Opinión

¿El final de la crisis?

Imagen: Archivo

Después de siete años de crisis sostenida, parece atisbarse un cambio de las expectativas que nos llevan a hablar de una supuesta recuperación. Recuperación, ¿de qué? Es cierto que los datos macroeconómicos parecen darnos un cierto respiro y arrojan luces cuando hasta fechas muy recientes sólo proyectaban sombra sobre sombra. Así, un incremento del 0,6% del PIB, por ejemplo, se celebra como el comienzo de una recuperación y la salida de la crisis.

Pero, ¿de qué crisis estamos hablando? ¿De verdad estamos hablando de la crisis profunda que implica un cambio de modelo radical de la manera de hacer y de ser? Porque, si es así, todavía está por ver cómo se construye y se desarrolla un nuevo modelo de enfrentar los problemas y hacer una economía potente y sostenible en el tiempo.

La verdad es que la capacidad de autoengaño que tenemos, en un contexto en el que la superficialidad es dueña y señora del discurso político, económico y social, es muy desalentadora. Estamos deseosos de asumir que lo peor ha pasado y que empieza el camino que nos llevará al "día de antes", aquellos días de vino y rosas en los que todo nos sonreía. Pero aquellos días no van a volver, la recuperación de aquel espejismo de riqueza y prosperidad no se va a producir. Porque el modelo de relaciones económicas y sociales no volverá a ser el mismo. Está cambiando y todavía lo hará más.

Antes de la explosión de la crisis en 2008, vivíamos tiempos en los que el discurso de la innovación al servicio de la competitividad lo impregnaba todo. Era un discurso construido desde la teoría y habitaba en la autocomplacencia. Pero en cuanto llegaron los primeros zarpazos de la crisis el discurso desapareció, como si la innovación sólo tuviese que ver con tiempos de bonanza y de desarrollo económico y social. Sin embargo, aunque el discurso se abandonó, la innovación siguió su camino, proyectando cambios, rupturas, destrucción de modelos y paradigmas. El "lado oscuro" de la innovación, el de los procesos de destrucción creativa, el que exige esfuerzo y regatea el éxito , el que nos enfrenta al fracaso y las decisiones difíciles? se ha impuesto en el día a día de la economía y la sociedad.

Tuvimos la oportunidad en los años anteriores a la crisis de haber adoptado políticas de innovación que nos hubiesen permitido abordar la crisis desde una perspectiva de innovación anticipada, pero no lo hicimos. En cuanto la crisis se desencadenó, la innovación empezó a producir cambios. Pero era una innovación sobrevenida. Han sido años de innovación sobrevenida, esa que se produce aunque tú no quieras, que nos ha caído encima y que cambiará las cosas de manera radical. Fruto de esa innovación sobrevenida la crisis nos ha zarandeado y nos ha dejado sin referencias.

El empleo se ha destruido con un impacto social brutal. Sectores económicos enteros se han desplomado. El sector público y el sector financiero, dos elementos clave estabilizadores de cualquier economía, han estado sometidos a una presión inaguantable y han sobrevivido como han podido. En realidad han sido otros (la UE, el FMI?) los que han innovado en ellos. Porque ya lo creo que ha habido innovación, innovación sobrevenida.

Mientras tanto, nosotros, en cuanto las cosas se complicaron, dejamos de invertir en educación, en investigación, en innovación. Podemos comprender por qué se hizo. No había recursos. Pero, ¿no se deberían haber mantenido aquellos que necesitaríamos para construir el futuro? La situación actual es muy complicada y va a seguir siéndolo. Probablemente la crisis de verdad está todavía por llegar.

¿Cómo vamos a recuperar a los jóvenes? ¿Cómo vamos a resolver el problema de los llamados "ninis" -los jóvenes de 15 a 29 años que ni estudian ni trabajan- que representan uno de cada cuatro según los recientes datos de la OCDE? ¿Cómo vamos a recuperar el pulso de la investigación? ¿Cómo generaremos escenarios que permitan recuperar el talento que tenemos desperdigado por el mundo? ¿Cómo vamos a conseguir que millones de parados sin formación adecuada puedan recuperarse en un nuevo estadio económico en el que la formación de las personas es fundamental? ¿Cómo vamos a recuperar el prestigio de las instituciones y de la política? Hay muchas preguntas que tendremos que responder, y rápido. Además no va a valer con "más de lo mismo", porque no servirá para los nuevos tiempos.

Creo que hay que aprovechar el oxígeno que nos aportan los datos macroeconómicos, que nos dicen que parece que hemos tocado fondo, para asumir el alcance del reto que tenemos por delante e intentar conducir los tiempos de cambio e innovación en los que estamos inmersos. Intentar que los años de innovación sobrevenida se transformen en innovación anticipada. No va a ser fácil, pero cuanto antes empecemos mejor.

Puestos a ello, no estaría de más que el escaso margen presupuestario que nos dan los datos macroeconómicos lo dediquemos a recuperar el esfuerzo en I+D+i que nunca debimos dejar de hacer. Y, sobre todo, asumir con realismo el alcance del desafío y empezar a recorrer el camino de cambiar la manera de pensar y abordar el futuro. Esta crisis no ha hecho mas que comenzar.

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