Economía

La inflación española, un problema atómico

La evolución de la cesta de la compra refleja una peligrosa brecha entre el núcleo de los precios, que se mantiene en niveles históricamente reducidos por la debilidad del consumo, y los elementos más volátiles, con el petróleo tirando de la tasa general de inflación y afectando al bolsillo de los ciudadanos. La inflación subió al 1,4% en marzo: la subyacente se elevó al 0,2%.

Las medidas de la inflación, a través del índice de precios al consumo (IPC), se asemejan a la composición de un átomo. Poseen un núcleo, formado por los bienes y servicios de la cesta de la compra cuyos precios son más estables y dependen más de la marcha del consumo que se elementos puntuales. Hacen las veces de los electrones y los neutrones en la estructura del átomo, y en el caso de los precios conducen a la denominada inflación subyacente, el núcleo duro de los precios. En marzo, esta medida repuntó una décima en tasa interanual en España, pese a lo cual se encuentra en el 0,2%, un terreno históricamente bajo y que constata la debilidad que aún transmite el consumo.

Pero los átomos se compone de más elementos. Como la nube de electrones que rodea el núcleo. En el caso de la inflación, esa nube la integran los combustibles y los alimentos frescos, es decir, los elementos más volátiles y que pueden provocar un encarecimiento o abaratamiento de la cesta de la compra al margen de lo que ocurra con el consumo. En la actualidad, y pese al bajo nivel del núcleo duro, la tasa general del IPC en nuestro país repuntó en marzo del 0,9 al 1,4% interanual. ¿A qué responde semejante divergencia? Al petróleo, que en los doce últimos meses se ha encarecido un 65%, una escalada cuyo reflejo en los precios es inmediato -y más es un país tan dependiente de la importación de crudo como España-.

Así, del mismo modo que la nube de electrones posee una carga negativa en el átomo, la subida de los combustibles y su constatación en la inflación constituyen una mala noticia. Porque no es lo mismo que sea la recuperación del consumo la que tire al mismo tiempo del núcleo y la nube, algo que no sería tan preocupante por el momento dados los moderados niveles en los que se mueve y que alentaría la recuperación, que el hecho de que la ascensión de la inflación general provenga casi exclusivamente de la escalada del crudo.

Esta inflación de costes, sin el respaldo de una mayor demanda de los hogares, supone una complicación adicional y, sobre todo, peligrosa en caso de prolongarse en el tiempo. Más que nada, porque con una confianza bajo mínimos que frena el consumo, nos enfrentamos al malestar adicional que genera comprobar cómo se encarecen aspectos tan cotidianos como llenar el depósito del coche.

A la espera de que el efecto escalón derivado de la comparación entre los precios del petróleo entre 2009 y 2010 se modere, algo que ocurrirá principalmente a partir del verano, la inflación luce en estos momentos su carga negativa. Es lo que tiene la nube de los elementos más volátiles.

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