Banca y finanzas

De Banesto a Caja Castilla-La Mancha: dieciséis años sin intervenciones

Mañana se cumplirán 16 años de que el Banco de España interviniera Banesto, una decisión que sacudió los cimientos del sector financiero español y que no se ha vuelto a repetir para una gran entidad hasta este mismo año, con la intervención de Caja Castilla-La Mancha.

Ésta última se produjo el pasado mes de marzo, cuando el Banco de España se convirtió en administrador de la entidad castellano-manchega y empezó a buscar una solución para garantizar su viabilidad, en entredicho después de conocerse sus altos índices de morosidad y el mal estado de sus cuentas.

Nueve meses después, el supervisor dio el visto bueno a Cajastur para integrar a la entidad castellano-manchega en una operación para la que, en principio, no sería necesario el uso de recursos públicos y en la que se mantendría la independencia e identidad de ambas cajas.

Y, hace algo más de un mes, se produjo el otro gran susto de este año, cuando el Banco de España llamó al orden a Cajasur y le dio cinco días de plazo para que dejara de poner obstáculos a la fusión que planeaba con la malagueña Unicaja y aprobara el plan de negociación propuesto.

Un agujero patrimonial

El cataclismo de Banesto se materializó de golpe el 28 de diciembre de 1993, cuando el entonces gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, destituyó al presidente de la entidad, Mario Conde, y a todo su equipo directivo, alegando un supuesto agujero patrimonial de más de 605.000 millones de las antiguas pesetas, unos 3.644 millones de euros.

El pánico se apoderó de los mercados financieros españoles y, cómo no, de los clientes de Banesto, que se apresuraron a recuperar su dinero a toda velocidad, hasta el punto de que el Gobierno tuvo que garantizarles que no perderían sus ahorros.

El 29 de diciembre, al día siguiente de la intervención, aterrizó en Banesto el nuevo equipo directivo, presidido por el actual número dos del Grupo Santander, Alfredo Sáenz.

De este modo, se apagó la estrella de Mario Conde, la más brillante del panorama económico y social de la España de principios de los 90, un controvertido personaje que había llegado a la presidencia de Banesto a los 39 años personificando el éxito total y que terminó procesado, condenado y encarcelado.

Botín toma el relevo

Actualmente, Banesto pertenece en un 87,32% al Grupo Santander, que lo adquirió en subasta en abril de 1994 por 280.000 millones de pesetas -1.686 millones de euros- y dejó los mandos en poder de Sáenz y su equipo con el objetivo de reflotar la entidad.

Años después, en 2002, tomó el relevo Ana Patricia Botín, que ha sido la encargada de llevar a Banesto a los primeros puestos de la banca española y convertirla en una de las joyas de la corona del Grupo Santander, que preside su padre.

Alegría crediticia

En los 16 años transcurridos entre las dos intervenciones mencionadas, el sector financiero español ha sufrido dos graves crisis, empezando por la de los primeros años noventa, que trajo una lluvia de fusiones que dejaron a los "siete grandes" convertidos en tres: el Grupo Santander, el Grupo BBVA y el Grupo Banco Popular.

Desde entonces hasta el estallido del escándalo de las hipotecas subprime, en verano de 2007, que marcó el inicio de la segunda gran crisis aún no superada, el sector financiero ha conocido una época brillante, de espectaculares resultados y créditos fáciles y baratos.

Esta "alegría" crediticia ha sido identificada por algunos como la principal razón del hundimiento del sector de la construcción, antiguo motor de la economía española, endeudado por "cortesía" de bancos y cajas, sobre todo, de éstas últimas, obligadas a reorganizarse en 2010 con una larga lista de fusiones que ya se están cocinando.

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