Energía y productividad: valores clave

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En un estudio se intentó demostrar si una reflexión sobre los valores clave de una persona podía contrarrestar una disminución en las reservas de autocontrol (provocada por una prueba de escritura controlada) de un grupo de participantes a los que se pidió introducir la mano en un tanque de agua helada. Lo que encontraron fue que los participantes que habían reflexionado sobre sus valores, tras haber sido sometidos a la prueba de escritura controlada aguantaban más tiempo con la mano en el agua que los que no lo habían hecho. Es decir, la afirmación de los valores clave logró contrarrestar el agotamiento de las reservas de autocontrol.

Una de las fuentes de energía más sorprendentes e inagotables que existen es la conexión con nuestras creencias y valores, con lo que en el fondo mueve y da sentido a nuestra vida. Quizá por eso la mayoría de las personas utilizan mantras en formatos variados, aunque en ocasiones no sean plenamente conscientes de ello. ¿Quién no ha recordado una frase dicha por alguna persona significativa de su entorno para darse ánimos en los momentos de dificultad?¿Qué persona no ha anotado una cita que ha sentido cargada de significado? ¿A quién no le gusta enviar hermosas sentencias a sus familiares y amigos? Todas ellas son ideas-mantra que conectan con lo que en el fondo sentimos acerca de la vida, y que sin ningún género de dudas nos dan fuerza.

El hecho de que la mayoría de la población del planeta manifieste algún tipo de creencia debe sin duda significar algo. Entre otras cosas, quizá que la energía espiritual no solo es necesaria, sino que es imprescindible. Por eso recordar, organizar y clarificar nuestros valores clave, hacer acopio de aquellas ideas que mueven nuestra vida y, en definitiva, ser conscientes de la fabulosa energía que nos proporciona aquello en lo que creemos por encima de todo, es una pieza fundamental en cualquier camino hacia el éxito.

La energía de aquello en lo que creemos es inagotable.

Energía y productividad: recarga emocional

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Es fácil notar el efecto energético que tienen las emociones positivas sobre nosotros: cuando recibimos una buena noticia, cuando alguien nos dedica unas palabras de reconocimiento, cuando cerramos un proyecto con éxito, y, en general, cuando las cosas nos salen bien y la vida nos sonríe, nos sentimos llenos de energía y pensamos que somos capaces de todo.

Sin embargo, aún reconociendo ese efecto, demasiado a menudo no somos conscientes de que podemos hacer un uso activo de esa formidable fuente de vitalidad. Por ejemplo, si nos preguntaran cuántas veces a lo largo de la última semana hemos buscado deliberadamente una recarga de energía en su forma emocional, seguramente la respuesta generalizada sería que ninguna.

Buscar activa y deliberadamente emociones positivas en nuestro entorno es una clave indiscutible de la productividad y del éxito. En la mayoría de los casos tenemos suficientes personas, ocasiones y actividades a nuestro alrededor como para recargarnos emocionalmente. No se trata simplemente de distraerse o entretenerse, y por supuesto no de descansar o de relajarse. Se trata de buscar intencionadamente ocasiones que nos contagien optimismo, ilusión, autoestima, asombro, esperanza o inspiración.

Hay que buscar las emociones que nos recargan.

Energía y productividad: desafiando nuestra mente

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La investigación muestra que, en cuanto a la consideración que hacemos de nuestras capacidades, hay dos tipos básicos de creencias: en primer lugar, la llamada mentalidad fija, que es aquella en la que la persona piensa que sus capacidades son las que son, y que nada puede hacer para cambiarlas. En consecuencia con ello, estas personas tienden a no enfrentarse con lo que de antemano suponen que no van a poder hacer. El otro tipo de mentalidad, llamada de crecimiento, es la que mantienen aquellos que no asumen de antemano que haya un límite fijo que determine de lo que son capaces. Suelen ser personas que se enfrentan a los retos que les desafían, y que interpretan el esfuerzo de una manera positiva, como un síntoma de su crecimiento.

La energía mental es una de las fuentes naturales de productividad. Cuando desafiamos a nuestra mente y realmente nos involucramos en resolver un problema o en generar algo nuevo, surge una tensión dinámica que nos lleva a enfocarnos, a superarnos y a cruzar nuestros límites. Por el contrario, si solo hacemos aquello que ya sabemos hacer, o lo que es sencillo o atractivo, siempre permanecemos en nuestra zona cómoda, y nuestras capacidades no se desarrollan.

Para obtener energía mental hace falta salir de la zona de confort y enfrentarnos a lo que nos resulta difícil, porque es la única forma en que se construye el aprendizaje, y por tanto el desarrollo.

Luchar es crecer.

Energía y productividad: actividad física

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A menudo escuchamos a personas que afirman no realizar actividades físicas porque les resultan agotadoras. Sin embargo, el razonamiento productivo es más bien el contrario: no hay que dejar el gimnasio porque nos cansemos, sino que, al revés, tenemos que pensar que si nos cansamos es precisamente porque no vamos al gimnasio lo suficiente.

Las buenas noticias son que hace tiempo que sabemos que un ejercicio de tan solo quince minutos al día podría incrementar nuestra esperanza de vida en tres años. Esto quiere decir que si una persona comenzara esta rutina en su juventud y perseverase hasta la vejez, cada minuto de ejercicio le habría podido proporcionar cinco minutos de vida.

Por otro lado, hoy se estima que la inactividad física es responsable de muchos casos de enfermedades no transmisibles, como son las afecciones coronarias, la diabetes tipo dos, el cáncer de pecho o el cáncer de colon. Es más, este fenómeno parece ser responsable de millones de muertes prematuras en el mundo, y se calcula que si pudiera ser reducida solamente en una cuarta parte, más de un millón de fallecimientos podrían ser evitados.

¿Quién no haría un minuto de ejercicio para ganar cinco minutos de vida?

Energía y productividad: nutrición

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A menudo no relacionamos ciertos elementos de nuestra vida cotidiana con la productividad, como por ejemplo la alimentación. Estamos acostumbrados a decir a los niños que tienen que comer tal o cual cosa porque es bueno para su salud, y también somos conscientes de la gran importancia que tiene una adecuada dieta para los atletas. Es más, hoy día incluso los deportistas aficionados empiezan a serlo también a los complementos y suplementos nutricionales.

Sin embargo, tenemos dificultad para establecer esa misma relación en nuestro día a día. Pero lo cierto es que la diferencia entre el cansancio y la energía, la somnolencia y la concentración, o entre la eficiencia y la baja productividad, muchas veces está en la alimentación.

Baumeister ya nos ha contado que la fuerza de voluntad y la toma de decisiones se dejan afectar por nuestro nivel de glucosa, y por tanto algo que podríamos considerar es cómo garantizar el suficiente nivel de este nutriente sin recurrir al azúcar. También, podríamos concentrarnos en ingerir un adecuado balance entre proteínas, grasas e hidratos de carbono, o en repartir la comida en suficientes dosis a lo largo del día de forma que nuestro organismo no permanezca durante largos periodos de tiempo sin un suficiente aporte energético.

En la vida, como en el deporte, la nutrición es clave.

Energía y productividad: el descanso

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Por algún motivo perdido en la historia, en el que parece ser que Edison tuvo algo que ver, dormir o simplemente descansar se han teñido de connotaciones negativas o  simplemente nos parecen intrascendentes. Y así es que hemos arrinconando al reposo a la última preocupación de nuestra vida cotidiana, olvidando que es uno de los tres pilares de la energía física para el ser humano, y por tanto de la productividad, junto con la nutrición y el ejercicio.

Cada vez se está estudiando más el efecto de la privación moderada de sueño, un fenómeno que afecta a muchísimas personas. Los resultados son a veces preocupantes. Por ejemplo, un estudio ha mostrado que compensar con más horas sueño durante el fin de semana las carencias acumuladas de lunes a viernes puede ayudar a recuperar la fatiga o la somnolencia, pero no parece reparar los déficits en el rendimiento. En otras palabras, una moderada pero prolongada falta de sueño podría provocar alteraciones no fácilmente recuperables en nuestra productividad.

Es curioso el poco caso que le hacemos a nuestro descanso. Por ejemplo, muchas veces permitimos que la televisión nos robe las necesarias horas de sueño. Nos entusiasmamos con tal o cual serie o partido un determinado día a altas horas de la noche, pero apenas lo recordamos semanas, meses o años después, como prueba inequívoca de la irrelevancia que estos programas a veces tienen para nuestras vidas. Y, por supuesto, consumimos anuncios publicitarios, que en la amplia mayoría de los casos no nos aportan nada de nada, en cantidades abrumadoras.

Muchas veces nos quejamos del estrés de las grandes ciudades como si fuera un gigante maligno al que nadie ve pero que deja sentir sus efectos en nuestras anatomías en forma de una especie de agotamiento crónico. Y a veces no nos damos cuenta de que ese agotamiento lo generamos nosotros mismos cuando, por ejemplo, no dormimos lo suficiente.

La solución es sencilla: hay que descansar más y mejor.

La inspiración y el flow

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La inspiración es un aliado indiscutible de la productividad. Es posiblemente uno de los motores de la motivación más importante que existe, y con bastante probabilidad uno de los ingredientes significativos en el concepto de flow de Csikszentmihályi.

El flow es un estado de absoluta implicación en una tarea en el que la persona disfruta con lo que está haciendo. Es ese tipo de trance en el que podemos estar durante largo tiempo sin percepción significativa de que el tiempo pasa, o de la energía que estamos invirtiendo en ello. Es una mezcla de pensamiento y emoción que hace que seamos altamente productivos.

Algunas personas encuentran este flujo en aficiones como el deporte, la pintura o la cocina, pero otras, quizá las más afortunadas, lo encuentran en el trabajo.

Algo que, aunque sea difícil, todos deberíamos intentar, es profundizar en las distintas facetas y recovecos de lo que hacemos a diario para encontrar el flow y, poco a poco, lograr que cada día nos podamos dedicar cada vez más a actividades que impliquen ese estado de implicación y disfrute.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo se origina el flow. Seguro que tiene que ver con nuestra biografía y con lo que da sentido a nuestra vida. Seguro que también está conectado con nuestras aspiraciones y sueños, y con la forma en que visualizamos el futuro. Lo que sí sabemos es que hay que buscarlo y utilizarlo como ingrediente del desarrollo profesional, pues es una de las claves de la productividad y de la felicidad en el trabajo.

Nada hay más inspirador que el incontenible impulso de nuestro propio yo.

Inspiración de 9 a 6

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Tendemos a pensar que los artistas son caóticos e indisciplinados, y que trabajan únicamente a golpe de inspiración, cuando esta les visita. Que pueden pasar días y días sin producir nada, pero que de repente pueden encadenar varias noches seguidas sin dormir creando ininterrumpidamente. Pero en general, y salvo excepciones, la realidad dista mucho de esa romántica descripción.

Muchos escritores ya nos han contado que la única forma de crear constantemente es trabajar constantemente. Estos escritores producen bajo un formato que implica sentarse frente al documento que están desarrollando con un horario fijo de entrada y de salida, como el de cualquier profesional. Trabajan en sus obras de nueve a seis, como todo el mundo, en lugar de sentarse a orillas de un lago con una copa de vino esperando que la musa aparezca de repente. Y claro, también hacen horas extraordinarias.

Evidentemente no todos los días puede brotar el mismo caudal de inspiración porque la inspiración es un fenómeno cuyo funcionamiento es tan complejo como nuestro mundo emocional. Hay días mejores y días no tan buenos, como en la misma vida. Pero lo auténticamente relevante es que cuando el cerebro humano se concentra en una tarea, y realmente la convierte en el foco de su conciencia, se producen resultados, tarde o temprano.

Como alguien sabio dijo, es mejor que la inspiración nos sorprenda trabajando.

Inspiración en la intersección

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La inspiración se encuentra visitando otros mundos, sin duda. Durante el Quattrocento se produjo la más fabulosa manifestación de genio creativo, y por tanto de inspiración, que ha visto la historia. Tanto que es la única expresión de belleza conocida que es capaz de causar una afección psicopatológica: el sorprendente Síndrome de Stendhal.

Johansson, en El Efecto Medici, escribe que ese aluvión de inspiración sin precedentes fue debido a un encuentro entre disciplinas, que él llama intersección: la fricción entre formas distintas de pensamiento enciende la chispa de la inspiración, y por tanto genera creatividad. Desde ese punto de vista no resulta extraño que Leonardo da Vinci, que dominaba diversas disciplinas y por tanto era capaz de mantener diferentes visiones sobre la realidad, viviera iluminado por una constante inspiración.

Tenemos que pensar que la realidad no es solo una, sino que hay tantas como personas que pueblan la tierra. Y cuando encontramos una mirada diferente sobre la realidad, descubrimos aspectos nuevos, facetas diferentes, curiosidades que no conocíamos o matices que nos llaman la atención. Todos ellos son chispas de inspiración.

Por eso hay que visitar otros mundos, reales y conceptuales: escuchar otras opiniones, leer libros que no hemos leído nunca, probar aficiones nuevas, viajar a otros lugares y, en definitiva, luchar por cruzar los límites de nuestra particular, única y, en general, reducida forma de contemplar la realidad. La inspiración surge del contraste, del cambio, de lo extraño y de lo novedoso, y sin duda de lo que desafía nuestra manera de ver la vida.

Dejémonos inspirar por otras miradas sobre la realidad.

La búsqueda de la inspiración

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La inspiración es lo que hace que los artistas en particular, y el ser humano en general, produzcan de manera natural, sin aparente esfuerzo. Aún no sabemos demasiado sobre la inspiración, quizá porque tampoco nos hemos dedicado a estudiar este fenómeno a fondo. Hemos estudiado mucho (aunque nunca suficiente) el proceso de la innovación, algo menos (sin duda poco) la creatividad, y prácticamente nada el intrigante mecanismo que hace saltar la chispa de la inspiración.

La complicada maraña con la que está tejida la mente humana es como un amplísimo paisaje, en el que hay regiones conocidas y otras monótonas, pero también hay espacios misteriosos por explorar, terrenos por sembrar y un sinfín de territorios más. Por algún motivo, cuando nuestra mente entra en contacto con ciertas zonas de la realidad, y sin saber bien por qué, se produce la entrada de una mezcla de emoción y energía que nos lleva a interactuar con ese segmento del mundo para completarlo, redibujarlo, desarrollarlo, componerlo, estructurarlo, conquistarlo, desarrollarlo, comprenderlo o cualquier otra tarea que implique una transfusión biunívoca entre el mundo y nuestra mente. Al crear, nos dejamos invadir por la realidad y también contagiamos algo de nosotros mismos a la realidad. El resultado es la obra creada, y lo increíble es que eso habitualmente ocurre sin demasiada conciencia del tiempo transcurrido o del esfuerzo invertido. Esa es la magia de la inspiración.

La inspiración es un aliado de la creatividad y de la innovación, y por supuesto de la productividad. Lo que ocurre es que, como aún sabemos demasiado poco sobre ella, tendemos a pensar que es algo que ha de venir volando y entrar por la ventana abierta de nuestro despacho, inundándonos con sus generosos dones sin esperar nada a cambio. Y, claro, nada más lejos de la realidad.

La inspiración se busca. Y cuanto más se busca, más se encuentra.