
Cuando ahorrar es difícil, emanciparse es prácticamente imposible. La precaria situación económica de los jóvenes españoles se nutre de varios factores que da un lugar a un bucle infinito auspiciado, sobre todo, por la precariedad del empleo. Las generaciones de las crisis encadenadas han crecido en un contexto enquistado de incertidumbre que complica el tránsito a la vida adulta.
El estudio 'La juventud mediterránea frente a los desafíos de la crisis permanente' de EsadeEcPol y Friedrich Naumann Foundation realizado entre jóvenes de 18 a 34 años de España, Italia, Portugal, Líbano, Marruecos, Túnez o Jordania pone el foco en la compleja realidad socioeconómica de las generaciones más jóvenes que han transitado a la vida adulta acompañados de varias crisis consecutivas. Las generaciones nacidas entre 1980 y 2005 se han enfrentado a la Gran Recesión de 2008 con la crisis de deuda pública (2010-2014) desatada después, el palo para la economía que supuso la pandemia y la inflación al alza (con crisis energética de por medio) desde que Rusia iniciara la guerra en Ucrania.
"Frecuentemente se caracteriza a los jóvenes del sur de Europa y del Mediterráneo como un grupo en una situación difícil", señalan Ignacio Gerardo y Jorge Galindo, firmantes del estudio. Esto tiene dos responsables: un sistema educativo que tiende a expulsar de manera temprana a una alta porción de estudiantes (y aquellos que continúan no siempre adquieren las competencias necesarias para el mercado laboral) y una dinámica laboral que segmenta el mercado de trabajo entre empleos estables (que suelen estar ligados a la edad y la experiencia) y precarios (los que generalmente se encuentran al inicio de las carreras laborales). En este contexto, el acceso a salarios competitivos resulta complicado, y de ahí, los elevados niveles de desempleo juvenil en el sur de Europa (con España a la cabeza) y el norte de África.
De no poder ahorrar a no poder independizarse
Según se desprende de los resultados, menos de la mitad de los jóvenes españoles (42%) declaran poder cubrir de manera adecuada sus gastos básicos (alimentación, vivienda, transporte o energía) mientras que algo menos del 30% es capaz de afrontar emergencias económicas y el 40% reconoce dificultades para ahorrar a corto plazo. A largo plazo, la cosa se complica y casi la mitad de los encuestados reconoce no tener capacidad de ahorro en esta dimensión y sólo un 24% cree que sí.
Esta situación tiene efecto directo en la integración de los jóvenes en la 'rueda' social, con la emancipación como punto clave del paso a la vida adulta. Los investigadores apuntan a que en España, la edad más común para independizarse asciende a los 28 años, aunque reconocen como "preocupante" que el progreso la emancipación se ralentiza en las edades más mayores de quienes no pudieron hacerlo antes: a los 30 años, más de un 30% aún no se ha independizado y a los 35, el 20% todavía vive con sus padres.
La falta de ingresos propios suficientes es el motivo principal para seguir en el hogar familiar para el 66% de los jóvenes españoles, unida a la poca capacidad de ahorro. Entre quienes logran emanciparse, el 32% se va de alquiler, la forma más frecuente en España. Quienes logran comprar una propiedad lo hacen gracias a la ayuda familiar, según reconoce un 65% de los jóvenes propietarios consultados. En este sentido, España tiene la edad de compra de vivienda más alta de los países analizados: 25,3 años, frente al Líbano que tiene la más baja, 23,2.
Las perspectivas negativas presentes guardan un hueco para el optimismo. La encuesta revela que el 62% de los jóvenes creen que su capacidad de gasto será buena o muy buena y sólo el 11% considera que es poco o nada probable que pueda comprar una vivienda en la próxima década.
Este optimismo se traslada al futuro del país. Los jóvenes creen que el nivel de prosperidad de España no es bajo, pero consideran que está mal repartido y apuestan por un crecimiento económico más equilibrado que favorezca más la distribución de la riqueza que su creación.
Esta visión se da sobre todo entre mujeres, jóvenes con estudios terciarios, identificados algo más a la izquierda. Los investigadores destacan que pese a ser el grupo que con menos frecuencia tienen salarios por encima de los 2.000 euros o son propietarios "tiene mejores expectativas sobre el futuro progreso de su hogar en la escala socioeconómica estatal".