Opinión

La nueva movilidad necesita valentía

No sé qué pensaréis, pero a mí me da cierto vértigo la tóxica relación que hemos desarrollado con nuestros coches. Hemos renunciado a nuestras ciudades, se las hemos cedido. En una ciudad como Madrid, más del 70% de la superficie está concebida para la circulación de vehículos.

Como consecuencia, nuestra salud está a merced de los 2,5 millones de coches que circulan por la capital. El coche es el agente más contaminante de los núcleos urbanos. Nuestra economía también lo sufre: gastamos cerca del 10% de nuestro PIB anual en los 22 millones de turismos que hay en España.

Del vértigo pasa uno a la estupefacción al descubrir que los coches están ridículamente infrautilizados. Según datos de McKinsey, solo los usamos para ir de un sitio a otro el 2,7% de su vida útil. El resto del tiempo están parados, atrapados en atascos o buscando aparcamiento. Peor aún, van casi siempre vacíos: su ocupación media en Europa es de 1,7 personas por vehículo.

Y de la estupefacción a la decepción al entender finalmente que mientras muchos crecimos soñando con nuestro primer coche, símbolo de libertad, estatus e independencia, aquella bonita historia que construimos alrededor del vehículo se volvió peligrosamente insostenible.

Innovaciones para dar un vuelco a la industria

Pero no todo está perdido, hay esperanza. Tres innovaciones diferentes van a dar un vuelco a toda la industria del automóvil: la movilidad compartida, los vehículos eléctricos y la conducción autónoma van a reinventar el coche desde cero.

Por primera vez en la historia disponemos de la tecnología y las herramientas necesarias para colaborar a escala masiva, haciendo, en el caso de la movilidad, un uso mucho más eficiente de los vehículos. Por ejemplo, gracias a BlaBlaCar, 12 millones de personas viajan cada trimestre compartiendo coche. La magnitud de este cambio es evidente cuando una empresa como British Airways transporta 10 millones de personas en el mismo periodo. Y dentro de las ciudades, compañías como Car2Go o Cabify están cambiando el paradigma, pasando de la posesión al acceso. Dentro de poco, tener un coche privado en ciudades como Madrid o Barcelona carecerá de sentido para la mayoría de nosotros.

Por otro lado, las innovaciones tecnológicas están acercando las prestaciones de los vehículos eléctricos a las de los coches tradicionales. Ya hay modelos de Tesla con autonomías que consiguen casi 300 km de autonomía en media hora de carga. Pronto, recargar un coche eléctrico llevará el mismo tiempo que repostar. A la vez, el incentivo económico aumenta: los costes operativos de un coche eléctrico son ya menores a los de uno tradicional y en los próximos cinco años su coste de adquisición se igualará.

Por último, viviremos la generalización de la conducción autónoma. El concepto, diseño y la cultura alrededor del coche cambiarán por completo. Será evidente en 2050, cuando la movilidad autónoma será el primer medio de transporte y traerá una reducción del 90% de las muertes en carretera, que actualmente son más de 1,25 millones al año en todo el mundo.

¿Cómo cerrar el círculo?

Un paso más allá, se cerrará el círculo de estas tres innovaciones: ¿Qué pasará cuando, mientras no los usamos, nuestros vehículos se encarguen de transportar otras personas dentro de las ciudades generando ingresos? ¿Cómo será el sector cuando los automóviles paguen su propio coste?

Es obvio que aún hay muchas incertidumbres alrededor del futuro del coche, pero es innegable que la cadena de valor cambiará inexorablemente: de refinerías y gasolineras, a baterías y estaciones de recarga. De mecánicos a ingenieros de software. De modelos de transporte basados en el uso intensivo de mano de obra a otros donde los conductores dejarán de ser esenciales.

Ante un cambio imparable como este no vale esconder la cabeza bajo la arena. No sirve escudarse detrás de aquel "que inventen ellos" de Unamuno. Nos corresponde a todos, con la Administración a la cabeza, tomar decisiones valientes, que nos permitan estar a la vanguardia del cambio y ser más competitivos. Gestionemos la transición con sensibilidad hacia los más afectados, pero también con decisión. Apostemos por sistemas de movilidad compartida, impulsemos la descarbonización de nuestro parque automovilístico y demos facilidades al desarrollo de la conducción autónoma. Seamos pioneros, estamos a tiempo.

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