
La permanencia de Grecia en el euro pende de un hilo. Y ese hilo, además, está sostenido por el Banco Central Europeo (BCE). La banca griega depende casi completamente de la liquidez de emergencia del Banco de Grecia (que además asume los riesgos), pero la última palabra la tiene Mario Draghi, lo que le otorga un enorme poder frente al gobierno griego, que difícilmente podrá seguir en el euro si no cumple lo pactado con la troika.
La pasada semana, saltaron las alarmas tras anunciarse que los griegos estaban retirando miles de millones de euros de los bancos del país heleno y tras conocerse que el BCE había suspendido las operaciones monetarias normales a varias entidades por las pérdidas provocadas por la quita, forzándolas a recurrir a la ventanilla de emergencia, la ELA (Emergency Liquidity Assistance), es decir, al propio Banco de Grecia.
El uso de esta liquidez de emergencia para ayudar a la banca ha sido habitual desde el comienzo de la crisis de la Eurozona. Diferenciada de las operaciones de liquidez normales, y pensada como un ayuda temporal de los propios países a sus bancos en problemas, se ha convertido en un auténtico salvavidas para el sistema financiero, especialmente en Irlanda y ahora en Grecia. Sin embargo, en última instancia dependen del BCE, lo que le da un gran poder sobre los gobiernos con bancos en problemas.
Hasta 100.000 millones
Estas inyecciones de liquidez llevan produciéndose meses, según informa el diario británico Finacial Times, que asegura que ya hace un año que los bancos helenos están siendo alimentados por el banco central de Grecia con préstamos de emergencia aprobados "en secreto" por el supervisor europeo.
El importe no ha sido revelado, aunque en su último informe el BCE mostró un inesperado incremento bajo el epígrafe llamado "otras peticiones de las instituciones de crédito de la zona euro", que de acuerdo con el rotativo británico incluía el dinero prestado a través de dicha línea de crédito.
Analistas de Barclays creen que Grecia ha recibido en torno a 96.000 millones de euros, a los que habría que sumar los 41.000 millones de Irlanda y 4.000 millones de Chipre, con lo que la cantidad sería incluso mayor de lo que figuraba en el informe del BCE: 121.000 millones.
Más riesgo para Grecia, menos para la Eurozona
La importancia de esta liquidez de emergencia radica en que los riesgos se trasladan del conjunto del Eurosistema al banco central nacional, en este caso el griego, por lo que los daños para la Eurozona en caso de que Grecia abandonara la moneda única son menores.
En teoría, no hay límites para esta ayuda (de la que por otro lado apenas da información el BCE), pero toda aquella que supere los 500 millones de euros debe ser aprobada por el Consejo de Gobierno del BCE, y puede ser eliminada si dos terceras partes de los 23 miembros del consejo se oponen.
Así, los bancos griegos tienen una extrema dependencia de la financiación del BCE. Una situación que se asemeja a la vivida por Irlanda en 2010 cuando el banco central utilizó su posición para forzar al país a aceptar el rescate internacional.
La semana pasada se apuntó que detrás de la decisión del BCE de suspender las operaciones normales de financiación con algunas entidades griegas había una razón "no oficial": la incertidumbre política, después de las elecciones fallidas del 6 de mayo y de la incapacidad de los distintos partidos de formar un gobierno de coalición.
Los griegos decidirán bajo la sombra de Draghi
¿Hasta cuándo mantendrá con vida Draghi a la banca griega? Probablemente, al menos hasta la situación política se clarifique. Las últimas declaraciones de varios altos cargos de Bruselas, apuntando a que el futuro de Grecia estaba en las elecciones, apuntan a ello.
"Cortar el ELA sería la forma de empujar a Grecia fuera de la Eurozona, si eso es lo que se quiere o si realmente Grecia quiere dejarla. Pero no creo que el BCE vaya a tomar esa decisión", explicó al FT el analista Laurent Fransolet, de Barclays. "Creo que el BCE irá a los poderes políticos y les obligará a tomar una decisión".
Pero precisamente es esta ambigüedad la que da el poder a Draghi sobre los políticos. Una amenaza similar en 2010 a Irlanda, cuya banca se convirtió en adicta a la ELA, forzó al país a pedir un rescate internacional. Ahora la amenaza es mayor y podría suponer el fin de Grecia como miembro de la Eurozona si no se pliega a las exigencias del plan de rescate.
Todo un aviso para los partidos y los votantes que aseguran querer seguir en el euro pero sin cumplir las condiciones del rescate. Lo pidiera o no lo pidiera Alemania, los comicios del 17 de junio son un auténtico referéndum sobre la voluntad helena de permanecer en el euro.