
Uno de los fundadores del gigante de la tecnología ha asegurado esta semana que las posibilidades que ofrecen las Google Glass son tan amplias que la compañía ha decidido tomárselo con calma para no intentar abarcar demasiado.
En una intervención en la Code Conference, Sergey Brin sugiere que, tal y como está el proyecto de las gafas , la compañía ya ha mordido mucho, quizá más de lo que se puede digerir de un solo bocado.
El magnate informático explica de esa manera la razón principal por la cual Google le ha pedido a todos los desarrolladores externos (además de a su propia plantilla) que se abstengan de crear aplicaciones de reconocimiento facial.
Intentando no meterse en más polémicas de las necesarias, Brin señala que la sociedad todavía no sabe muy bien cómo tratar la posibilidad de que un simple dispositivo electrónico que cualquiera puede comprar por 1.500 dólares pueda funcionar por sí solo y sin autorización legal, como una poderosa herramienta del temido Gran Hermano Orwelliano.
Las gafas de Google están a la venta en un peculiar programa de pruebas, en el que los usuarios pagan por tener el dispositivo y además ayudan a la compañía a mejorar su funcionamiento.
Precisamente la inmadurez del producto está detrás de algunas críticas que señalan que su lanzamiento al mercado ha sido prematuro.