El acuerdo sellado entre la UE y Estados Unidos este fin de semana en Escocia deja mal sabor de boca en Bruselas. Las críticas se centran en la falta de poder negociador por parte del Ejecutivo comunitario, que se plasma en un acuerdo que no satisface realmente las ambiciones europeas, sino que se pliega ante las de Washington. Una realidad que se refleja en este arancel del 15% de ambas partes han acordado aplicar y que evidencia cómo la UE claudica ante la Casa Blanca.
Lo cierto es que las largas y tensas negociaciones que Bruselas y Washington han protagonizado en los últimos meses tenían como objetivo un acuerdo similar al alcanzado por Reino Unido. La Comisión Europea quería lograr un pacto en el que se fijara un gravamen máximo a las importaciones del 10%, como el acordado con Londres. Pero no se ha llegado a concretar este objetivo.
El escenario final sellado por el republicano y la jefa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, este fin de semana, es mejor que el planteado en un inicio. Se esquivaría así la sombra de una guerra comercial con la Casa Blanca y se difumina la imposición de aranceles del 30% que anunciaba Trump en la última carta que remitía a Bruselas. No obstante, ese 15% supone un incremento sustancial del gravamen a las importaciones de la UE al mercado estadounidense frente al mandato de Joe Biden.
La Casa Blanca anunció hace unos meses lo que bautizó como "aranceles recíprocos" pero que poco tenían de recíprocos. Se aplicaba una tasa del 10% adicional que se sumaba a ese gravamen del 4,8% general, la cifra que se aplicaba a las importaciones comunitarias que entraban en el mercado estadounidense previamente al inicio del mandato de Donald Trump.
Finalmente, se pacta ese arancel general del 15%, pero se incluyen excepciones como la del acero y aluminio, productos a los que se seguirán aplicando tasas del 50%. A ello se suma que Bruselas se ha comprometido a adquirir 750.000 millones de dólares (250.000 millones de euros al año durante los tres próximos ejercicios) en energía, vinculados a compromisos de importar gas natural licuado, petróleo y material nuclear.
Además, la UE invertirá 600.000 millones de dólares en el mercado estadounidense, lo que se sumaría a las compras en materia de defensa que no se han llegado a cuantificar. De esa manera, la cifra de inversión llegaría a 1,35 billones de dólares de la UE en el mercado norteamericano. Un movimiento con el que Trump intenta reequilibrar la balanza comercial con Bruselas.
La que es la mayor relación comercial del mundo se elevó a 870.000 millones de euros en 2024. La intención, según han explicado fuentes comunitarias, es reducir las importaciones energéticas de Rusia y reemplazarlo por el suministros desde el otro lado del Atlántico. Pero en un momento en el que el bloque comunitario trata de reducir dependencias que minen su seguridad económica, sustituir el suministro de Moscú por el de EEUU no parece tampoco la opción más sensata. La impredecibilidad que caracteriza al líder republicano podría poner en serios problemas, de nuevo, el suministro energético de la UE.
Además, Von der Leyen habría jugado un poco al despiste en su comunicación. La jefa del Ejecutivo comunitario ha asegurado que no se aplicarán aranceles al sector farmacéutico o de semiconductores pero la realidad es que tales gravámenes dependen de la decisión final que tome Washington que investiga las importaciones comunitarias de ambos sectores. Por lo que nada está garantizado.