La época de los grandes banqueros ya es historia. La crisis afecta de manera abusiva a unas firmas financieras hasta ahora intocables, con despidos, ajustes salariales y pérdida generalizada de negocio.
Robert Morris se coló en el despacho de su jefe con una noticia alarmante. Después de mantener una incómoda charla trivial, le anunció de sopetón: "Quiero ser profesor". Su jefe se quedó petrificado. "¿Seguro que lo has pensado bien?". Morris (el nombre es ficticio) no lo dudó un momento. "Me fijé en mis superiores y eran todos unos cínicos, divorciados y miserables. Entonces decidí que no quería convertirme en uno de ellos". Morris no es un caso aislado. Voluntariamente o no, los banqueros abandonan las torres doradas de la City y Canary Wharf en números sin precedentes.
Las sangrías tampoco son nuevas sino que los recortes forman parte del negocio, tanto como derrochar millones para atraer a caras nuevas cuando los mercados se recuperan. Esta vez es diferente. Una serie de nuevas normas ha proscrito las partes más arriesgadas del negocio, exigiendo unos aumentos drásticos de los niveles de efectivo que los bancos deben guardar en reserva. Muchas operaciones antes rentables han dejado de tener sentido económico. El negocio ha cambiado para siempre.
Los recortes no han hecho más que empezar. Nos encontramos en la primera fase de lo que Jeremy Isaacs, exconsejero delegado para Europa de Lehman Brothers, predice que será una década de contracciones.
Barclays, Deutsche Bank, Goldman Sachs, UBS y Credit Suisse han presentado sus programas de despidos en las últimas semanas. Cuando terminen las últimas rondas, la previsión económica del CEBR augura que sólo quedarán 255.000 banqueros de inversión en la City, 100.000 menos que hace cinco años y la cifra más baja desde 1996.
Niveles insostenibles
Pensemos en las operaciones de valores, uno de los negocios básicos. De una cifra histórica en 2007, los volúmenes se han reducido a menos de la mitad. "Las operaciones se traducen en comisiones", explica el antiguo jefe de una agencia de laCity. "Los niveles actuales son simplemente insostenibles, sobre todo para los agentes independientes". La City entera se da cuenta de que incluso si la eurozona se recuperara milagrosamente mañana, los bancos se verían excluidos de gran parte de los negocios que un día fueron tan rentables. "El estado de ánimo es pésimo", asegura un banquero veterano.
En el cambio de siglo, dos cambios legales importantes marcaron el inicio del auge. Uno fue la derogación en Estados Unidos de la ley Glass-Steagall, el otro fue la ley de modernización de futuros de productos básicos de 2000, que desreguló los derivados. La caída ha tenido un efecto perverso. En la primera fase de la crisis, cuando muchos bancos esperaban que las condiciones operativas volvieran enseguida a la normalidad, los empleados recibían grandes aumentos de sus salarios básicos para compensar por la reducción de las bonificaciones. En algunos casos, el salario básico se duplicó con creces. En el viejo modelo, los banqueros cobraban sumas astronómicas sólo si conseguían beneficios también astronómicos. Tras los aumentos salariales, el típico banquero de nivel medio empezó a cobrar sueldos de seis cifras incluso si perdía dinero para el banco. Ahora el sector se ve obligado a admitir que el chollo de la banca de inversiones se esfuma indefinidamente. Gracias a la desaparición de las bonificaciones, el único modo de recortar gastos es destruyendo empleo. "Muchos se creen infra remunerados, cuando lo cierto es que todavía siguen estando retribuidos en exceso. Aún no se han dado cuenta", asegura un exbanquero.
El lado positivo de la crisis
Anil Stocker podría haber escogido cualquier carrera cuando se licenció a los 22 pero la única opción realista era la banca de inversiones. "Casi todos los de mi promoción querían trabajar en banca. Si no lo hacías, te miraban como a un don nadie", recuerda. Stocker y sus amigos, que han fundado Market Invoice, podrían ser el referente de lo que Osborne se esfuerza por pintar como el lado positivo del hundimiento financiero: el "reequilibrio" de la economía.
En un mundo postcrisis, el ministro de economía espera que haya más técnicos y empresarios, y menos banqueros astutos tramando formas "socialmente inútiles" de engordar los beneficios y enriquecerse con ellos. Pero, ¿cuántos más seguirán los pasos de Stocker? A muchos no les va a quedar más remedio.
A Robert Morris le queda una semana para decir adiós a la carrera que ha levantado durante once años. Después ya no habrá más trajes de rayas, sino adolescentes desbocados y una nómina mucho más escueta. De momento está animado. "Por alguna extraña razón, creo que estoy haciendo lo correcto", explica. "Prefiero ser director de colegio que jefe de valores".