Hubo un tiempo en que la inversión española fluía por decenas de miles de millones de euros en dirección a Latinoamérica. Era finales de los noventa y la saturación de algunos mercados domésticos había obligado a los gobiernos de Sudamérica a privatizar sectores estratégicos -telecomunicaciones, energía o banca- y a modificar sus leyes para otorgar igualdad de condiciones a las empresas domésticas y a las extranjeras.
La apertura de puertas al otro lado del charco coincidió con un periodo de especial prosperidad de la empresa española, que empezaba a adivinar el negocio que se escondía más allá de la Península Ibérica.
La década dorada
La confluencia de ambos factores convirtió a Latinoamérica en el destino favorito de la inversión española durante un periodo que duró algo más de un lustro y que se dio en llamar la década dorada de las relaciones económicas entre España e Iberoamérica.
El flujo de recursos llegado a la región en ese periodo rondó los 100.000 millones de euros -sustanciados por aquel entonces en pesetas- y situó a Latinoamérica en el centro de las estrategias de expansión exterior de las grandes corporaciones empresariales domésticas: Telefónica (TEF.MC), en el mercado de las telecomunicaciones; Repsol YPF (REP.MC), en el ámbito energético; Dragados (ACS.MC), en la realización de infraestructuras; y BBVA (BBVA.MC) y SCH (SAN.MC), en el mercado financiero, según detalla Sofía García, experta del Centro de Estudios Latinoamericanos (Cesla).
El área llegó a capitalizar, en 1999, el 63,58 por ciento del total de la inversión exterior neta española.
Miedo al populismo
Un año antes de este hito, el comandante Hugo Chávez había accedido a la Presidencia de la República de Venezuela. Luego llegarían Evo Morales, en Bolivia; Daniel Ortega, en Nicaragua; o Rafael Correa, en Ecuador, dando cuerpo a lo que se ha dado en llamar la nueva izquierda latinoamericana. Un movimiento político-social que, en lo económico, ha optado por un nacionalismo que aspira a recuperar los recursos naturales presuntamente expoliados por el capital extranjero durante el aperturismo de finales de los noventa.
La nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia, que impactó directamente sobre los intereses de Repsol YPF, es uno de los ejemplos más emblemáticos de esta nueva forma de hacer, que ha tenido como principal consecuencia la espectacular contracción de las inversiones españolas en la región.
La inversión cae en picado
Lo que en 1999 fueron 28.000 millones de euros en inversiones directas de España en Latinoamérica el año pasado se quedaron en apenas 1.800 millones de euros, la cantidad más baja desde 1996. La diferencia implica una caída de la inversión directa de España en la región del 93,5 por ciento.
En términos porcentuales, el desplome es todavía más evidente. Porque en ese año 1996 los recursos transferidos hacia la región supusieron el 45,55 por ciento de la inversión total española en el exterior, pero el año pasado -con España ya abiertamente convertido en un actor principal del comercio internacional- Latinoamérica apenas recibió el 3 por ciento de la inversión exterior doméstica.
Según el Cesla, la situación de hoy es tan difícil que existe una duda cierta en los mercados sobre la permanencia del capital español en la región durante muchos años más.
La curva de la inversión española en el área es, como mínimo, para ser cauto. En 2004, 6.251 millones de euros; en 2005, 4.617 millones de euros; en 2006, 1.820 millones de euros. Según los datos oficiales del Registro de Inversiones Exteriores, entre 2005 y 2006 la inversión se desplomó un 60 por ciento.
Nadie quiere invertir en unos países que cambian las reglas del juego a su antojo y que no ofrecen un horizonte de estabilidad.
¿Permanecer o emigrar?
Ante este contexto, las empresas españolas deben decidir entre quedarse en la región y preservar sus intereses, aún a costa de exponerse a los cambios jurídicos que les impongan los gobiernos y a las previsibles pérdidas patrimoniales que les conllevarán, asegura el Cesla.
La otra opción, emigrar, tampoco está exenta de riesgos, ya que muchas empresas han realizado grandes inversiones para configurarse como actores principales en la región. "Las multinacionales españolas en adelante deberán aumentar sus previsiones en los balances, de cara a mitigar las posibles consecuencias adversas (devaluaciones, inflación, nacionalizaciones...) en sus negocios.