Opinión
En el camarote de los hermanos Marx
Amador G. Ayora
El gozo en un pozo. Las esperanzas que tenía el Gobierno de Sánchez de que Europa transfiera gratis 77.000 millones durante los próximos cuatro años para reconstruir la maltrecha economía española se esfumaron esta semana. Un alto funcionario europeo reconoció en un off the record con varios corresponsales que sacar adelante el fondo de reconstrucción será "muy difícil" y puso en duda que pueda estar disponible para finales de este ejercicio.
Las causas de las dificultades no las dejó claras, pero todo el mundo mira hacia los frugales (Holanda, Dinamarca, Finlandia y Austria), los cuatro halcones europeos. La Real Academia de la Lengua Española (RAE) define frugal como aquél que es "parco en comer y beber". Pero no especifica cuánto debe pagar por las viandas.
En los almuerzos de Iglesias y Sanchez los jueves ronda la cuestión de si hacer como Varoufakis
Las ayudas no van a salir gratis. La Prensa oficial nos intenta confundir. Predica a los cuatro vientos que el dinero iría destinado a promover la inversión verde y digital y se daría sin condicionantes. Pero es mentira. El paquete global de 1,5 billones, del que saldrán los 140.000 millones destinados a España, necesita el visto bueno de los 27 y la ratificación de los parlamentos nacionales.
Los halcones no van a firmar un cheque en blanco y menos para los "vagos del sur" (españoles e italianos), como se verá en la cumbre europea del próximo viernes.
Las perspectivas se oscurecen. La OCDE coincide con el Banco de España en advertir de que nuestro país será el más perjudicado en caso de un rebrote, por culpa de la actividad turística, que volvería a sufrir una fuerte contracción. La peor parte se la lleva el desempleo, que puede acabar el año en el 20 por ciento y escalar un punto adicional el año que viene.
Hasta Pedro Sánchez comienza a aprender la lección. Esta semana pronunció la palabra "recortes" sin que se le cayeran los anillos. Si quiere colocar, además, a Nadia Calviño al frente del Eurogrupo tendrá que dar ejemplo de ortodoxia presupuestaria, con un plan para devolver el déficit público al tres por ciento.
La ortodoxia fiscal de Calviño al frente del Eurogrupo podría hacer saltar por los aires al Gobierno
La primera prueba de fuego está en los Presupuestos. El partido de Iglesias no quiere oír hablar de recortes. La suma no sale, porque sin su apoyo es imposible sacarlos adelante. La mano tendida por Sánchez a Inés Arrimadas sirvió para prorrogar el estado de alarma, pero poco más. Diez diputados no dan para aprobar casi nada en el Congreso.
En Moncloa son ya célebres los almuerzos de los jueves entre Sánchez e Iglesias, previos al consejo de ministros extraordinario de los viernes. Los dos socios de coalición pactan entre plato y plato las ideas más diversas, que luego plasman en reales decretos aprovechando el estado de alarma. Desde el ingreso del podemita en el CNI hasta la derogación "íntegra" de la reforma laboral, que armó la marimorena.
Los ministros siguen boquiabiertos el resultado de estos almuerzos, que los sorprende al día siguiente. Desde hace semanas, ronda por la mesa de los dos comensales una idea tentadora ¿Por qué no plantamos cara a Europa y desobedecemos?
El presidente del PNV, Andoni Ortúzar, lo señaló gráficamente esta semana en una entrevista con elEconomista: "Si Iglesias hace un Varoufakis, esto saltará por los aires". Varoufakis es el ex ministro griego de Finanzas que se negó a aplicar los recortes que exigía la Troika a Atenas a cambio del rescate del país. Las tensiones monetarias provocaron la quiebra del sistema financiero y un empobrecimiento de la población.
La tentación está encima de la mesa. Sánchez parece dispuesto a meter la tijera al gasto como hizo Zapatero, "in extremis". El ex presidente, con el que mantiene buena relación, reconoce hoy que la situación económica fue la culpable de su derrota, aunque lo atribuye a factores exógenos a su gestión. Sánchez, está acostumbrado a decir a los mercados lo que quieren oír para no tensar la prima de riesgo ó encarecer la financiación del Tesoro.
El problema es que raramente suele cumplir su palabra. Vienen tiempos duros y habrá que tomas decisiones difíciles. y recortar los gastos. Quienes piensen que porque el IBEX haya estado esta semana a punto de reconquistar los 8.000 puntos, la crisis se acabó, está muy equivocado. La recesión no ha hecho más que comenzar, como advirtió el gobernador del Banco de España.
Los 600.000 millones adicionales anunciados el viernes, 29 de mayo, por la presidenta del BCE, Christine Lagarde, no son el bálsamo de fierabrás, capaz de sanarlo todo. No hay fórmulas mágicas ante el desplome de la producción industrial en más del 30 por ciento.
Un acercamiento a Pablo Casado en busca de un pacto para relanzar la economía parece misión imposible mientras Iglesias siga calificando de criminal al consejero de Sanidad madrileño ó se empeñe en revivir el fantasma del golpe de Estado dentro de la Guardia Civil, para tapar los errores del ministro Marlaska.
La Comisión de Reconstrucción es otra pantomima en manos de Patxi López, desde que éste permitió a Iglesias llamar golpista al portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros.
Los proyectos económicos brillan por su ausencia. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, acaba de convocar los estados generales de la economía. Una especie de maratón de ideas entre un grupo de 24 expertos de prestigio como el ex presidente de Vodafone, Vittorio Calao; Raffaella Sadu, de Harvard; Enrico Moretti, de California Berkeley ó Marianna Mazzuccatto, del University College londinense. para resucitar el tejido industrial.
En Francia, Macron creó una comisión de 26 economistas internacionales entre los que figuran tres premios Nobel (Paul Krugman, Peter Diamond y Jean Tirole) ó el ex economista jefe del FMI, Olivier Blanchard.
Aquì, el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, ha tenido que convocar una cumbre paralela a la Comisión de Reconstrucción durante la útima quincena de junio para poder dar voz a los empresarios.
La fractura es cada vez mayor entre los ministros que respaldan a Nadia Calviño y los de Podemos. El titular de Agricultura, Luis Planas, cargó esta semana contra la titular de Trabajo, Yolanda Díaz, por llamar esclavistas a los empresarios del campo.
El de Seguridad Social, José Luis Escrivá, va lamentándose por las esquinas de que Iglesias le obligó a que la factura del Ingreso Mínimo Vital (IMV) fuera asumida por el Estado en vez de por las autonomías, pese a que el artículo 147 de la Constitución reserva a éstas la gestión de los temas sociales y existe numerosa jurisprudencia al respecto.
Nadie entiende que la prestación sea vitalicia, lo que desanima a buscar empleo. Los primeros efectos comienzan ya a percibirse. El número de empleadas del hogar dados de baja en la Seguridad Social crece a tasas del 6 por ciento porque éstas prefieren cobrar el nuevo IVM y trabajar algunas horas en negro, mientras en el campo escasea la mano de obra. La economía informal, ya en niveles superior al 20 por ciento, crecerá más.
Sin ideas para la reconstrucción, sin recursos económicos para afrontar el déficit y la deuda en los próximos meses, en un ambiente de crispación política creciente y con Iglesias prácticamente en campaña electoral en busca del voto de protesta. Así funciona el camarote de los Hermanos Marx, como diría Felipe González.
Mientras una parte de los ministros presionan para romper con Podemos e ir a las urnas en la primera parte de 2021, la otra se resigna a aguantar estoicamente hasta que sea posible.
El presidente deshoja la margarita. En los próximos días deberá decidir si España presenta la candidatura de Calviño para sustituir a Mario Centeno al frente del Eurogrupo, lo que aseguraría la ortodoxia fiscal. Pero el riesgo de que el Gobierno salte por los aires es altísimo, porque en algún momento se producirá el choque de trenes entre los vicepresidentes segundo y tercero por el cumplimiento de las condiciones que ponga Bruselas. Lo contrario, es tomar el camino de Varoufakis, con las consecuencias que ya conocemos. Sánchez tiene la última palabra.