de gente, básicamente jóvenes, que piensan irse al extranjero y los que ya lo han hecho trae memorias de otras décadas.
Mientras los salarios y las pensiones bajan, los precios en el mercado del barrio tiran hacia arriba. La gasolina cuesta 1,80 euros, un precio más alto que el equivalente cuando el precio del barril superaba los 100 dólares. Aunque a eso ha contribuido también el aumento del IVA al 23% para cada tipo de servicios, la paradoja de los altos precios y los salarios bajos siguen siendo una originalidad puramente griega. La rebaja salarial, además, provoca que cada día más gente recurra a las comidas gratuitas que ofrece el Ayuntamiento de Atenas y de otras ciudades.
El sentir de la calle es unánime: dos años rescatados y el sufrimiento es mayor que antes de recibir apoyo de los socios internacionales.
Irlanda, alumno aventajado
Lo más cercano a las protestas de Atenas que Irlanda ha vivido es el ruido del pub. Al ser los segundos en tragar la purga de austeridad de la troika, los irlandeses pronto abandonaron la defensa numantina y perdieron las ganas de luchar.
El sentimiento se mantiene casi 20 meses después de que el Tigre Celta se convirtiese en un animal herido al cuidado internacional, y las heridas se dejan ver en cada rincón de la República. Las grúas que hasta 2007 convertían el paisaje en un profundo bosque de acero han dejado paso a bloques fantasma, espacios deshabitados que reflejan el tamaño de una burbuja que, cuando reventó, provocó algo más que una crisis inmobiliaria. Y es que, como en España, el cáncer se extendió en el mercado de la propiedad, pero el tumor que acabó dejando a la economía en estado terminal germinó en la banca.
De ahí la frustración de una ciudadanía que entiende que el rescate fue para los bancos. A pesar de que en 2010 Bruselas se había negado a la recapitalización directa que ahora admite, el irlandés medio considera que si gigantes como Allied Irish, Anglo Irish o Bank of Ireland no hubiesen probado estar hechos de papel, los más de 30.000 millones de austeridad directa impuestos por el Gobierno habrían sido innecesarios. No en vano, la cantidad destinada a evitar el colapso de las entidades financieras ronda los 62.000 millones, un montante ligeramente inferior al comprometido por los acreedores de Bruselas y el FMI.
La evolución, de momento, es positiva. Los objetivos de reducción de déficit se están cumpliendo y la de Irlanda está probando ser la historia de un rescate eficaz. Tanto, que por primera vez la testarudez inicial con la que el ciudadano recibía cualquier referéndum relacionado con la UE ha dado paso ahora a una desanimada aceptación.
Sin embargo, el precio es alto. Sólo en el sector público, el tijeretazo eliminará el 12 por ciento de la plantilla y la emigración vuelve a ser la opción de referencia para la generación de jóvenes mejor formados del apenas siglo de trayectoria independiente. Aun así, la única protesta del irlandés medio es la que practica desde hace décadas: el legítimo derecho a la queja en el pub.
'Tijeretazo' a la portuguesa
Un año después de ser rescatados por la troika, los ciudadanos portugueses padecen en el día a día las severas condiciones del préstamo de 78.000 millones de euros que ha salvado al país de la bancarrota. ¿A qué precio? Por ejemplo, al de desayunar o comer en un bar o restaurante y pagar el 23 por ciento de IVA, un impuesto que afecta a bienes tan precisos como los pañales, los refrescos o los yogures. Y también a la electricidad y el gas, que ya a finales de 2011 pasaron a estar gravados con un 23% de IVA, desde el 5% anterior.
Uno más de los tijeretazos del Gobierno luso para reducir el déficit, como mandan la UE y el FMI, al 3% en 2013, pero que ha asestado un duro golpe a la restauración. La mayoría de negocios, para subsistir, ha recurrido a los despidos de empleados, las bajadas de precios y los menús más baratos.
El caso de la hostelería no es aislado, ya que, tras un año de recortes, la población está exhausta, tal y como reconocía hace días el ministro de Finanzas portugués. El desempleo, por ejemplo, se ha desbocado: del 10,4 por ciento de parados que había en 2010, el país ha pasado a una tasa insólita del 15,2 por ciento, y aún subirá el próximo año al 16 por ciento. En el primer trimestre había 819.300 parados.
Para los afortunados trabajadores, la situación es mejor, pero a cambio de cobrar uno de los salarios mínimos más bajos de la eurozona (485 euros), un sueldo medio inferior a la media europea (17.000 euros), estar sujetos a una reforma laboral que abarata el despido, prevé horas extras gratuitas y recorta los festivos. Según los últimos datos de la Seguridad Social, hay 605.000 portugueses que ganan el salario mínimo nacional, y el Instituto Nacional de Estadística confirma que el poder de compra de los ciudadanos es un 23% inferior al europeo, lo que se debe, sobre todo, a los bajos sueldos de los jóvenes, los más afectados por el desempleo (36%).
Un panorama igual de desolador que el de los funcionarios, que han perdido sus pagas extras de verano y Navidad, o el de los jubilados, que en principio iban a recuperar las extras en 2013, pero ya no está claro. Además, el pasado día 6 de abril, el Gobierno echó otro jarro de agua fría al anunciar que se suspenden las jubilaciones anticipadas hasta 2014, para no "empeorar la sostenibilidad de la Seguridad Social".
Desde enero, una consulta médica cuesta cinco euros, las de especialistas son aún más caras y, para ir a urgencias, hay que desembolsar 20 euros (antes 10).
Los transportes públicos funcionan peor y son más caros. ¿Y qué decir de la gasolina? Por encima de los 1,75 euros por litro en algunos puntos. Desde que empezó 2012, la de 95 octanos acumula una alza de 15 céntimos (1,67 euros por litro).
Las hipotecas ni se quieren ni se conceden ni se pueden pagar, así que el alquiler gana terreno a la compra: quienes pueden pagarse la casa prefieren guardarse los ahorros.
Las privatizaciones están a la orden del día: además de la compañía eléctrica EDP -ya vendida- están en el listado Correos, la línea aérea TAP y el canal de televisión RTP. Eso sí, todos estos sacrificios han asegurado a Portugal el próximo pago del rescate, en julio.