
La espiral de tensiones comerciales que conjuraba la escalada arancelaria esgrimida por Donald Trump encontraba este fin de semana cierto alivio. Con mayor o menor satisfacción respecto al resultado, la UE y EEUU llegaban a una solución a sus negociaciones que se zanjaba con un arancel universal del 15% desde ambos lados del Atlántico, aunque contempla ciertas excepciones. El gravamen a las importaciones es un balón de oxígeno para la industria del automóvil que ve como se rebaja la tasa que se aplicaba, aunque la presión aumenta para otros sectores como el metal o el agrícola.
El encuentro al más alto de nivel se fraguó este fin de semana en Escocia entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente estadounidense, Donald Trump. Se cerró con un arancel general del 15%. Excluye de este cómputo a productos farmacéuticos y semiconductores. En el primero de los casos dependerá de las conclusiones que la Casa Blanca extraiga tras la investigación que ha puesto en marcha sobre el sector.
El sector del automóvil ha estado en todo momento en la mesa de negociaciones con el Ejecutivo estadounidense. Resulta, como confirmaba el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, uno de los más beneficiados por el acuerdo: "se reducen los aranceles a nuestros coches, del 27,5% al 15%, lo que permitirá a los exportadores europeos expandirse en el mercado estadounidense. Fortalecerá la cadena de suministro e impulsar la actividad de las pymes en EEUU".
Fue uno de los argumentos que el eslovaco esgrimió para defender el acuerdo. Sin embargo, la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) pedía ir un paso más allá. Si bien celebraba los términos del acuerdo, también reclamaba a ambos ejecutivos que redujeran "los obstáculos al vital comercio trasatlántico del sector automovilístico, allanando el camino hacia vínculos económicos más fuertes".
Ciertamente, la industria de la automoción es una de las más expuestas al mercado estadounidense. Es el tercer sector a nivel exportador al otro lado del Atlántico, alcanzó los 39.000 millones de euros en 2024. Aun así, el experto del think tank Bruegel, Niclas Poitiers, matiza que la producción se encuentra muy localizada en Europa, por lo que su exposición es limitada. El principal golpe será para la economía alemana, considerando que es su motor productivo.
El sector farmacéutico y el de productos médicos ocupan, por orden, los lugares más destacados en las exportaciones a EEUU. Ambas cadenas de suministro están altamente integradas, con estrecha relación en el ámbito de la investigación y desarrollo. Irlanda, por su baja fiscalidad, ha sido el país donde el grueso de empresas farmacéuticas estadounidenses ha establecido su sede. Y la perspectiva de un cambio al arancel cero no contribuye favorablemente.
La UE no es ajena a los vaivenes de Trump. En cierto modo, dejar sin zanjar este punto de la negociación concede discreción a la Casa Blanca para jugar las cartas a su favor en cualquier momento tras el acuerdo. "La industria farmacéutica nos presiona a ambas partes para trabajar juntos", explican fuentes comunitarias, exponiendo las elevadas sinergias tanto a nivel de inversión, como de cadena de suministro como de investigación.
Pero más allá de la nota positiva o los grises, hay sectores menos agraciados. El encuentro entre EEUU y la UE se saldó con un arancel del 50% para las importaciones de acero y aluminio, lo que no deja en la mejor de las posiciones a la industria del metal. Desde Bruselas defienden que lo que se busca es dar una solución conjunta al problema de sobreproducción que vive el sector, cuya raíz se encuentra en China, y que destruye industrias a ambos lados del Atlántico.
Aún que el intercambio comercial para el acero y el aluminio es bastante bajo, representa el 1,5% de las exportaciones al mercado norteamericano, el sector ha puesto sobre la mesa los daños colaterales de tal gravamen. La patronal europea del acero tildaba de "dramático" el impacto del acuerdo comercial. Por su parte, La Unión de Empresas Siderúrgicas (Unesid) pedía claridad sobre el impacto que tendría el arancel en productos intensivos transformados como acero, maquinaria o vehículos: "puede poner en riesgo exportaciones clave de la economía industrial".
Otro de los sectores damnificados es la industria de la alimentación. La perspectiva de un arancel del 15% llevaba a la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB) a tildar de "injusto y desequilibrado" el anuncio del fin de semana. Consideran que será perjudicial para los intereses de la industria española de alimentación y bebidas y pedían ayudas para acompañar a las empresas que necesiten apoyo en la internacionalización.
FIAB ponía cifras al impacto para el sector español: 3.300 millones de euros exportados en 2024 y 770.000 toneladas enviadas y que representa el 6,6% del valor total de las exportaciones españolas y cerca del 4% del volumen. En todo caso, aquí todavía hay incertidumbre. Fuentes comunitarias explicaban que Europa y EEUU todavía deben zanjar las negociaciones sobre los vinos y los alcoholes destilados. También se podrían ver rebajados los gravámenes que se apliquen finalmente a nueces, algunos productos pesqueros procesados, quesos, lácteos o comida para mascotas. Aunque no se ha entrado a negociar los aranceles que la UE impone a sectores como la carne de vacuno, el azúcar o las aves de corral.
Fuentes comunitarias confirmaban también la aplicación de aranceles cero en otros sectores: aeronáutico, ciertos productos químicos, ciertos genéricos, equipos de semiconductores, ciertos productos agrícolas, recursos naturales y materias primas esenciales. El comisario de Comercio confirmaba también que todavía está vigente la posibilidad de ampliar esta lista de excepciones.
Un punto importante es que la UE quiere evitar dependencias de China, un socio comercial con el que las tiranteces van en aumento y con el cual Cumbres, como la de la semana pasada, no llegan a dar resultados concretos. Por eso Bruselas se apoya en el sector de semiconductores estadounidense, para el cual la tasa arancelaria sería cero también.
Está claro que quedan todavía puntos por perfilar de lo que será la futura relación comercial entre Bruselas y Washington. Todavía hay tiempo hasta que termine el plazo del 1 de agosto que Trump concedía a Bruselas para dar con una solución negociada, para esquivar la amenaza de aplicar aranceles del 30%. Ahora los organismos colegisladores de la UE, Estados miembro y Parlamento Europeo deberán dar también su visto bueno.
El recelo de los Estados miembro
Las reacciones no se han hecho esperar y la satisfacción con el acuerdo es relativamente poca. Para el Ejecutivo francés el acuerdo "no es equilibrado". Lo calificaba como "un día sombrío para Europa" el primer ministro francés, François Bayrou. La perspectiva ahora pasa por dar estabilidad a la relación trasatlántica y recuperar el equilibrio con una negociación sobre el sector servicios, la que más dañaría al Washington dado el peso exportador que tiene en su balanza comercial con la UE.
Este ha sido, de hecho, uno de los puntos sensibles durante la negociación. Trump presionaba por aliviar la normativa que Bruselas aplica a las empresas tecnológicas estadounidenses, una línea roja que no se ha dejado cruzar. Y mientras, París y otras capitales abogaban por hacer daño a Washington apuntando directamente a este sector.
España no recibía la noticia con gran entusiasmo. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmaba que "respaldaba" el esfuerzo de la Comisión Europea pero "sin ningún tipo de entusiasmo" y apremiaba a Bruselas a "ponerse las pilas" impulsando la autonomía estratégica y las relaciones con otros países.
El canciller alemán, Friedrich Merz, se alineaba con evitar una escalada innecesaria en las relaciones comerciales transatlánticas si bien la industria del país, la más expuesta a la economía estadounidense, aseguraba que este acuerdo costará miles de millones de euros a las empresas. También fue escueta la líder de otra de las economías más expuestas a Washington. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, calificaba de positivo el acuerdo y afirmaba que tenía que ver los detalles.