
Si una virtud se le reconoce unánimemente al presidente del Gobierno es su habilidad para medir los tiempos. Y aunque el calendario marcaba en rojo la fecha de ayer, tercer aniversario de su triunfo electoral, como el principio del fin de la legislatura, Mariano Rajoy ya tiene definida cual será la bandera de su acción política para afrontar el año electoral que se avecina: la transparencia y la regeneración democrática para devolver el prestigio perdido a la clase política y a las instituciones.
En paralelo, consolidará la incipiente recuperación de nuestra economía priorizando la creación de empleo, con nuevas reformas liberalizadoras, pero evitando, eso sí, cualquier ajuste adicional e insistiendo en que España está recogiendo los frutos de "unos logros que son excepcionales", como él mismo los calificó con motivo de la efemérides de ayer.
El presidente sabe que esas son las dos principales preocupaciones de los ciudadanos y así se lo ha comunicado ya, en una reciente reunión, a sus "barones" y más directos colaboradores. A ellos va a enviar a que difundan el 'Evangelio de la Transparencia' para combatir al fenómeno Podemos en su propio terreno, pero con medidas tangibles y no con demagogias.
"La gente está preocupada"
"La gente está preocupada y quiere respuestas", me cuentan que fue el mensaje de Rajoy, repitiendo las palabras que ya pronunciara en la convención de Cáceres. Y para dar ejemplo, será él, personalmente, quien asuma el liderazgo de su "nueva frontera" llevando la próxima semana al Parlamento dos leyes anticorrupción que afectarán a los partidos políticos, una, y a los altos cargos, la otra.
Además, el presidente ya ha dado las correspondientes instrucciones a su ministro de Justicia, con el asesoramiento y vigilancia de la omnipresente Soraya Sáenz de Santamaría, para aprobar antes de final de año la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que incluya en su articulado las disposiciones necesarias para posibilitar la devolución del dinero malversado y la suspensión de los cargos públicos implicados en el fraude.
Además, desde Moncloa se ha instado también a los fiscales y al estamento judicial para que sean implacables en este tipo de delitos y agilicen los procesos iniciados, para que los ciudadanos vean que los políticos y los exbanqueros también van a la cárcel.
El resto de los temas pendientes y las promesas incumplidas pasan a segundo plano, pero no se olvidan. Incluido el debate territorial con la patata caliente de Cataluña, porque aquí Rajoy lo tiene claro: intensificar la presencia institucional, dejar que la Justicia haga su trabajo y dialogar. Sí, diálogo abierto pero siempre dentro de la Ley y primero con la Ley, porque en Moncloa ya no se fían de Mas.
Por eso tampoco toca en 2015 abordar la reforma del sistema de financiación autonómica, que prometiera en su programa. Mariano es consciente de que la solución al problema catalán pasa por más financiación y más autonomía fiscal, lo que podría levantar ampollas dentro de sus propias filas y una rebelión de sus líderes territoriales en víspera de unos muy difíciles los comicios locales y autonómicos de primavera.
Ya lo dejó muy claro Cristóbal Montoro el miércoles en el Congreso: "No debemos crear más agravios entre españoles, para que no nos enfrentemos en función de los territorios que habitemos. Estamos en una fase de salida de la crisis económica y debemos dedicar todos nuestros empeños, esfuerzos y debates a superar esa crisis económica". Ese es el mensaje y así van a repetirlo hasta la cita con las urnas.
Y hablando de urnas, me cuentan los mismos confidentes que en el Partido Popular hay una seria preocupación ante la posible debacle electoral del PSOE, que vaticinan algunas encuestas internas que manejan. Ellos no. Se ven fuertes y confían en recuperar el voto perdido, si no para repetir mayoría absoluta, que eso ni se lo plantean, sí con una diferencia holgada. Pero la desaparición de uno de los dos grandes partidos como alternativa de Gobierno y su degradación a una fuerza de segundo nivel, sí supondría abrir el candado de la Transición, como ha prometido Pablo Iglesias. Ese es el miedo y ahí está el dilema.