Ante la ola desatada de euforia y esperanza sentida por muchos con la mayoría absoluta del PP en las elecciones generales, comienzo a detectar nerviosismo en verna. Y es que a los amantes de lo ortodoxo hay cosas que no les cuadran.
Rajoy, el hombre que nos iba a sacar de la crisis en mes y medio, el prócer que iba a codearse con Merkel y Sarkozy -no sabemos en qué idioma, pero seguro que iba a tratarlos de tú a tú sin agachar la cabeza-, tardó nueve días en incumplir su programa electoral y subir los impuestos. Subir los impuestos, que era el anatema, la medicina habitual de los malvados socialistas. Maldición, ¿y ahora qué hacemos?
Los tertulianos, ese género tan particular, están en vilo. Los melifluos lo resumen en un "no se podía hacer otra cosa", aunque antes exhibieran con orgullo el carné de liberal que llevaba como primer mandamiento bajarás los impuestos para impulsar el crecimiento.Tampoco colaba lo de echarle la culpa a las comunidades por el déficit, teniendo en cuenta que las elecciones del 22 de mayo ya nos pusieron el mapa autonómico y municipal de color azul. Menos mal que nos queda Andalucía, Cataluña y la "herencia recibida".
Pero resulta que el Gobierno ha osado nombrar secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación a Carmen Vela. Una mujer cuya carrera profesional ya se han encargado algunos en resumir en dos pecados mortales:apoyar a Zapatero y a la ley del aborto. Como si eso la incapacitara para hacer su trabajo.
Y por si esto fue poco, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se descuelga hace unos días con un "miembras" en pleno del Congreso de los Diputados. Creo que aún se escuchan las carcajadas de Bibiana Aído desde su despacho de la ONU. Como decía Confucio: "Antes de embarcarte en un viaje de venganza, cava dos tumbas": A Aído no le ha hecho falta sacar la pala. Quisieron enterrarla por ese gazapo en el léxico. Pero las tumbas llevan otros nombres. Al tiempo.