Opinión

La incompleta autonomía estratégica europea en su hora decisiva

  • La Cumbre de Londres es el aturdimiento del niño cuyo padre le ha soltado la mano
  • Todos lo esfuerzos  del continente deben estar en buscar el mejor acuerdo en Ucrania

Europa es la gran perdedora en términos geopolíticos en Ucrania. Es así porque el escenario presagia lo peor: una paz con territorio ucraniano ocupado, un desgaste económico importante en Occidente, una amenaza a la seguridad europea todavía con el arma humeante, un insólito alineamiento ruso-americano… y lo más doloroso, el saldo de miles y miles de muertos en una guerra innecesaria.

La reciente Cumbre de Londres, con desdibujadas propuestas de paz, es el aturdimiento del niño cuyo padre le ha soltado la mano en el peor momento. Ya no vale llorar por la leche derramada, pero vale la pena poner en contexto porqué hemos llegado a este punto. Desde los enrevesados sucesos de 2014, y la ilegal anexión de Crimea por Rusia, había dos perspectivas de encarar el asunto: apoyando las pretensiones de Ucrania para integrarse en la Unión Europea y en la OTAN, o con una valoración que tomara las implicaciones de este hecho para la seguridad europea.

La primera perspectiva es democrática, apegada al Derecho Internacional y a los anhelos de un Estado soberano y miembro de la ONU. La segunda es realista, en los términos de las relaciones internacionales. Se salta el derecho internacional y teme las reacciones de una potencia como Rusia, pero prioriza las cosmovisiones de cada bando sobre seguridad internacional y de aquellos hechos que puedan considerarse "amenazas".

Un Henry Kissinger, realista de teoría y torpe de la práctica, escribía no sin cierta lógica que Occidente debía entender que Ucrania no era para Rusia un país extranjero. Y en efecto fue la línea roja del movimiento del bloque comunitario y de la OTAN para los rusos.

Actuar con cautela ante los reclamos de Ucrania, tal vez hubiera ganado tiempo para hacerlos efectivos sin los riesgos de guerra. Tampoco hay certeza en ello. El tiempo en política es importante y no es descabellado pensar ahora cuál hubiera sido el mejor momento.

Europa ha entendido poco, al menos en la práctica, que Estados Unidos asume los riesgos y amenazas europeas desde las lógicas de sus propios intereses. Con el primer Donald Trump, y sus posiciones abiertamente antieuropeístas, Europa tomó conciencia de lo imperioso de ser "autónoma estratégicamente". La pandemia del Covid-19 reforzó esta posición y la agresión rusa a Ucrania revolvió todo a niveles impensados.

El estancamiento en el frente militar, la consolidación del bloque comunitario, los movimientos de integración de Finlandia y Suecia a la OTAN eran evidente derrotas para Putin. Se hizo revivir a una OTAN de su "muerte cerebral" con el "peor electroshock", en palabras de Macron.

Pero Europa una vez más se acomodó por los renovados lazos trasatlánticos bajo la administración Biden. La autonomía estratégica pasó a tener más importancia en el mundo académico que en la política real. ¿Se avanzó realmente en el plano militar, en el gasto en Defensa y en crear un ejército europeo con capacidad de plantar cara a Rusia?

Movimientos para reactivar del gasto en defensa chocan en la práctica con advertencias como las del actual Secretario de la OTAN: se invierte más o se comienzan cursos de ruso. Es el retrato de la realidad. Todavía el gasto es insuficiente con respecto al producto interior bruto en general, con marcadas diferencias entre los Estados miembros. Se suma, dicho rápido, dificultades en inversiones de programas de defensa y en investigación y desarrollo en este campo.

Las perspectivas de futuro, ahora que Trump deja caer a Zelenski y se alinea con Putin, hacen de la reafirmación de apoyo a Ucrania por Europa una muestra, en muchos sentidos, de una voluntad sin contenido. Sin Estados Unidos, y con un escaso margen de reacción, es difícil sustituir en su totalidad el apoyo norteamericano. Y es la gran encrucijada, porque aceptar una paz sin garantías para Ucrania, y sin recuperar el territorio ocupado, es asumir la derrota de Europa.

Europa debe pensar, de una vez y para siempre, si quiere ser autónoma realmente en todos los sentidos. Me temo que su tardanza es nefasta para la causa de Ucrania. Este diagnóstico tiene como principal reto para Europa los peligros dentro de sus propias fronteras. Poner de acuerdo a todos ya se muestra difícil. Y no solo por las trabas de los más cercanos a Putin (como Orbán). Ya veremos si otros asumen un aumento del gasto militar, con los lógicos recortes del gasto social, y en medio de las fragilidades políticas de muchos de ellos, junto a una ciudadanía que siente la amenaza rusa con diferentes intensidades.

En cualquier caso, todos los esfuerzos inmediatos de Europa deben estar en lograr el mejor acuerdo para Ucrania, y no quedar al margen de los esfuerzos para alcanzar una paz con garantías reales. Tiene mala pinta, pero Europa no tiene otra salida que intentarlo.

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