
La imagen resultará familiar en los próximos años, pese al mal efecto que hasta la fecha puede producir. Es el caso, por ejemplo, de algunos restaurantes que comienzan a ofrecer un platillo para que los comensales puedan dejar su teléfono móvil sobre la mesa, y así tenerlo siempre a la vista, frente a los platos, las copas y cubiertos. La frivolidad puede resultar anecdótica, pero en el fondo viene a romper unas normas de comportamiento modeladas durante siglos.
La moda de compartir mesa, vajilla y mantel con el móvil, con un soporte especial para depositar el dispositivo, sólo existe en algunos restaurantes asiáticos, aunque a nadie le extrañaría que la aparente extravagancia conquiste rápidamente Europa y EEUU. Pocos discuten que el móvil acaparará el protagonismo en entornos en los que debería desempeñar un papel marginal. Así, algunos argumentan que los smartphones están diseñados para salir a la superficie y llamar la atención.
Puede servir de excusa el hecho de que los dispositivos lucen pantallas cada vez más grandes, lo que resulta incómodo de guardar en el bolsillo del pantalón o la chaqueta.
También es cierto que la actividad es casi incesante en los smartphones conectados a la banda ancha móvil, en contraste con los dispositivos tradicionales. Cada actualización de Twitter, Facebook, LinkedIn despiertan interés, igual que la irrupción de cada nuevo aviso de Whatsapp, email o chats de las diferentes plataformas de mensajería instantánea. La consulta a tanta información latente se suele solventar con un simple vistazo al smart- phone, lo preciso para saber quién está al otro lado y qué pretende... y lo justo para interrumpir la conversación.
La doble pantalla
Los teléfonos de última generación comparten la audiencia televisiva con inusitado entusiasmo. Los telespectadores son internautas y viceversa. De esa forma, corren ríos de bits al opinar sobre los programas, eventos deportivos o películas con los amigos de las redes sociales. La diversión es mayor cuando se puede comentar la jugada en tiempo real con los allegados.
El fenómeno de la doble pantalla (la del televisor y la del móvil) comienza a fomentarse desde los propios canales, ya que así los contenidos ganan en notoriedad e interactividad. Todo lo anterior pone de relieve que el móvil inteligente -siempre a mano y conectado-, invita a la sociabilidad. Además, todo apunta a que, en poco tiempo, el celular cederá el relevo a las tabletas, que por su mayor tamaño de pantalla resultan más cómodas para navegar, teclear y manejar frente al televisor.
El artilugio que nunca duerme
No hay momento del día en el que el terminal se deje a un lado. Incluso al conducir, el móvil acecha ya sea convertido en navegador GPS o reproductor musical. Por esos nuevos hábitos, los navegadores tradicionales han perdido pujanza frente a los smartphones. Las empresas afectadas se han unido a su enemigo y han encontrado un filón en la venta de aplicaciones de geolocalización para los móviles.
Poco a poco aparecen nuevos usos y prestaciones para el móvil, como la popularización del estándar DLNA. Este sistema permite visionar en el televisor los vídeos o fotografías familiares tomadas con el terminal, conectando todo tipo de dispositivos de forma transparente, cómoda e inmediata. Por su parte, la tecnología de radiofrecuencia NFC permitirá realizar micropagos con el móvil, lo que aportará un gran valor al terminal convertido en cartera o monedero.
Cada vez son menos los usuarios que apagan el móvil cuando van a dormir, por lo que permanecen conectados las 24 horas del día. La sensación de estar siempre disponible al otro lado del móvil se extiende incluso entre los aficionados a los deportes, que desde hace años se las apañan para correr, montar en bicicleta, jugar el tenis o al golf con el teléfono pegado al cuerpo. Algunos runners, por ejemplo, cargan con el dispositivo gracias a soportes especiales. De paso, pueden escuchar la radio, un podcast o la música almacenada en el terminal, además de registrar los kilómetros recorridos en cada entrenamiento, gracias a las aplicaciones diseñadas para estos fines para todos los smartphones.
Algunos estudios han destacado la importancia de los móviles y tabletas como objeto de entretenimiento para el cuarto de baño, en detrimento del periódico o las revistas. De esa forma, millones de internautas móviles consultan sus redes sociales durante esos minutos de fisiológica intimidad.
Los libros tradicionales también han perdido lectores por la competencia de los contenidos online, a los que se pueden acceder desde el móvil inteligente o la tableta, incluso a oscuras.
La próxima conquista de los smartphones serán los aviones, hasta ahora limitado por las presuntas interferencias con los sistemas de navegación. Los problemas técnicos ya lo han solventado algunas aerolíneas estadounidenses, pioneras en un servicio que pronto será global. Por todo lo dicho, o mucho cambian las cosas o el guirigay de ringtones a bordo será parecido al que se sufre en los trenes y autobuses. La mejora de la calidad de vida es cuestionable.