
La todopoderosa comisión de las telecomunicaciones estadounidense, la FCC, va a proponer un cambio regulatorio que podría hacer temblar uno de los pilares de internet: la neutralidad de red.
El principio de no discriminación en el acceso a la web está así a punto de caer y dejar paso a lo que a menudo se ha definido como una internet de dos divisiones, una de primera para aquellas empresas que estén dispuestas a pagar una prima, y otra para el resto de mortales.
La neutralidad de red implica que los provedores de servicios de internet (ISPs) transmiten los paquetes de datos sin importar de dónde vienen y dónde van, de tal manera que una película de Netflix y las fotos de un usuario adjuntas a un mail viajan mezclados y reciben exactamente el mismo tratamiento.
Esta neutralidad no tiene nada que ver con el ancho de banda que tiene contratado cada usuario en su domicilio (quien paga más tiene más "velocidad"), sino con el extremo contrario de la cadena y la inexistencia de discriminaciones en el enrutamiento de los datos en función de criterios como el poder financiero del sitio web.
¿Datos segregados?
Lo que ahora se debate es si en lugar de una única y alegórica tubería, los ISP pueden crear otra paralela, mucho más ancha, y lanzar por ella los datos de quienes paguen más por emitir, dejando el canal convencional relegado para las web de segunda categoría.
Conforme a lo publicado por The Wall Street Journal, la FCC modificará en los próximos meses la normativa para dar satisfacción a una vieja demanda de los ISPs, permitiéndoles que ofrezcan canales de acceso reservados para contenidos que requieran un alto ancho de banda, como vídeo en streaming.
Esos canales serían contratados y pagados por las compañías que ofrecen esos servicios (como Amazon o Netflix), que en cualquier caso tenderían a repercutir el sobrecoste en los abonados, creando así de facto una división en la red.
Los consumidores no notarían inicialmente los efectos de esta segregación por contenidos, aunque los servicios premium serían cada vez más frecuentes y, si se cumplen los temores de algunos grupos de activistas en favor de la neutralidad, a largo plazo el acceso a las webs menos poderosas sería cada vez más lento.
La FCC se defiende asegurando que la normativa, si es finalmente aprobada, prohibirá expresamente que los ISP bloqueen o ralenticen el acceso a aquellos servicios web que no pasen por caja.
Sus detractores señalan en cambio que, al romper la unidad, se resquebraja la neutralidad y se abre la puerta a que internet deje de ser un campo abierto, en el que cualquiera puede comunicarse con el resto del planeta mirando de tú a tú a las grandes corporaciones.
La propuesta sería en cualquier caso perjudicial para las pequeñas compañías que prestan servicios por internet. Si antes competían -salvo por la escala- con armas idénticas a las de las majors, ahora verán cómo es casi imposible enfrentarse a gigantes capaces de pagar peajes desorbitados para reservarse el mejor trozo de la red.