
Lo que nos gusta reírnos de China, ¿verdad? Supongo que será algún tipo de reacción al miedo que podemos sentir ante una de las economías más potentes del mundo, pero lo cierto es que ni siquiera es algo nuevo.
El refrán "engañar como a un chino" tiene casi un siglo de antigüedad, aunque su origen es latinoamericano y su explicación no hace demasiada gracia: rememora las falsas ofertas que se recibían en China para llevar mano de obra barata a Perú, donde los desafortunados receptores de dichas ofertas acabarían trabajando en condiciones de semiesclavitud.
Dicho lo cual, el subconsciente colectivo sigue tomando a los chinos como objeto de cachondeo. Que si son raros, que si trabajan mucho, que si contaminan aún más, que si hacen imitaciones cutres, que si sus edificios son grotescos. Pero, entrando en el tema que nos ocupa, resulta que lo de hacer arquitectura con metáforas tan obvias como ridículas no es patrimonio exclusivo del gigante asiático.
Por toda la superficie del planeta hay docenas, centenares de edificios cuyo respeto por la noble disciplina se asemeja al que tiene Donald Trump por sus adversarios políticos (o por las leyes del buen gusto capilar). Acompáñenme en esta singular vuelta al mundo y deleitémonos juntos con algunas de las atrocidades construidas más deleznables.
Eke Miedaner (CC)
Chang Building. Bangkok, Tailandia
Inaugurado en 1997, el Chang Building es uno de los edificios más famosos de la capital tailandesa. Sus 32 plantas y más de cien metros de altura albergan oficinas, viviendas de lujo, viviendas normales, jardines, piscinas y toda la pesca. Claro que su fama no se debe a los servicios que ofrece sino a su forma. A su forma de elefante, concretamente. De hecho, es conocido como "Elephant Building" o "Elephant Tower".
Vale que el paquidermo proboscídeo es el animal tradicional de Indochina, pero hombre, no era necesario tanto amor. Además, el edificio tiene su trompa, sus patas, sus orejitas, sus ojos y sus colmillos; pero mirando al edificio por delante, más bien parece tener cara de pato. Quizá esa fue la expresión que se les quedó a los bangkokianos cuando lo vieron por primera vez.
Cortesía Mr. Toilet House
Museo Haewoojae. Suwon-si, Corea del Sur
A ver, este tipo de arquitectura es fea, pero yo no me referiría a ella como "arquitectura de mierda". Para eso ya está el coreano Sim Jaedeok, apodado "Mr. Toilet" e ideador del Museo Haewoojae. El edificio, aunque técnicamente era una vivienda particular, se terminó en 2007 para celebrar el primer congreso de la World Toilet Association.
Sí, existe la Asociación Mundial del Inodoro y, en realidad, promueve algunas iniciativas interesantísimas, como la implantación de saneamientos en áreas empobrecidas o azotadas por alguna catástrofe natural.
Es más, desdiciéndome a mí mismo, el edificio no es verdaderamente tan malo, más allá de su particularísima forma. Cuando el señor Sim Jaedeok murió en 2009, su familia donó la obra a la ciudad de Suwon-si, de acuerdo con la última voluntad del finado. Ahora es un museo dedicado al anciano arte de la excreción o, traduciendo la palabra hawoojae, al "lugar donde se alivian las preocupaciones".
Nagaraju Raveender (CC)
Consejo Nacional de Desarrollo Pesquero. Hyderabad, India
Nunca imaginé que existiría un concepto tan contraintuitivo como la burocracia pesquera, pero se ve que haberlo, haylo. Tampoco sabía que necesitaría edificios de quince metros de altura por cien de largo. Y casi que preferiría haberme quedado sin saber que lo diseñarían con forma de pescado.
La lógica es tan aplastante que casi lo que menos chirría son las declaraciones de sus creadores cuando afirman que se inspiraron en la gigantesca escultura con forma de pez que Frank Gehry construyó en Barcelona para los Juegos Olímpicos del 92. No obstante, el pez de Gehry era más una alusión formal y a este edificio solo le falta boquear y oler a... bueno, a pescado.
Philip Capper (CC)
Tienda y oficina de información turística. Tirau, Nueva Zelanda.
Cuando tu pueblo tiene apenas 700 habitantes y el trabajo granjero ha iniciado su declive, no te queda otra que buscar nuevos métodos para el sostenimiento económico de la comunidad. Por ejemplo, el turismo. Y teniendo en cuenta que Tirau se enclava en una comarca neozelandesa famosa por su ganadería ovina, ya lo tienes todo hecho: edificios con forma de oveja y perro pastor.
La oveja se destina a venta de lanas y objetos artesanos fabricados con ese tejido, mientras que el perrete sirve de particularísima oficina de información turística. Los habitantes del pueblo están muy orgullosos con sus dos animalitos, no solo porque, en efecto, les sirven como reclamo turístico, sino también porque son una muestra del mejor reciclaje arquitectónico.
Según el gobierno municipal, sus fachadas están construidas con excedentes de chapa corrugada que no se llegó a emplear en los graneros y los almacenes de los alrededores.
Cortesía Markus Voglreiter Stadtbaumeister
Restaurante 'Das Auto'. Salzburgo, Austria
La vieja Europa no está exenta de horteradas. Quién adivinaría que en el pueblo natal de Mozart se levantaría un restaurante con forma de coche. Según su arquitecto, Markus Voglreiter, se trata de un Volkswagen Escarabajo. Sinceramente, a mí me parece un coche de juguete, lo cual tendría perfecto sentido porque el automóvil no deja de ser -y de venderse como- un juguete para adultos.
Será que los dueños del restaurante querían ofrecer a sus clientes una experiencia que recuperase parte de la inocencia infantil que perdemos con los años; o quizá sencillamente es que a Voglreiter le molan los coches, porque pocos meses antes de diseñar el restaurante había construido una vivienda unifamiliar con temática y forma parecida. La llaman 'Auto Residence' y supongo que el timbre de la puerta sonará con los melódicos acordes de un claxon tuneado.
Barry Haynes (CC)
Sede de la Longaberger Company. Newark, Ohio, Estados Unidos
El país de las barras y las estrellas tampoco se libra de la arquitectura mimética. Por las largas carreteras de su geografía hay más de una cafetería en forma de cafetera, alguna tienda de instrumentos musicales construida con la inimitable silueta de una guitarra, y si pasamos por las afueras de la ciudad de Newark, en Ohio, podemos hacer una visita a la sede de la Longaberger Company, empresa puntera en fabricación de cestas.
El edificio, lógicamente, tiene forma de cesta. De uno de sus modelos más vendidos. Porque sí. Porque nada expresa mejor la satisfacción que supone trabajar en unas oficinas en medio de un polígono industrial que sentirse como un sándwich de atún y crema de cacahuete a punto de ser devorado en un descomunal picnic.
Ya Geek (CC)
Binoculars Building. Los Ángeles, California, Estados Unidos
¡Ajá! Si creían ustedes que solo íbamos a ver edificios de arquitectos anónimos construidos en lugares más o menos exóticos, estaban muy equivocados. El Binoculars Building, sede de la agencia de publicidad TBWA\Chiat\Day, es obra del ya mencionado Frank Gehry cuando aún no trabajaba con evocaciones sino que le molaban más las imitaciones directas. Se terminó en 1991 y, en realidad, los prismáticos que sirven de acceso y dominan la fachada principal no son diseño del arquitecto canadiense y premio Pritzker, sino de los escultores Claes Oldenburg y Coosje van Bruggen.
Llegados a este punto, y aprovechando la relevancia de los artífices de esta construcción, cabría señalar que la arquitectura figurativa no es solo un desvarío creativo, sino que se asienta en una base intelectual hasta cierto punto consistente. En su libro de 1972 "Aprendiendo de Las Vegas", Robert Venturi y Denise Scott Brown ya elaboraban una defensa de los edificios-anuncio poniendo como ejemplo el famoso Big Duck, construcción levantada en los años 30 en el sur del estado de Nueva York y que, como su propio nombre indica, tiene forma de gran pato.
El texto de Venturi y Brown consideraba al Big Duck como un edificio enormemente relevante puesto que combinaba aspectos funcionales y simbólicos. De hecho, fueron ellos quienes acuñaron el término "duck" para referirse a edificaciones con formas miméticas a elementos no arquitectónicos.
No obstante, cabe pensar si todos los ejemplos que hemos visto en nuestro artículo se adscriben al pensamiento posmoderno iniciado por Venturi y Brown o si no son más que divertimentos supuestamente ingeniosos, pero de resultados decididamente grotescos.