Las cuentas claras y el chocolate espeso. Así son las cosas ahora en el ayuntamiento de Estepona, un municipio marcado por la corrupción durante los últimos años. El anterior alcalde, el socialista David Valádez, no pudo solucionar la herencia envenenada de su antecesor, Antonio Barrientos, procesado por el caso Astapa. Valadez sucumbió en las urnas ante el popular José María García Urbano, un notario que llegó a la alcaldía con un programa electoral que ya casi ha ejecutado.
No es la primera vez que escribo sobre Estepona, ni creo que será la última porque, a diferencia de otros municipios gobernados también por el PP, está haciendo las cosas bien. Es una ciudad limpia, más segura, más estable, con mas atractivos para inversores y turistas, con más empleo para los vecinos y regenerada institucionalmente. Ha recobrado la normalidad y se está recuperando económicamente.
La Cuenta General de 2012 refleja una reducción de un 23 por ciento en el gasto ordinario; un aumento del porcentaje de pago de las obligaciones corrientes del ayuntamiento -pasando del 22 por ciento de cumplimiento de pago de anteriores responsables municipales al 94,12 por ciento a fecha 31 de diciembre de 2012-, habiéndose reconocido además en este ejercicio deudas heredadas por un importe de 2,2 millones de euros; así como un ahorro de 10 millones de euros, gracias a la máxima de suprimir el gasto innecesario, y un superávit de 770.000 euros.
El equipo de gobierno ha aprobado de forma definitiva el presupuesto municipal de 2014, que asciende a un total de 96 millones de euros, un 7 por ciento superior al del anterior ejercicio. Cumple con los compromisos de atender la deuda heredada y con el objetivo de déficit cero. En concreto, destina 10 millones de euros de superávit a enjugar parte de este débito. Y saca adelante también el plan de saneamiento. Las cuentas municipales garantizan las obligaciones y acuerdos alcanzados para hacer frente a los incumplimientos económicos de anteriores gobiernos.