
Los sondeos apuntan a que un 30% de los franceses votará por la extrema derecha o izquierda decepcionados por la campaña. Pero a los galos les gusta mantener cierto suspense en las grandes citas electorales como forma de negar que la partida ya esté jugada. Y es que los sondeos dan una ventaja suficiente a Nicolas Sarkozy y François Hollande como para pensar que su pase a la segunda vuelta está casi asegurado.
Pero en Francia nada está jugado de antemano como demostró Jean Marie Le Pen en 2002, y la sorpresa viene de la mano de los partidos a los extremos del espectro político.
La extrema derecha de Le Pen y la extrema izquierda de Jean Luc Mélenchon suman el 30% en intenciones de voto y se han convertido en la tercera y cuarta fuerza política, incluso por delante de los centristas. El candidato de centro-derecha François Bayrou, el tercer hombre en los comicios de 2007, ha quedado relegado al quinto puesto. Su discurso de austeridad y realismo económico seduce a pocos franceses.
El tercer hombre
Toda campaña electoral gala que se precie tiene un tercer hombre sorpresa y en esta ocasión se trata del candidato del Frente de Izquierda, Jean Luc Mélenchon. Exsocialista demasiado a la izquierda para su antiguo partido, se alió con los comunistas y gracias a sus dotes de orador reconocidas por sus rivales se ha convertido en la sensación de la campaña. Los sondeos le dan 13 a 15% de intenciones de voto. Según una encuesta del instituto BVA, el 60% de los galos piensa que es el candidato que mejor representa el cambio.
Mélenchon propone una subida inmediata del salario mínimo a 1.700 euros netos para una semana de trabajo de 35 horas, la jubilación a los 60 años con derecho a cobrar una pensión máxima, instaurar un salario máximo para los empresarios y gravar al máximo lo ingresos superiores a los 360.000 euros anuales. En materia de política europea, está a favor de renunciar al Tratado de Lisboa y negociar un nuevo pacto.
Aunque buena parte de sus propuestas es juzgada como inaplicables por analistas políticos y económicos, tanto Hollande como Sarkozy le han tomado prestadas algunas ideas. Hollande, con su propuesta de subir los impuestos a los más ricos y gravar al 75% los ingresos superiores al millón de euros. Sarkozy, con su anuncio de perseguir a los exiliados fiscales y exigirles que paguen impuestos en Francia, una promesa que Mélenchon formuló antes que el mandatario galo.
"¡Es un triunfo! El presidente retoma una solución propuesta por el Frente de Izquierda sobre los desertores fiscales", exclamó hace unos días el candidato de extrema izquierda en un comunicado en el que también destacaba su influencia sobre ciertas promesas de Hollande.
Este discurso seduce a la izquierda, cuyo voto Hollande necesita para asegurar su victoria. "El electorado de Jean Luc Mélenchon está ahí para lanzar un mensaje al candidato socialista de que debe dar un giro a la izquierda", estima Eric Heyer, analista del Observatorio francés de Coyuntura Económica.
Heyer cree que en el fondo, el éxito de Mélenchon beneficia a Hollande, pues parte de sus electores votará por el socialista en segunda vuelta. No es el caso de los votantes de Marine Le Pen, quien reemplazó a su padre Jean Marie a la cabeza del Frente Nacional, el partido de extrema derecha francés.
Los sondeos le dan entre 13 y 15% de intención de voto, aunque apuntan a que sus electores suelen abstenerse en la segunda vuelta. Le Pen propone salir del euro, "un paréntesis de diez años" , un "proteccionismo inteligente, como el que aplican ciertos países de América del Sur", y reducir a cero la inmigración. En una entrevista con Les Echos, aseguró que "necesitamos un poco de inflación en nuestra economía" para luchar contra el desempleo en masa.
¿Cómo explicar que un tercio del electorado francés se vuelque a favor de estos candidatos? "La fractura ya no está entre derecha e izquierda, sino entre los extremos y las fuerzas tradicionales", explica Eric Heyer. Un desajuste que, según este analista económico, se debe a que no hay grandes diferencias entre las dos grandes propuestas.