
Si hay una lección que aprender del año que termina es la complejidad de los mecanismos que determinan el precio de las cosas. El año 2015 iba a ser el de la consolidación de la recuperación en todo el mundo, pero termina lleno de incertidumbres sobre el petróleo, las materias primas y el devenir del planeta. Las dudas sobre la sostenibilidad del modelo chino hundieron las bolsas en agosto y truncaron las buenas perspectivas para el año.
La recuperación que comenzó tras la gran crisis de 2008 tiene cada vez más dificultades para avanzar. Algunos bancos de inversión advierten de que la próxima recesión en Estados Unidos está a la vuelta de la esquina, después de siete años de crecimiento ininterrumpido.
La economía japonesa no salió del letargo, pese a las numerosas inyecciones monetarias por parte del banco central, y la europea sigue al ralentí después de las compras masivas de deuda del BCE. El efecto de la bajada del precio del dinero es cada vez menor y su margen se agota. La política monetaria de tipos cero desfallece. Sólo Estados Unidos consiguió revitalizar su crecimiento, pero de manera desigual, con menor creación de empleo que en ocasiones anteriores y salarios más bajos.
El descenso de los precios del petróleo prácticamente a la mitad tampoco sirve de trampolín a Europa, China o La India, muy dependendientes del precio del oro negro. Después de tantos años de expansión monetaria con tipos próximos a cero, existe temor a una burbuja de la deuda en torno a compañías productoras de metales básicos, como mineras o acereras, que suprimen dividendos y ponen a la venta activos para poder hacer frente a los intereses del vencimiento de su deuda.
La revolución tecnológica y los cambios productivos hacia una economía llamada circular modificarán los usos y costumbres del planeta. Tendremos que acostumbrarnos a convivir con las incertidumbres de aca y allá y los bajos crecimientos, tantos de salarios como de productividad.
Hay sectores como el petrolero, cuyo futuro pende de que el coste del crudo vuelva a superar la barrera de los 50 dólares por barril en el nuevo año.
El bancario, muy presente en nuestro país, está abocado a fusiones y reestructuraciones para capear la fuerte caída de los márgenes de rentabilidad. Por contra, las brillantes perspectivas para las energías limpias, en las que España es una superpotencia, auguran un futuro prometedor para muchas empresas.
Las dudas sobre la continuidad de las reformas necesarias para el proceso de recuperación, generadas por el resultado de las últimas elecciones, oscurecen el panorama. Sólo hay que echar un vistazo a la bolsa, que terminará este año, el mejor desde la Gran Crisis, con la mayor caída desde 2011, año en que estuvimos a punto de ser intervenidos y la prima de riesgo superó los 600 puntos básicos. La desintonía entre la realidad y los mercados marca tendencias y sólo es explicable desde el punto de vista político.
Las tensiones dentro del PSOE por la falta de liderazgo de Pedro Sánchez, el ascenso fulgurante de Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, o las dificultades de Mariano Rajoy para formar gobierno auguran malos presagios. Nos embar- camos en un periodo de al menos seis meses de parálisis gubernativa, que caerá como un jarro de agua fría sobre la fulgurante marcha de la economía.
Un paréntesis en la historia, porque la situación no es tan grave como la pintan. Las posibilidades de un pacto PSOE-Podemos son escasas en estos momentos y en el caso remoto de que gobernara Pablo Iglesias, acabaría respetando el principio de la austeridad, como hizo Alexis Tsipras en Grecia. Ya ningún político habla de impagar la deuda o de incrementar el gasto sin respetar los compromisos de déficit, sino de renegociar los plazos de abono con Bruselas.
El escenario más probable es la convocatoria de nuevas elecciones, en las que el PSOE intentará aprovechar para acometer el relevo interno de Sánchez por Susana Díaz, con un discurso mucho más centrado.
El rostro de satisfacción con que Rajoy compareció estas semana ante los medios para abogar por una gran coalición de Gobierno que "dé estabilidad", es significativo. El PP se ve ganador de unos próximos comicios, gracias a la recuperación de una buena parte del voto descontento, que había huido a otros partidos como Ciudadanos o incluso Podemos.
En cuanto se resuelva el tema político, España volverá a la senda de la recuperación y los mercados se pondrán a la altura de los del resto de Europa. Con los temores de China mitigados y el alza de tipos en Estados Unidos, que pondrá freno al endeudamiento alocado, se sientan las bases para afianzar el crecimiento mundial, aunque habrá que acostumbrarse a las desigualdades y las incertidumbres. ¡Feliz año!