Opinión

Los tres motores económicos, China, EEUU y Europa, en caída

    PV

    Amador G. Ayora

    Más de 200 millones de ciudadanos chinos están confinados en sus domicilios por culpa del Covid. De ellos, 25 millones son residentes en Shanghái, la mayor ciudad industrial de China, que por sí misma genera el 4% del PIB de todo el país. Shanghái es el principal productor chino de componentes de automóviles y electrónicos, así como de productos químicos para la industria farmacéutica. Además, es uno de los grandes fabricantes de semiconductores. Nueve de los diez primeros fabricantes de componentes automovilísticos tienen su sede en esta gran ciudad portuaria.

    La producción industrial de Shanghai cayó el 7,5% en marzo, el primer declive en los últimos dos años, en que se mantuvo al alza pese a las dificultades sufridas por la pandemia. La repercusión puede ser mayor en abril y en los meses sucesivos por culpa de la política de Covid cero, que está creando dificultades a la mayoría de las empresas para seguir abasteciéndose de materiales para su funcionamiento.

    El Gobierno dio una lista de 666 empresas consideradas estratégicas, que estaban obligadas a reabrir, y ahora prepara un segundo listado. Aun así, muchos de los empleados han tenido dificultades de transporte para volver a su lugar de trabajo.

    Otras 1.000 empresas han logrado mantenerse en funcionamiento gracias a que sus cientos o miles de empleados viven y trabajan bajo su techo. Pero se trata de una pequeña muestra de entre las 50.000 empresas registradas en la ciudad y sus alrededores.

    Buena parte de los suministradores de las regiones vecinas han cerrado y Shanghai se ha convertido en un gran caos logístico. Algunos cargamentos se desvían al cercano puerto de Taicang, que ha triplicado su actividad, y el Gobierno está promoviendo el transporte por ferrocarril y ha suprimido los puestos de control de la autopista que rodea la ribera del Yangtze para dar salida a las mercancías.

    Pero aun así el colapso es monumental. Miles de buques están a la espera de entrar o salir del Puerto de Shanghai. El presidente Xi Jinping ha cometido dos grandes errores: la política de Covid cero y el apoyo velado a Rusia, que siembra la desconfianza internacional en el país.

    Un alto ejecutivo de Pfizer señala a elEconomista que Pekín ha firmado un gran pedido de su antiviral, Paxlovid, para evitar las muertes por coronavirus. El ejecutivo de Pfizer evalúa solo en un 26% la eficacia de la vacuna china, Xinovac, frente al 90% de la producida por ellos. Si se tiene en cuenta, además, que menos de la mitad de la población está vacunada, apenas un 12% de la población estaría inmunizado. China puede tardar meses en someter bajo control al virus.

    Los economistas empiezan a revisar a la baja el pronóstico de crecimiento para este año en medio punto, que ya estaba en tasas próximas al 5%, el mínimo de los últimos años.

    Mientras, el resto del mundo contiene la respiración intentando averiguar hasta dónde llegará la parálisis de la actividad china y cómo repercutirá sobre el resto de Occidente. China se había convertido en la fábrica del mundo. Uno de cada cinco productos de consumo se fabrica allí o tiene su origen en el gigante amarillo.

    Estados Unidos sorprendió el jueves con un crecimiento negativo de su PIB del 1,4% en tasa interanual en los primeros tres meses del año, que contrasta con el 6,9% del trimestre precedente.

    El Gobierno federal culpa del frenazo a la ruptura de la cadena de suministros, que a su vez golpeó los inventarios de las empresas estadounidenses. Por el contrario, el consumo permanece fuerte al igual que la creación de empleo, dos de los ratios en los que se fija la Reserva Federal para determinar su política monetaria.

    La demanda privada creció en el primer trimestre a tasas del 3,7%, más del doble del 8% que la Fed se marcó como objetivo a medio o largo plazo, mientras que las personas en busca de empleo descendieron la última semana a 180.000, un número históricamente bajo.

    Con estos datos en la mano, los expertos prevén que la Fed siga adelante con su política de tipos para la próxima reunión de mayo, en la que se espera un alza adicional de medio punto. ¿Se equivocan los bancos centrales al restringir la política monetaria tan rápidamente y provocarán una contracción, como hizo Trichet a las puertas de la crisis de 2008? Ese es el gran debate, pendiente de resolver.

    La preocupación en boca de todos es la inflación, que alcanzó el 8,5% en marzo en Estados Unidos y el 6,5%, descontados los precios energéticos. Después de varios meses en los que se calificó su subida de factor coyuntural, la mayoría de los gobiernos y los bancos centrales admiten ya que se equivocaron.

    La guerra de Ucrania, que tensiona los precios de la energía, va a ser larga y cuando acabe se alumbra un mundo nuevo, en el que la política de bloques sustituirá al actual modelo liberal de globalización, lo que lleva a pensar que los precios subsistirán en niveles altos mucho tiempo.

    En Europa, la preocupación es menor, porque la inflación subyacente, descontados los precios energéticos, está en la mitad que en Estados Unidos, y el Banco Central Europeo prevé que a partir del año que viene vuelva a tasas del 2%. Sin embargo, a corto plazo, los costes pueden irse por las nubes si se corta el suministro de gas y petróleo rusos, como adelantamos aquí la pasada semana.

    Todos los ojos están puestos en Alemania. El canciller Olaf Scholz admitió esta semana que hay que ir preparándose para prescindir de los oleoductos rusos. Sobre todo, después del chantaje de Putin, que obliga a los países europeos a pagar sus hidrocarburos en rublos. Sería imperdonable que Berlín, promotor de las sanciones, se saltara las normas europeas. Además, Scholz anunció que su país estará pronto preparado para prescindir del petróleo que compra a Moscú.

    Europa consume la mitad de la producción rusa de crudo (unos siete millones de barriles día), lo que proporciona unos 400 millones de euros al mes al Krem- lin, el 40% de sus ingresos fiscales. Su salud financiera va a depender de la habilidad de Moscú por sustituir las compras europeas por las de China o India. La Agencia Internacional de la Energía pronostica una gran escalada del crudo en caso de que Europa interrumpa el aprovisionamiento, por los menos hasta que se reorganice el mercado mundial.

    Pero lo peor está por llegar. El FMI estima que Alemania podría sufrir una contracción de hasta el 3% en su PIB si interrumpe las compras de gas, porque gran parte de su industria tendrá que parar al quedar desabastecida. El ministro de Economía germana, Robert Habeck, redujo al 2,2% la previsión de PIB para este año. Los cinco sabios la recortan aún más, al 1,8%, aunque en la actualidad crece ya a poco más un 1%.

    Europa entera entrará en un proceso de estanflación (bajo crecimiento con elevada inflación) a causa de la guerra. España creció solo tres décimas y destruyó 100.000 empleos en el primer trimestre, pese a que es uno de los países menos dependientes de Rusia y donde los fondos europeos deberían servir como palanca para su actividad.

    Los problemas de China son la puntilla para al resto. Pekín es el tercer socio comercial de Berlín, por detrás de Europa y EEUU, al igual que de Washington. Es aún pronto para asegurar que Alemania y Estados Unidos irán a recesión, pero sí la bordearán. Con Washington y Berlín al borde de la recesión, la economía de China tambaleante y la prolongación de los problemas de suministros, el panorama para el próximo semestre se ensombrece.

    Si tres de los principales motores de la economía mundial (Estados Unidos, China y Europa) sufren serias turbulencias para mantenerse en vuelo, el resto del mundo se resentirá, lo que provocará un incremento de las desigualdades sociales.