Telecomunicaciones y tecnología

Europa pierde Nokia, uno de sus mayores iconos tecnológicos

Nokia, quién te ha visto y quién te ve. Hace cinco años, casi dos de cada tres móviles que se vendían en el mundo llevaban su sello. Era la referencia del sector, el líder intratable con una cuota del 64%, y una de las marcas más valoradas el mundo. Su encanto arrasaba y su talento para conectar a la gente no tenía techo. La bandera de Finlandia y el orgullo de Europa será muy pronto estadounidense, en cuanto se oficialice una compra que ayer conmovió a todo el sector.

Innovación, diseño, inteligencia o clarividencia eran virtudes que aplicaban a sus productos. Todos querían tener un móvil de Nokia en el bolsillo, ya sea por la facilidad de uso de la plataforma Symbian o porque sencillamente era el mejor dispositivo al que se podía aspirar. Las acciones cotizaban a 65 euros en 2000, a 27 euros en 2007 y a 2,96 euros el pasado lunes.

La cosa cambió hace casi seis años, cuando Apple lanzó su primer iPhone. Los jefazos de Espoo minusvaloraron al nuevo competidor. Incluso se mofaron de aquel artefacto sin botones. La arrogancia frente al advenedizo resultó letal. Mientras Nokia miraba su ombligo, Google trabajó sin descanso en el fenómeno Android. Después intentó frenar la pujanza de Apple a golpe de litigios por violaciones patentes, sin más resultado que el desgaste y la impotencia.

El tiempo puso a cada cual en su sitio y relegó al gigante finlandés al capítulo de grandes fracasos de los manuales de las escuelas de negocios. En la UE deberían alarmarse ante la reducción de su peso en el conjunto de la industria y tomarse en serio las medidas para proteger lo que se considera uno de los sectores motores del crecimiento y prosperidad económica. De hecho, sólo la alemana SAP se codea entre los 65 mayores firmas tecnológicas del mundo.

Cuando peor pintaba la cosa, Microsoft irrumpió en Nokia con un acuerdo con el que pretendía dar un vuelco al negocio de la movilidad. Fue en febrero de 2011 cuando el primer fabricante de software desembarca en Espoo para imponer su Windows Phone como sistema operativo del futuro, en detrimento de Symbian. Como la docilidad de un corderito, Nokia se entregó a la causa como si no hubiera mañana. Stephen Elop, exMicrosoft, tomó entonces las riendas de la firma y se erigió en el presunto salvador de una empresa que comparó con una plataforma petrolífera en llamas en medio del océano. Las ventas seguían cayendo en Nokia, perdieron el liderazgo global en favor de Samsung, se sucedieron despidos masivos y las agencias de rating la pusieron a la altura de la basura.

Los inversores finlandeses pensaban que sólo un nuevo cambio de estrategia permitiría a Nokia salir del atolladero. Si pudieran fabricar dispositivos Android otro gallo cantaría. Pero el caso es que Nokia renunció ayer a cualquier tentación de caer en los brazos de Android. Eso ya nunca sucederá. Y es una pena. La plataforma móvil más exitosa merecía un fabricante del talento del gigante finlandés. Microsoft debía olérselo y ante el riesgo de quedarse plantado con su Windows Phone en tierra de nadie optó por comprar la división de móviles de Nokia por 5.400 millones, lo que incluye toda la cartera de patentes.

En Finlandia deben estar tiritando. Su compañía de bandera ha quedado reducida a la mitad. Ahora sólo conserva el negocio de redes fijas, después de que el pasado julio comprara a Siemens el 50% de su participación en la joint venture que hasta entonces mantenían. El contrato entre Nokia y Microsoft incluye el traspaso de 32.000 empleados del fabricante de móviles a la multinacional estadounidense. Por su parte, los inversores bendijeron el acuerdo con una euforia desmedida, con los títulos de Nokia disparados el 47% en su arranque en la bolsa de Helsinki.

Stephen Elop, consejero delegado de Nokia, abandona el timón de la finlandesa en espera de obtener recompensa por los servicios prestados. El anuncio de la dimisión de Steve Ballmer, CEO de Microsoft, hace sólo unos días debe ser parte de un tinglado donde Elop se perfila como delfín. Con esta compra, Europa tiene motivos para sentirse un poco más pequeña, un poco más alejada de las primeras potencias del planeta. Un pena.

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