
Donald Trump se las prometía muy felices cuando, tras salir victorioso de la convención republicana, lideraba las encuestas. Sin embargo, desde entonces, su campaña ha estado envuelta en varios escándalos que le han condicionado a la hora de presentarse como una alternativa seria y de confianza a Hillary Clinton.
Trump sufrió un duro revés con la filtración en octubre de un vídeo en el que hacía comentarios vejatorios y denigrantes sobre las mujeres, algo que, sumado a las acusaciones de abusos sexuales, ha dañado mucho su imagen. Tras ello, ha buscado desesperadamente fórmulas para reponerse de ese varapalo. Con esta premisa, Trump aseguró que hay una conspiración en su contra, que las elecciones están amañadas y que el sistema está corrupto. El republicano manifestó que hay una "estructura global de poder", que incluye a los medios y al Departamento de Justicia, encargada de manipular las elecciones para favorecer a Clinton. Así, Trump llegó a afirmar que solo aceptaría el resultado electoral "si yo gano".
En su carrera por conseguir un golpe de efecto que diese un vuelco a la campaña, Trump pronunció hace varios días un esperado discurso en Gettysburg, escenario de una de las batallas más emblemáticas de la guerra civil americana. Pero en lugar de conquistar a los americanos exponiendo una visión reconciliadora y atractiva del país, como hizo Abraham Lincoln en 1863, Trump se reafirmó en sus teorías. En definitiva, si la batalla de Gettysburg fue un punto de inflexión en el desarrollo de la guerra civil, el discurso de Trump quedó lejos de producir ningún cambio en la batalla por la Casa Blanca.
Trump llevaba semanas buscando una jugada que le permitiera acortar distancias con Clinton, pero no lo había conseguido. Para ser presidente, solo le quedaba rezar para que sucediera algún hecho extraordinario que cambiara la dinámica. Y el milagro lo ha obrado el FBI al anunciar que reabría la investigación a Clinton por el uso de un servidor privado de correo electrónico durante su etapa como secretaria de Estado.
El caso fue cerrado en julio cuando el FBI concluyó que Clinton había sido "extremadamente descuidada" en el manejo de su correspondencia, pero que no había suficientes pruebas para un procedimiento sancionador. No obstante, el pasado viernes el FBI informó de la reapertura del asunto debido a la aparición de nuevos correos relevantes durante el análisis de otro caso. La agencia no ha revelado ni de qué caso se trata, ni el número de correos investigados, ni ningún otro detalle, lo que ha propiciado una espiral de especulaciones que están dañando las perspectivas de Clinton. La intervención del FBI ha permitido a Trump adelantar en las encuestas a Clinton en territorios clave, lo que abre un camino al republicano para llegar a los 270 votos electorales que se requieren para ser elegido presidente.
En definitiva, el FBI ha dado a Trump el impulso que necesitaba. Ahora le corresponde aprovechar las noticias de estos días para conseguir que algún otro estado cambie de bando. Por su parte, Clinton tiene que reconducir el debate a los temas políticos para frenar la fuga de votos. La candidata demócrata sigue teniendo ventaja, pero ambos llegan al final con opciones. Si Hillary no tropieza, será la próxima inquilina de la Casa Blanca, pero Trump goza ahora de la inercia suficiente para adelantarla ante el más mínimo despiste.