
El plan del Ministerio de Trabajo para reducir por ley la jornada laboral a 37,5 horas semanales inicia, a partir de esta semana, un complejo periplo parlamentario, en el que solo existe una certeza. Si el propósito de la vicepresidenta Yolanda Díaz tuviera éxito, España, lejos de seguir la tendencia imperante en la Unión Europea, se convertiría en un caso extremo, de acuerdo con la comparativa que los datos de Eurostat y de EU Eurofound permiten establecer. No en vano contaría con el segundo límite legal más restrictivo al tiempo de trabajo de todo el club europeo, con excepción de las 35 horas imperantes en Francia desde principios de este siglo.
Incluso la comparación con el país vecino resulta muy matizable, dado que la medida que tomó el Gobierno socialista de Lionel Jospin cuenta, en la práctica, con una flexibilidad que en ningún caso está prevista en el texto que Moncloa hará llegar al Congreso de los Diputados.
En concreto, Francia permite que la jornada se extienda más allá de las 35 horas con un sistema de compensaciones que, lejos de limitarse a inspecciones y multas, ofrece la posibilidad de negociar periodos de descanso o de vacaciones más extensos. Además, las empresas galas pueden acceder a deducciones en el pago de sus cotizaciones que, en el caso español, no están contempladas más allá de la posibilidad de que las pymes accedan a unas ayudas creadas ad hoc que no han logrado convencer a las patronales.
Las estadísticas de Eurostat y de EU Eurofound muestran cómo el modelo regulativo más común en la Unión es el que marca como referencia las 40 horas semanales, y a él se sujetan España –por ahora–, Italia, Grecia y un amplio grupo de países del Este y del Norte del Viejo Continente.

Fuera de este segmento, se sitúan Alemania y Países Bajos en los que la ley establece un tope de 48 horas semanales, extensible a 60 si se contemplan horas extra –con sus correspondientes compensaciones en términos de bonus salariales y otros beneficios–.
Bélgica, con su techo de 38 horas, se encuentra cerca del objetivo que la vicepresidenta Díaz persigue. No obstante, su pequeño tamaño es lo que convierte a esta economía en una especie de laboratorio para este tipo de experimentos en materia laboral. No extraña por ello que, desde 2022, también ofrezca a las empresas la posibilidad de implantar la semana laboral de solo cuatro días, aunque está última experiencia no está dando los resultados perseguidos, según reconoce el propio Gobierno.
Tiempo efectivo de trabajo
Más allá de lo establecido por la normativa, si se desciende al día a día real del mercado laboral, no hace falta esperar a la promulgación de las 37,5 horas semanales para encontrar anomalías en España. Ya en 2024, las Encuestas de Población Activa de ese ejercicio registraron mínimos históricos del tiempo efectivo de trabajo, al descender al entorno de las 35 en determinados sectores.
Más allá de las EPA, para obtener una foto más clara hay que acudir a los datos de Eurostat, que sí calculan la media de las horas reales trabajadas por tipo de jornada, aunque con un decalaje de un trimestre respecto a los datos del Instituto Nacional de Estadística. Lo que se aprecia es que los asalariados a tiempo completo superan las 36,3 horas de media en el cuarto trimestre y los de jornada parcial a 19,3 horas. Pero como estos datos fluctúan con fuerza por motivos estacionales, la media anual se sitúa en 37,8 horas semanales para los primeros y 19,6 para los segundos.
Este contraste apunta a una denuncia de los sindicatos: muchas empresas aprovechan tiempo parcial para recortar una o dos horas de trabajo y así bajar los sueldos. Aunque no es una práctica generalizada, esta situación de subempleo aún afectaba a 1,6 millones de trabajadores en España, hace un año exacto, el mayor número de la Unión Europea.
El hecho de que el tiempo de trabajo real en España sea tan reducido también explica fenómenos ya cronificados en nuestro país, como la escasa productividad, por trabajador y empleado, que aún arrastra el mercado laboral.