
Los violentos vaivenes del precio del petróleo están desestabilizando economías y mercados financieros en todo el mundo. El año pasado, cuando el precio del petróleo se redujo a la mitad, de 110 a 55 dólares por barril, la razón era obvia: la decisión de Arabia Saudí de aumentar su cuota en el mercado global del petróleo con un aumento de la producción. Pero ¿qué ha motivado la siguiente caída de los precios del petróleo en las últimas semanas (hasta mínimos no vistos desde la crisis financiera de 2008) y cómo afectará a la economía mundial?
La explicación al uso es la debilidad de la demanda china, ya que el hundimiento del precio del petróleo se considera en términos generales un presagio de recesión, ya sea en China o en la economía global. Sin embargo, es un error, aunque parezca confirmarlo la correlación estrecha entre los mercados del petróleo y el capital, que han sucumbido a sus niveles más bajos desde 2009 no solo en China, sino también en Europa y en casi todas las economías emergentes.
La importancia predictiva de los precios del petróleo es, sin duda, imponente, aunque solo como indicador en contra. La bajada de los precios del petróleo nunca ha previsto correctamente una crisis económica. En todas las ocasiones recientes, cada vez que se ha reducido a la mitad el precio del petróleo (1982-1983, 1985-1986, 1992-1993, 1997-1998 y 2001-2002) ha seguido un periodo de crecimiento global más rápido.
Por el contrario, en los últimos 50 años toda recesión global se ha visto precedida por un aumento brusco de los precios del petróleo. Más recientemente, el precio del petróleo casi se triplicó, de 50 a 140 dólares, el año previo a la crisis de 2008. Después se hundió a 40 dólares en los seis meses inmediatamente antes de la recuperación económica que empezó en abril de 2009.
Un corolario importante para los países en desarrollo productores de materias primas es que los precios del metal industrial, verdadero gran indicador de la actividad económica, pueden perfectamente subir tras un bajón del precio del petróleo. En 1986-87, los precios del metal se duplicaron un año después de que se redujeran a la mitad los del petróleo.
Un mecanismo económico poderoso subyace bajo la correlación inversa entre los precios del petróleo y el crecimiento global. Dado que en el mundo se consumen 34.000 millones de barriles de petróleo al año, una bajada de 10 dólares en el precio del petróleo traslada 340.000 millones de dólares de los productores a los consumidores. Es decir, la bajada de 60 dólares en el precio desde agosto redistribuirá más de dos billones de dólares anuales a los consumidores de petróleo, lo que supone un impulso mayor a los a ingresos que el estímulo fiscal estadounidense y chino en 2009, juntos.
Puesto que los consumidores de petróleo tienden a gastar el ingreso extra con bastante rapidez, mientras que los gobiernos (que recogen el grueso de los ingresos globales del petróleo) suelen mantener el gasto público pidiendo prestado o agotando las reservas, el efecto neto de unos precios del petróleo más bajos siempre ha sido positivo para el crecimiento global. Según el Fondo Monetario Internacional, la caída de los precios del petróleo este año debería reforzar el PIB de 2016 entre un 0,5 y 1 por ciento mundial, incluido un crecimiento entre el 0,3 y 0,4 por ciento en Europa, entre el 1 y 1,2 por ciento en EEUU, y de 1 a 2 por ciento en China.
Si el crecimiento podría acelerarse el próximo año en economías consumidoras de petróleo, como China, ¿cómo se explica entonces la caída de los precios? La respuesta no está en la economía china y ni en la demanda de petróleo, sino en la situación geopolítica de Oriente Medio y la oferta.
Aunque las políticas de producción saudíes fueron la causa innegable de la reducción a la mitad del precio el año pasado, la última caída empezó el 6 de julio, días después del acuerdo para levantar las sanciones internacionales contra Irán. El pacto nuclear iraní rebatió la asunción extendida, pero ingenua, de que la geopolítica solo empuja el precio del petróleo en una dirección. De repente, los agentes recordaron que los sucesos geopolíticos pueden ampliar las reservas petroleras, no solo reducirlas, y que son posibles más aumentos de la demanda por razones geopolíticas en los próximos años.
Las condiciones en Libia, Rusia, Venezuela y Nigeria son tan nefastas ya que cuesta imaginar que se produzcan daños adicionales a su producción petrolera. Por el contrario, con tantas de las regiones más productoras de petróleo del mundo sumidas en el caos político, cualquier signo de estabilización puede aumentar rápidamente la oferta. Es lo que sucedió en Irak hace un año, e Irán eleva ese proceso hasta cotas más altas.
En cuanto se han retirado las sanciones, Irán promete duplicar las exportaciones de petróleo de forma prácticamente inmediata, hasta los dos millones de barriles diarios, y después volver a duplicarlas a finales de la década. Para ello, el país tendría que aumentar su producción total (incluido el consumo interno) hasta seis millones de barriles al día, lo que casi equivale a su producción más alta en los años setenta. Dados los grandes avances de la tecnología de extracción de petróleo desde esa época y la inmensidad de las reservas de Irán (la cuarta región en tamaño del volumen, detrás de Arabia Saudí, Rusia y Venezuela), restaurar la producción a los niveles de hace cuarenta años parece un objetivo modesto.
Para encontrar compradores para todo ese petróleo, casi igual a la producción añadida de la revolución del esquisto estadounidense, Irán tendrá que competir ferozmente no solo con Arabia Saudí, sino también con Irak, Kazajistán, Rusia y otros productores de bajo coste. Además, todos esos países están decididos a restaurar su producción a los máximos previos y deberían ser capaces de bombear más petróleo de lo que lo hicieron en los años setenta y ochenta, gracias a las nuevas tecnologías de producción lideradas por Estados Unidos.
En este nuevo entorno competitivo, el petróleo se comercializará como una materia prima normal, con el monopolio saudí deshecho y los costes de producción de Norteamérica fijando un techo de precios a largo plazo que ronde los 50 dólares por barril, por los motivos que expuse en enero.
Por ello, si quiere entender la caída de los precios del petróleo, olvídese del consumo chino y piense en la producción de Oriente Medio. Y si pretende comprender la economía mundial, en vez de en los mercados bursátiles, fíjese en que el petróleo barato acaba siempre impulsando el crecimiento global.