Muy a menudo, detrás de una gran empresa, hay una mejor historia. Y este es el caso de Fernando Durán, la casa de subastas más especializada de España.
Su historia se remonta a la Galicia de los años 30, donde diez hermanos varones nacidos en el seno de una familia de orfebres, tuvieron que aprender el negocio familiar para escapar de las dificultades de la época. En este tiempo, eran pocos los afortunados que podían estudiar y escoger libremente su camino, pero Fernando Durán, uno de los hermanos de la familia gallega, a golpe de trabajo y dedicación, lo consiguió.
Fernando Durán estudió derecho a la misma vez que vendía plata en una tienda. Rápidamente, de la mano del espíritu emprendedor que siempre le acompañaba, empezó a introducir joyas en el muestrario. Una decisión que resultó ser más que acertada.
El estudiante, que se escapaba siempre que podía a merodear por los rincones del Museo del Prado, comenzó a comprar obras de arte en los países donde viajaba, y después, las vendía con mucha facilidad en España. En este mismo tiempo, Fernando Durán apreció la necesidad de muchas personas de vender objetos que tenían en su haber y que no necesitaban o, más bien, les urgía más cambiar por dinero. Y, juntando todo esto, visualizó un negocio que puso en marcha de la mano de sus hermanos en 1969.
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Años más tarde de fundar el negocio con sus familiares, Durán quiso arrancar una andadura en solitario para poder proyectar en su trabajo la pasión que siempre había sentido por el arte. Ambicionaba cuidar las obras, mimarlas, darle el valor que tenían. Para ello, se especializó concienzudamente en algunas de las materias que eran imprescindibles para llevar a cabo una casa de subastas de este nivel, pues era lo que siempre había soñado. Y así nacía Fernando Durán, subastas de arte y joyas.
Ahora, Paloma Durán, hija del fundador y actual directora general la casa de subastas madrileña, asegura que "ya la primera subasta que se realizó en Fernando Durán fue todo éxito". Un hecho que le impulsa a seguir con el legado de su padre, con quien pudo disfrutar y aprender durante 20 años en su empresa.
¿Cómo ha sido su trayectoria? ¿Cuándo decide seguir los pasos de su padre?
En mi época, la mujer no había conseguido aún el rol profesional. Mi padre, muy avanzado a su tiempo, me animó a estudiar Historia del Arte. Cuando acabé, comencé a trabajar con él y me hice cargo de la sección de joyas. Me encargué de un catálogo monográfico y me puse a estudiar gemología, y esta parte tuvo mucho éxito también. Con los años, me he seguido desarrollando y aprendiendo, hasta hoy que he conseguido controlar totalmente todas las aristas de este negocio.
¿Fernando Durán es la casa de subastas más grande de España?
Digamos que no es la más grande, es la más especializada. Es lo que siempre quiso hacer mi padre. No es cuestión del número del lote, sino de hacerlo bien. En total hacemos 12 subastas al año, pero todas muy especiales, con catálogos monográficos para joyas y relojes, pintura antigua y artes decorativas, y otro de arte contemporáneo. Las subastas no se pueden encargar, las vas haciendo día a día con la necesidad que tienen las personas de vender. Además, a nosotros acuden muchísimas personas porque ya nos conocen, y saben que vamos a tratar a todas sus piezas y colecciones con mucho cariño.
¿España es un buen lugar para este tipo de negocios?
Sí. España es un país muy culto, y junto con Italia, tenemos mucho arte por historia, entonces hace que seamos dos países donde hay mucho material, y vienen a comprar personas de todas las partes del mundo. Tenemos una tradición y una cultura que tenemos que seguir trasmitiendo, para que los jóvenes no solo se adapten a los cambios técnicos y sujeten también el pasado con su historia.
¿Cómo es el comprador más habitual de las piezas?
Madrid se está volviendo muy internacional, entonces, aunque haya profesiones que hayan perdido poder adquisitivo, se está volviendo un mercado muy internacional, sobre todo en el barrio de Salamanca. Este mundo de subastas siempre ha sido así, hasta cuando no había móviles. Ponías anuncios en papel y venia gente de Nueva York, Arabia y de todas partes del mundo a comprar, porque la gente que quiere nuestras piezas nos tiene fichados y están siempre atentos a lo que sacamos. Esto nos pasa desde el principio. En definitiva, hay mucha competencia, hay gente de todas las nacionalidades y tienen que pelear para conseguir la pieza que quieren.
¿Cuál es la obra más cara que ha pasado por Fernando Durán?
Un Cristo de Limoge que venía de una casa de Zamora del siglo XII, que empezó en 30 mil euros y acabó en un millón de euros. Se trata de un Cristo que tenía una medida de 10 cm a 13 de longitud. Un pieza de hierro, con esmalte de Limoge, antigua. La magia de este negocio es que hay objetos que pueden salir de cualquier casa de Zamora, por ejemplo, y acabar en un museo. A parte de esta, hay varias que han conseguido un precio muy alto. Por ejemplo, los brillantes, los collares, relojes vintage de Rolex... todo este tipo de piezas alcanza un valor muy alto.

¿Qué es lo más bonito de esta profesión?
Ayudar a muchas personas. Hay veces que das muy buenas noticias, tan buenas, que tienes que decirles antes que se sienten (bromea). Hay personas que atraviesan situaciones muy difíciles y que te dan piezas que creen que no valen nada o valen poco, y cuando, de repente, les cuentas el valor que tienen, o a cuánto se ha vendido finalmente, es una alegría enorme. Es algo precioso de nuestro trabajo.