
Los padres sabemos el poder de persuasión y la capacidad de insistir de nuestros hijos. Bajo este influjo y a la vista de unas buenas notas en el colegio, accedimos a comprar un aparato a nuestra hija que tuviera Internet, mensajería e hiciera fotografías. Tres bombas de relojería para un padre, ahora todas juntas en un dispositivo. Hasta la fecha, mi hija Lucía, de casi nueve años, sólo había jugado, ocasionalmente, con mi tablet durante ratos cortos y bajo nuestra atenta mirada. Ahora ya tenía en su poder un aparato de su propiedad para, según ella, buscar cosas en Internet, utilizar el diccionario de inglés y poder escribir mensajes a su madre, a mí y a sus amigas.
Pasado un tiempo desde la compra, mi experiencia me está permitiendo eliminar algunos prejuicios, así como reforzar la importancia de la confianza y el control a partes iguales. Creo sinceramente que las primeras preocupaciones, como que nuestra hija se volviera tecno-adicta, o que sustituyera actividades propias de su edad o se aislara por preferir utilizar el dispositivo, han sido eliminadas con una breve pero firme conversación acerca de usos, reglas y peligros.
Ignorancia digital
A veces el problema no está en ellos, sino en nuestra ignorancia digital, y en aceptar, a veces, que por primera vez en nuestra vida, nos enfrentamos a una situación en que nuestra limitación o incluso incompetencia tecnológica nos pone en desventaja frente a ellos, que forman parte de este mundo digital al que nosotros tanto esfuerzo nos cuesta, a menudo, entrar. Cuanto antes afrontemos la realidad, conozcamos, compartamos y gestionemos los riesgos con ellos y, finalmente, definamos pautas similares a las reglas de convivencia familiar, con mayor naturalidad entraremos, juntos, en el mundo de Internet y las redes sociales.
Es muy importante que seamos ejemplo, pues la inspiración natural de nuestros hijos es lo que nosotros hacemos, copiando el modelo que tienen delante. Hay que evitar atender llamadas o mensajes que cortan en seco una conversación familiar, el juego o el estudio; decantarse por situar el equipo en una zona común y de acceso a todos; optar mejor por un equipo fijo que uno portátil que puede ser llevado a otro cuarto; fijar horarios de uso tanto para fines didácticos o de estudio como para ocio, y tiempo máximo de utilización; tender hacia una navegación conjunta; y compartir passwords y usuarios. Asimismo es importante llevar a cabo un repaso al histórico de acciones realizadas en el ordenador. Y todo ello, complementado con los sistemas de control parentales que permiten monitorizar que las reglas que hemos definido se cumplen, así como otras herramientas necesarias de apoyo (antivirus, cortafuegos o copias de seguridad).
Utilizado con criterio y algo de disciplina, Internet es un elemento de apoyo formidable sobre el que hay que observar algunas reglas y tener ciertas precauciones. Un buen uso de las tecnologías, en general, y de Internet y las redes sociales, en particular, permitirá a nuestros hijos estimular su creatividad y autoestima, mejorar sus habilidades sociales y de comunicación y ayudar en el desarrollo de su personalidad. Y para más información, utilice Internet, claro.
Fernando Pons, socio de Riesgos Tecnológicos de Deloitte