Economía

Merkel se queda sola en su obsesión por imponerle a todos la austeridad alemana

La canciller alemana Angela Merkel. Imagen: Archivo

A marchas forzadas pierde aliados la conservadora Angela Merkel, canciller alemana y principal impulsora de las políticas de austeridad en el Viejo Continente. Apenas puede contar en sus filas con los Gobiernos de Finlandia y Austria, dos pesos pluma en el cuadrilátero europeo. Luxemburgo, el otro Estado presupuestariamente virtuoso de la zona euro, tiene una influencia tan escasa como su tamaño. Así las cosas, algo está cambiando en Europa cuando hasta Draghi insinúa un cambio de estrategia...

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, el hasta ahora principal apoyo de Merkel, vive sus horas más bajas tras quedar segundo el pasado fin de semana en la primera ronda de las presidenciales francesas. Y el Gobierno de Holanda, el sabueso más ladrador en defensa de la ortodoxia, acaba de caer precisamente por su incapacidad de lograr los apoyos necesarios para sanear sus arcas públicas.

Da alas a la izquierda...

En países como España, Portugal, Grecia o Irlanda -condenados a unos recortes drásticos que amenazan con agravar su actual agonía y frustrados por considerar tacaño el apoyo que les presta Alemania para evitar la quiebra- comienza a soñarse con que una posible victoria del socialista François Hollande también en la segunda vuelta de las elecciones galas convierta al nuevo presidente francés en un libertador de los dictados de Berlín.

En Madrid ya se especula con que si Merkel no levanta el pie del acelerador de la austeridad o, lo que es lo mismo, no levanta la bota del cuello de Mariano Rajoy, el presidente español terminará por caer. Una victoria de Hollande en Francia y la asfixia de Rajoy en España podría generar una dinámica que devuelva en España el poder a los socialistas liderados por Alfredo Pérez Rubalcaba. Y como no es posible descartar el ascenso de los socialdemócratas alemanes en los comicios federales del año que viene, el mapa político europeo podría cambiar del azul dominante en la actualidad a un rojo que a día de hoy brilla por su escasez.

Visto el desarrollo de la crisis actual, que en Europa ya se prolonga a lo largo de un lustro y amenaza con completar toda una década perdida, el ascenso de la izquierda no parece que sirva para calmar los temores de mercados e inversores internacionales. Y aún más inquietante es el vigor que cobra la extrema derecha anti europea en Francia o en Holanda, países cuyos electores tumbaron hace menos de una década el malogrado proyecto de Constitución europea.

...y a la extrema derecha

Por mucho que Bruselas se esfuerce en subrayar que la política de austeridad no espolea los extremismos por cuanto ni Francia ni Holanda son países sometidos a los tijeretazos impuestos por las operaciones de rescate que supervisan en Irlanda, Grecia y Portugal la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo cierto es que el Ejecutivo holandés ha caído al retirarle su apoyo la formación xenófoba que se opone a sanear los presupuestos tan rápido como reclama Europa. Y que una de las razones de la impopularidad de Sarkozy son los recortes ejecutados -y los que irremediablemente vendrán tras las elecciones- para recuperar la confianza de los inversores y contener el déficit público según exige Bruselas.

Tanto La Haya como París deben cerrar 2013 con sus respectivos déficits en un nivel equivalente, como máximo, al 3 por ciento de sus productos interiores brutos (PIB). Y nadie apuesta a estas alturas a favor de que vayan a cumplir el plazo. Según los datos publicados esta misma semana por Eurostat -el organismo comunitario responsable de recopilar, verificar y publicar de manera armonizada las estadísticas de los veintisiete países de la UE-, Francia arrojó un déficit del 5,2 por ciento en 2011 y Holanda, del 4,7 por ciento. El desfase francés alcanzó su techo en 2009 al registrar un déficit del 7,5 por ciento. Y el holandés sufrió ese mismo año un agujero negro del 5,6 por ciento.

El Tratado de la austeridad

Hollande disparó las expectativas de las víctimas del rigor de Merkel cuando en plena campaña electoral prometió renegociar el recién firmado Tratado europeo que graba sobre el mármol la política de austeridad que Merkel exige a cambio de la ayuda que presta a los países en apuros: fondos de rescate, intervenciones del BCE en el mercado de la deuda, etcétera. Hollande pretende hacer hincapié no sólo en el rigor presupuestario, sino también en impulsar el crecimiento y el empleo.

Fuentes comunitarias consultadas por elEconomista admiten que el péndulo está cambiando de orientación: desde el extremo de la austeridad hacia el del crecimiento y el empleo. Pero que ni siquiera Hollande, por muy presidente francés que pueda llegar a ser en los próximos días si definitivamente derrota a Sarkozy, podrá hacerlo oscilar del todo hasta que Francia haya logrado colocar su déficit público por debajo del 3 por ciento de su PIB, como exigen las reglas europeas.

De momento, todo lo que ha logrado Hollande es generar incertidumbres sobre la viabilidad del Tratado firmado a principios de año, pero que hasta hoy sólo ha ratificado Portugal. En Irlanda, que debe someter la ratificación a un referéndum, crecen las dudas sobre la convocatoria del mismo puesto que ahora no está claro si el texto será modificado.

Ahora bien, en Bruselas se descarta que Hollande pueda provocar cambios de calado. Es muy difícil que Merkel acepte reabrir la negociación, de modo que la opción más probable es que al Tratado fiscal se le añade algún protocolo o declaración suficientemente ambiguo como para que el socialista francés pueda cantar victoria sin que la conservadora alemana tenga que admitir que han aguado sus exigencias.

Calendario apretado

El socialista francés choca con un calendario muy apretado. Si gana la segunda vuelta de las presidenciales en mayo, se tendrá que consagrar en cuerpo y alma a las legislativas para evitar que sus planes queden desbaratados antes del verano por una cohabitación: un jefe del Estado de izquierdas, frente a un Ejecutivo y un Legislativo de derechas.

Si Hollande sale vivo de ambas citas electorales -presidenciales y legislativas-, le quedará apenas medio año para ganarse el corazoncito de Merkel. A medida que se acerque el final de 2012, la conservadora se irá sintiendo cada vez más invadida por el vértigo de las elecciones de 2013 en las que se juega su reelección. Y si se ve acorralada por sus socios europeos y su opinión pública, existe el riesgo de que se radicalice y defienda como gato panza arrriba.

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