
El parlamento ruso se prepara para emitir nuevas reglas que obliguen a particulares y empresas a desechar la opción de gigantes del software como IBM y Microsoft, en un intento por reducir la dependencia del país de las empresas extranjeras y a modo de respuesta contra las sanciones comerciales crecientes que Estados Unidos está levantando contra Rusia.
La cámara baja del parlamento, conocida como Duma, está manejando ya un borrador en el que insta a todo el sector público estatal y a las empresas de él dependientes a que otorguen preferencia a las empresas locales en los concursos para el suministro de soluciones de software.
El comité parlamentario de la Duma encargado de tramitar la reforma legislativa, que espera someter a votación un primer texto en septiembre, recuerda que en torno al 67% del software (programas) y nada menos que el 90% del hardware que se usan en la Federación Rusa son de factura extranjera.
Miedo a un 'apagón'
La pasada semana, sólo un día antes de que un misil cuyo lanzamiento atribuye Estados Unidos a los rebeldes prorrusos derribase el vuelo MH17 sobre el este de Ucrania, Estados Unidos aprobó una nueva remesa de sanciones a empresas rusas de los sectores bancario, energético y de defensa, que venían a sumarse a las ya establecidas en los meses anteriores.
Tras el incidente, que Estados Unidos ha calificado como el punto de inflexión de una nueva fase del conflicto, la perspectiva de una escalada de represalias comerciales entre Moscú y Washington se ha hecho más patente.
Entre los motivos para este rearme proteccionista no sólo están las represalias comerciales. Se trata, según los autores del texto legislativo en preparación, de asegurarse de que esas empresas no se utilizan por parte de Estados Unidos como puerta de acceso a datos confidenciales rusos.
También se afirma que la alta dependencia de esos fabricantes, entre los que también están HP, Cisco u Oracle, pone en riesgo indirecto a las empresas rusas, ya que las compañías con sede en Estados Unidos podrían verse obligadas a cortar de raíz los servicios que prestan en Rusia si así lo ordena Washington, lo que pondría en serios aprietos al gigante euroasiático.