
En un acto a nivel mundial, pero realizado desde el centro de I+D que tiene en Gijón, ThysennKrupp ha presentado una tecnología con la que pretende revolucionar los desplazamientos en transporte público. Imagine la cinta rodante con la que realiza habitualmente ese transbordo en el metro, o que le permite salir con rapidez de la terminal del aeropuerto. Y acelérela hasta una velocidad mayor que la de un corredor de 100 metros lisos.
El resultado es una especie de lanzadera de personas que permite acortar a más de la mitad el tiempo empleado en transbordos largos y a la que -a diferencia del bus o de un tren automático- no hay que esperar... porque siempre está en movimiento, como recuerda Financial Times.
Y la principal dificultad de uso ya ha sido resuelta por ThysennKrupp: ¿cómo hacer la transición entre un paso normal a -digamos- 5 km/h y los más de 12 km/h a los que circula esta peculiar alfombra rodante?
Si la cinta cambiase de velocidad progresivamente, sólo podría transportar a unos pocos pasajeros cada vez, antes de tener que frenar de nuevo para dejarlos salir, y dejar entrar a un nuevo grupo.
La respuesta es que, en realidad, no hay ninguna cinta: se trata, más bien, de un acordeón. Los pasajeros y sus pesados equipajes viajan en plataformas metálicas que se desplazan sobre el sistema utilizando una ristra de motores lineales situados en el suelo de forma longitudinal, en lugar de dejarse arrastrar por una cadena movida por sucesivos motores convencionales que se disponen transversalmente.
Una vía rápida peatonal
El pasillo rodante se compone así de una fila interminable de plataformas que, además, se estiran y encogen conforme aceleran y frenan, respectivamente, sobre los motores lineales.
De esa forma no sólo impiden que haya huecos entre los vehículos, sino que además permiten suavizar la transición entre las diferentes velocidades dentro y fuera del sistema.
El desarrollo no sólo haría más cortos algunos de los transbordos más fastidiosos de las redes de metro, sino que también permitiría aumentar el área de influencia de una determinada estación (haciendo que dé servicio a más clientes), eliminar la necesidad de usar el bus o el metro en aeropuertos como el de Madrid (entre la terminal T4 y las restantes) o incluso desarrollar vías rápidas en algunas de las calles peatonales más saturadas.